Cáceres, 11 oct (EFE).- A más de 20 metros de profundidad, en el interior de un pozo sellado y ubicado en una antigua mina de Valencia de Alcántara (Cáceres), han sido hallados e identificados los restos óseos de siete fusilados durante la Guerra Civil, entre ellos los de Diego Vital Díaz, padre del conductor de "El 47", el autobús de Torre Baró y cuya historia se ha llevado al cine.
Diego Vital Díaz, Amado Viera Amores -entonces alcalde de Valencia de Alcántara-, Eugenio Díaz Borja, Juan Pirón Machado, Francisco Refolio Gómez, Antonio Tejela Fragoso y Julio Tomás Alfonso Pintor fueron fusilados en 1936 y sus cuerpos sin vida fueron arrojados a un pozo anegado de agua.
Posteriormente, se arrojó cal y tierra. Con el paso del tiempo, el pozo fue utilizado para tirar animales muertos y escombros y en 1988 la mina, conocida como "Terría", fue cerrada definitivamente con un forjado de vigas de hormigón y hormigón armado.
Los resultados de las pruebas de ADN practicadas a estos restos humanos han sido presentado este viernes en la Diputación de Cáceres, institución que ha financiado esta labor con 80.000 euros.
Un proceso que se inició en noviembre de 2017 con la intención de hallar los cuerpos de 37 represaliados con nombre y apellidos, a través de documentos oficiales, pero el arduo trabajo de identificación arrojó finalmente un número mayor: 49 personas.
De estas 49 personas asesinadas, todos hombres, hay 12 que siguen sin nombre y apellidos. Tras la exhumación se ha conseguido obtener el perfil genético de 40 de los cuerpos, pues las malas condiciones de conservación de los restos han provocado “que algunos de ellos perdieran por completo su carga de ADN”, ha afirmado Laura Muñoz, la arqueóloga que llevó a cabo todo el proceso de exhumación.
“Cuando llegamos a los cuerpos, los restos estaban mezclados formando un gran mosaico y lo primero que hicimos fue documentar exhaustivamente ese osario”, ha explicado durante el acto de presentación, en el que ha estado presente Conchita Viera, la hija del represaliado Amado Viera, y el catedrático de la Universidad de Extremadura, Julián Chaves, director del proceso de exhumación.
El análisis de ese mosaico de restos se acometió “hueso a hueso”. Se tomaron muestras de la representación esquelética, lo que permitió saber qué huesos pertenecía a cada persona.
Posteriormente, un laboratorio intentó secuenciar el ADN a partir de 49 fémures, pero solo se obtuvo un resultado positivo de 40.
De los 37 fusilados con nombre y apellidos se pudo obtener la muestra genética de 11 casos, "lo que permitió tirar del ‘hilo genealógico’ para concluir con la identificación genética de siete de las víctimas".
“Hay restos de personas sin familiares directos o con un grado de parentesco muy lejano, circunstancias como la emigración. Cuanto más lejano es el parentesco más complicado resulta", según la arqueóloga.
En el caso del padre de Manuel Vital, que el 7 de mayo de 1978 condujo un autobús articulado de la línea 47 para llevarlo hasta las calles de su barrio y así reivindicar el derecho a disponer de transporte público, se ha conseguido identificar genéticamente a su progenitor a través de su hijo Diego Vital Velo.
Manuel Vital llegó a Barcelona desde su Valencia de Alcántara natal en 1947, con 24 años, donde se quedó hasta su muerte en 2010, con 87, sin poder conocer dónde estaban los restos de su padre fusilado cuando él era apenas un adolescente.
Quien se quedó en Extremadura fue Conchita Viera, que acaba de cumplir 91 años y que se quedó sin padre cuando solo tenía tres años. Ante los medios ha mostrado su “satisfacción” por cerrar “un episodio negro" de su vida y de la historia.
Su madre, según ha relatado, impuso "la ley del silencio en casa, igual que el gobierno franquista", pero "nos contaban que en casa se presentaron un policía y dos falangistas para llevarse a mi padre".
"Le mataron y le arrojaron a la mina Terría. Después, nos desahuciaron de nuestra propia casa”, ha recordado Conchita, símbolo de la memoria histórica en Extremadura, como lo fue -a la hora de exigir derechos- Manuel Vital en Barcelona.
Otro capítulo destacado de "ese pozo maldito", como así lo ha tildado el actual alcalde de Valencia de Alcántara, Alberto Piriz, tuvo lugar en julio de 2022 cuando se realizó la ceremonia de reinhumación de los cuerpos en el municipio cacereño.
El proceso ha servido para que los 49 cuerpos recuperados descansen ya en digna sepultura y no en el fondo de una profunda mina, donde se sepultó una parte de la barbarie de la Guerra Civil en España. EFE
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