Madrid, 16 oct (EFE).- La Audiencia Nacional ha impuesto 4 años y medio de internamiento en régimen cerrado a un menor de 17 años por un delito de terrorismo al considerar acreditado que ideó la comisión de un atentado yihadista mediante explosivos preparados en su casa, en Sevilla.
El joven fue detenido el pasado mes de enero en la localidad de Montellano y se le incautaron en su domicilio diferentes sustancias para la fabricación de explosivos, un machete, un chaleco militar con portacargadores, un botiquín y una imagen de la bandera del Dáesh enmarcada.
Así consta en la sentencia dictada por el Juzgado Central de Menores de la Audiencia Nacional tras un acuerdo de conformidad entre la defensa del joven y la Fiscalía, que considera al menor responsable de un delito de integración en organización terrorista y tenencia de explosivos.
La resolución le impone, además de la pena de internamiento, 5 años de libertad vigilada, y ordena al Equipo Técnico del centro de menores que elabore un plan concreto de desradicalización.
Esta sentencia concluye uno de los 34 casos de yihadismo que han llegado al Juzgado Central de Menores en 2024; 8 más que el año pasado. En su última memoria, la Fiscalía alertó del "importante repunte de investigaciones" a menores, sobre todo por auto adoctrinamiento, en 2023 respecto a años anteriores.
La sentencia acredita la progresiva radicalización del menor en Internet, a través de Facebook e Instagram, donde el joven recibía y difundía contenidos sobre el Dáesh, asumiendo un "papel de ciber soldado o yihadista virtual".
Esta radicalización, detectada desde febrero de 2023, evolucionó a que, a principios de 2024, llegase a idear -según el juez José Luis Castro- un atentado mediante el explosivo TATP, conocido como "la madre de Satán".
Fue una llamada anónima la que puso en alerta a los agentes sobre la posibilidad de que el menor hubiese adquirido sustancias para fabricar explosivos.
En el marco de sus pesquisas, la Policía observó al menor el pasado 20 de enero tirar a la basura dos bolsas que contenían una caja con el rótulo "azufre en polvo", una máscara y gafas de protección, guantes reutilizables, un bote de masilla de poliuretano, dos garrafas y cinta aislante, entre otros productos.
Un día más tarde, salió de su casa con una mochila hacia el campo, donde se produjeron diferentes detonaciones que hicieron sospechar a los agentes de que el menor pudiese estar haciendo pruebas con los explosivos.
Solicitaron, por ello, el registro de su domicilio, donde encontraron 6 botes de acetona, 2 de agua oxigenada, 1 desatascador, compuesto con ácido sulfúrigo, y un grasco grande con carbón. Con todo ello, dice el juez, puede fabricarse el triperóxido de triacetona (TATP).
En una de las habitaciones hallaron bandejas de secado con papel de cocina y restos de explosivos, lo que un TEDAX denominó "secadero de explosivos", así como parte de una bomba montada con metralla, "lista para su uso" y a la que solo le faltaba el explosivo.
Documentos sobre la fabricación de explosivos y cohetes o cuadernos con inscripciones manuscritas con la "receta" del explosivo TATP integró también la lista de efectos incautados.
En su móvil había archivos que alentaban a la yihad global, relacionados con el Dáesh, con cánticos yihadistas o imágenes de armas y explosivos, continúa la sentencia, que acredita que el menor realizó un "exhaustivo estudio" de las posibilidades de fabricación de explosivos.
También tenía conversaciones en Telegram con otras personas y en una de ellas, prosigue el juez, llegó a indicar que va a "detonar una comisaría de Policía", que quería un "misil de azúcar y nitrato de potasio con peróxido de acetona" y que quería ser "mártir, si Dios quiere".
En su sentencia, el juez analiza la situación familiar y personal del menor y señala que, según su testimonio, no tiene amigos ni apoyo social y ha tenido conflictos de convivencia. Desde su infancia ha estado expuesto a situaciones de violencia grave y carencias de necesidades básicas, lo que ha configurado una personalidad con una elevada dureza emocional y cognitiva y una normalización de la violencia.
El menor, concluye el juez, se muestra resentido, presenta una elevada percepción de injusticia y de conflicto social, al tiempo que se evidencian carencias en habilidades sociales, falta de empatía y un nivel elevado de indiferencia social. EFE