Marina Estévez Torreblanca
Madrid, 7 oct (EFE).- Craig Thompson (Michigan, EEUU, 1975), ganador de varios Eisner (los óscar del cómic), trabajó de los 10 a los 20 años en los campos de Wisconsin, experiencia que aborda en 'Raíces de ginseng' (Astiberri). "La mayoría de los dibujantes busca sanar parte de su infancia", reflexiona en una entrevista con EFE.
"Somos gente intentando curar una infancia solitaria o herida. Trabajando en el cómic, sigues viviendo en ese trauma de la niñez y corres el peligro de mantener un lazo permanente con ese periodo", advierte sobre su oficio en una charla en Madrid.
Thompson, que se hizo mundialmente conocido con 'Blankets' (2003), en la que describía una infancia opresiva en una familia muy humilde y religiosa, regresa a los mismos escenarios para centrarse en el cultivo de ginseng americano, en el que trabajó junto a su madre y hermanos.
En las 435 páginas de esta obra, documentada a través de entrevistas con familiares y amigos de su pueblo, Marathon, así como con actores de este mercado tanto en Estados Unidos como en Asia, Thompson bascula entre lo íntimo y lo sociopolítico, investigando las implicaciones agrícolas, ecológicas y de lazos con China, principal comprador de este producto.
En realidad, su primera idea fue escribir sobre las raíces de ginseng como primer producto exportado en masa de América a China a partir de 1718 (allí tiene su primer mercado este producto que se encuentra, con variantes, en ambas zonas geográficas), y sobre la sustitución de las granjas familiares por corporaciones agrícolas.
Pero finalmente, su propia historia ha terminado por envolver el cómic. La novela gráfica, opina Thompson, es "especialmente adecuada para la autobiografía, porque es un medio muy íntimo" y "casi una carta escrita a mano para el lector o una entrada de diario".
Un medio que permite abordar una "historia frágil y vulnerable" que es la que él mismo quiere leer y la que ofrece, incluso para explicar problemas de salud graves que pueden poner en peligro su capacidad para dibujar.
Thompson relata una infancia que tanto para él como para sus hermanos "fue un trabajo de tiempo completo, no había mucho tiempo libre y no fue esa época idílica que escucho a otras personas", relata.
"Yo nunca tuve tiempo libre o vacaciones hasta los 30", explica el autor, que también explora su síndrome del impostor entre gente de clase más educada o adinerada, y el miedo de que se percaten de que es solamente "un paleto".
Las leyes que impiden el trabajo infantil en EE.UU tienen aún hoy la excepción en la agricultura, ya que muchas familias dependían de sus hijos para sacar adelante las granjas familiares.
"La diferencia es que ahora no encontrás a niños blancos haciendo ningún trabajo agrícola. Ahora son hijos de inmigrantes", subraya, sobre otro de los aspectos que aborda en su obra: las relaciones entre comunidades muy conservadoras y a menudo xenófobas y la precaria mano de obra de la que dependen.
Una visión cerrada de la realidad de la que Thompson cree que pudo escapar en parte gracias a los cómics. El hecho de que a sus padres los tebeos les parecieran inofensivos le permitió descubrir otros mundos, algo que no pudo hacer a través de la educación reglada, ya que decidieron sacarle del colegio, igual que a su hermana, para que no les enseñaran la teoría de la evolución.
"No crecimos en una versión normal del cristianismo, era un ambiente similar al de los testigos de Jehová, sólo podíamos salir con niños de la iglesia. Culturalmente éramos outsiders", remarca Thompson sobre una "opresiva" infancia en la que nunca se sintió cómodo o seguro.
A sus padres les ha costado aceptar estas novelas gráficas, pero con el tiempo, cuenta Thompson, se sienten cada vez más orgullosos de él, hasta el punto de que son de los pocos libros que tienen en su casa.
Deberán volver a enfrentarse a leer sobre su vida en abril de 2025, cuando saldrá en EEUU este cómic, publicado parcialmente allí en entregas, y que se distribuye antes en lugares como España, y que también llegará próximamente a Latinoamérica. EFE
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