Miguel Martín Alonso
Almería, 13 oct (EFE).- El campo de Níjar (Almería) es una de las principales zonas agrícolas de la provincia de Almería, pero también uno de los puntos con más asentamientos chabolistas, aunque en la barriada de San Isidro el Servicio Jesuita a Migrantes (SMJ) ofrece viviendas en régimen de alquiler social para dignificar el alojamiento de personas procedentes de estos poblados.
La religiosa María Ruiz Clavijo Ponce de León es educadora social del SMJ y explica a EFE que se trata de una promoción de 12 viviendas de seis plazas cada una. “Son personas que han venido de los asentamientos. Por ejemplo, conseguimos hace poco que todos los residentes del Cañaveral, muy cerquita del Walili, accedieran a venir a estas casas”, abunda.
Además de residencial, la intervención de este servicio pretende ser integral en todo su proyecto migratorio. "Ver qué desean, qué sueñan y qué quieren para sus vidas", añade.
“Las dos grandes patas sobre las que pivota el SJM Almería en este momento son la intervención en los asentamientos y este programa de hospitalidad y vivienda. En los asentamientos, en la intervención que llevamos a cabo, pues básicamente se centra en dos grandes asentamientos, los más grandes de los campos de Níjar, el de Atochares y el del Hoyo, en el Barranquete”, precisa.
En estos asentamientos, el SMJ da clases de español y apoya a sus habitantes en labores administrativas y acompañamientos médicos, entre otros. “También nos gusta llevar talleres, y trabajar un poco el desarrollo comunitario, que hagan cosas en común. Un ejemplo muy claro es la gestión de la limpieza y la recogida de basuras que estamos llevando a cabo con otras entidades también en el Hoyo, donde los propios habitantes se involucran en cuidar de alguna manera el hábitat”, dice.
Respecto al programa de hospitalidad y vivienda, además de estas 12 viviendas que gestionan en San Isidro, hay otra vivienda "un poquito más especial que decimos que es una comunidad de hospitalidad, que está situada en Pueblo Blanco. Se llama Casa Arrupe, en la que convivimos con personas de distinta nacionalidad y, digamos, de distintas vocaciones o trayectorias personales. Hay personas de Ghana, de Mali, de Senegal y de España", detalla.
Entre los residentes de las viviendas de San Isidro se encuentra Abdullah, de 20 años y originario de Mali, que comparte alojamiento con otros extranjeros en estas viviendas desde hace unos tres meses. “Son muy buenas personas”, dice de los amigos que ha hecho en este lugar mientras muestra el libro ‘El caballero de la noche’, de ‘El Barco de Vapor’, con el que aprende español.
Trabaja en un invernadero, como también lo hace Seriba, que lleva en España cuatro años, dos de ellos en San Isidro. Este último cuenta que ha estado en Murcia trabajando en el limón, y asegura que ahora, gracias a las viviendas gestionadas por los jesuitas, se encuentra “muy bien”.
Las viviendas fueron adquiridas por Techô, la socimi que agrupa a grandes empresas y patrimonios para dar una solución al problema de las personas sin hogar en España. Entre los impulsores se encuentra la familia Martínez-Cosentino, que fue la que urgió a esta compra en San Isidro para facilitar "alojamiento a personas desfavorecidas y en condiciones precarias, como punto de partida para que puedan iniciar con autonomía sus propios proyectos vitales y profesionales".
La socimi las alquila a “precio de mercado” al SJM, que a su vez las ofrece a un precio social a sus ocupantes, aunque todos echan una mano, también al bolsillo, para ayudar a los demás cuando es necesario.
Aunque viven aquí muchos subsaharianos, también hay marroquíes como Mohamed, que en diciembre cumple dos años en España y que antes de pasar por San Isidro estuvo en el núcleo nijareño de Barranquete.
"Es todo muy diferente. En las chabolas no hay agua, no hay luz, no hay nada. Aquí todo es mejor. Hay luz, hay agua, hay de todo. Y tiendas, hay muchas tiendas aquí cerca", detalla a EFE.
"Aquí en San Isidro siempre hace calor en verano. Tienes que ir a trabajar en la mañana. Pero en las chabolas hace mucho más calor", añade.
"Tengo una hermana en Barcelona y un primo también (...) Cuando arregle mi situación y los papeles, quiero ir arriba, a Barcelona, a Madrid. Es mejor para mejorar tu idioma. Quiero hablar con gente de España. Aquí solo hay marroquíes", revela.
Sostiene a su vez que el trabajo es "muy duro" y que sólo reciben cinco euros a la hora. "Si hay trabajo, trabajo. Si no hay trabajo, no trabajo. Hay un mes que trabajo una semana, y luego hay un mes que trabajo todo", apostilla.
Reconoce que no tiene papeles y no le hacen contrato, pero "no me hacen contrato porque no tengo papeles", lamenta. La alternativa de personas como él es pedir el arraigo por formación, que implica participar en un curso de unas 210 horas, que les permite regularizar su situación. EFE
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