José María Rodríguez
Las Palmas de Gran Canaria, 18 oct (EFE).- El actor Thimbo Samb, todo un referente para la juventud de Senegal, acaba de enfrentarse a la experiencia de contarle a su madre que durmió en la calle durante semanas tras llegar en 2006 en cayuco a España, que comió de la basura, que lo detuvieron por ganarse la vida de mantero y, sobre todo, que se siente culpable por los que mueren siguiendo sus pasos.
"Hay tanto que no he contado a mi familia..." es una de las frases que atrapan al espectador en 'Cayucos de Kayar', un cortometraje documental candidato a los Goya en el que el realizador madrileño Álvaro Hernández Blanco y el propio Samb retratan desde las playas de la ciudad natal del actor en Senegal el drama cotidiano de la ruta canaria.
'Cayucos de Kayar' es un documental donde esas barcas tradicionales de África Occidental tan presentes en la conversación política en España solo salen filmadas en sus funciones originales de pesca, pero en el que se respira a través de las conversaciones de Thimbo Samb con su familia y con los chicos del pueblo esperanza, desarraigo y tragedia.
De hecho, algunos de los chicos que aparecen -se rodó en 2022- ya no están, se los tragó el Atlántico en cayucos rumbo a Canarias, o murieron de sed tras quedarse a la deriva y aparecer en Cabo Verde. Todos eran conocidos de Thimbo Samb; algunos, amigos muy queridos.
"Cuando me cruzo en Madrid o en Valencia con algún senegalés que me reconoce, a veces me dicen: 'He venido a España por ti'. Y eso me mata por dentro. Sé que es su forma de dar las gracias, pero me hace pensar a cuántas personas he inspirado para tomar el cayuco que nunca llegaron", reflexiona el actor en una entrevista con EFE.
Reconocido por su trabajo en el teatro o en series como 'Antidisturbios', de Rodrigo Sorogoyen, y por su permanente labor de activismo por los derechos de los migrantes, Samb se siente culpable.
Nunca ha recomendado a nadie que tome una patera o un cayuco, hace un permanente esfuerzo por disuadir a todo el que le pregunta. Pero la realidad es que pocos le hacen caso, ni siquiera su hermano, que se la jugó en un cayuco a El Hierro el año pasado.
En una escena del documental en la playa, Samb interpela a un grupo de adolescentes, muchos menores, sobre quién quiere irse a España en cayuco, pensando en hablarles sobre la realidad de la vida del emigrante, pero todos levantan la mano, y se ríen de él, de Thimbo, ese que fue pescador como ellos, pero "se ha vuelto blanco".
"Les entiendo perfectamente. Llevo años diciéndoles en redes que las cosas aquí no son como piensan y a veces acaban insultándome a mí, a mi madre o a mi abuela. ¿Por qué? Porque no quieren escuchar a ese Thimbo que les dice que no vengan, con todo lo que he conseguido yo en este país. '¿Cómo es que tú nos dices que no vengamos? ¿Es así o lo dices por mala persona?', me preguntan".
Sin embargo, sabe que pronto verán el reverso: "La mayoría de la gente de Kayar que ya está en España me dice: te tendríamos que haber escuchado". Para él, la ecuación es sencilla: si Europa no negara el visado a los jóvenes de África que sueñan con prosperar, la gente no cogería un cayuco, tomaría un avión y, muchos, al ver la dureza de la vida que les espera, regresarían a casa "a los tres meses".
Pero después de exponer la vida, el orgullo y el patrimonio de la familia, se hace imposible regresar, confiesa en este documental Samb a su madre y sus hermanas, a quienes habla de todo lo que ha sufrido, del racismo que todavía soporta y de lo mucho que extraña a su mujer y a su hijo, que siguen en Kayar.
En wolof, su lengua materna, para explicar que la familia está bien, se dice que la familia está junta. "Esto me bloquea" porque "la mayor parte del año no estamos juntos", apunta Samb en la película.
Sin embargo, habla desde un amor declarado a España. "En este país volví a nacer", proclama, pues le dio la oportunidad de desarrollar su vocación cuando ya había tocado fondo, a través del grupo de teatro de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR).
Esos destellos de arraigo y desarraigo son los que atrajeron a su historia a Álvaro Hernández, un realizador madrileño formado como documentalista en Los Ángeles, que ya había explorado esos mismos sentimientos entre Tijuana y California con la comunidad mexicana asentada en EEUU. Lo plasmó en el libro 'Migrantes' (Rialp, 2023).
"En Senegal hay mucha gente que se siente muy capaz de ir a más, de prosperar en la vida. Y no hablo en términos de tener una casa más o menos grande, sino de crecer. En Kayar no vi gente que pasara hambre. Quizás tenemos ese estereotipo de que vienen aquí porque en su país se mueren de hambre y no siempre es así", explica.
En su documental, rodado en una semana a cuatro manos (las suyas y las Thimbo Samb), hay otro personaje que sobrecoge: Boy Cayar. Es el campeón de lucha senegalesa de la comarca, el que tiene todos los récords, un tipo joven y fuerte admirado por todos, al que no le falta dinero ni patrimonio.
En la playa, Thimbo le pregunta: "¿Si ahora vieras una patera partir?". Boy Cayar, que lo ha intentado ya nueve veces, ni se lo piensa y replica, con la mirada en el horizonte: "Marcharía en ella con toda mi familia".
"En esa fecha, Boy Cayar tenía cinco hijos", subraya Hernández, "y nos respondió eso, de pura desesperación. Siendo un hombre con éxito y reputación, ¿sabes?. A mí eso es lo que me mató". EFE
jmr/cmg/jdm