Paqui Sánchez
Melilla, 6 oct (EFE).- El próximo año está marcado en rojo para el portaaeronaves ‘Juan Carlos I’ (L-61). Camino de cumplir dos décadas de historia y a las puertas de una varada para su mejora, el buque insignia de la Armada Española se ha convertido en todo “un éxito comercial” al ser el único diseño de embarcación de este tipo que se ha exportado en el mundo.
Australia y Turquía son dos de los países que han querido emular a España al incorporar a sus flotas militares embarcaciones como el ‘Juan Carlos I’, cuando lo habitual es que cada país construya su propio modelo. “Podemos presumir”, apunta en declaraciones a EFE el capitán de navío Santiago Martínez Mata, que asumió el mando de este buque multipropósito hace poco más de tres meses.
El secreto de ese éxito no son únicamente sus grandes dimensiones, que superan los 230 metros de eslora -más de dos campos de fútbol- y las 27.000 toneladas. Como explica su comandante, “el buque más grande que se haya construido jamás para la Armada” tiene como principal valor su versatilidad, ya que puede desarrollar hasta cuatro funciones diferentes.
La cubierta de vuelo convierte al ‘Juan Carlos I’ en un verdadero aeropuerto en el mar con su propia torre de control, un primario de vuelo prácticamente pegado al puente de mando, donde operan harriers, aviones de combate y helicópteros gracias a una pista de más de 200 metros con un ‘ski-jump’ o rampa para impulsar el despegue y un enorme hangar dotado de dos potentes ascensores directos a cubierta.
Pero, además de portaaviones, el L-61 de la Armada es un buque anfibio con un dique inundable de donde pueden entrar y salir lanchas cargadas de vehículos desde más allá del horizonte para realizar desembarcos como el histórico de Normandía en la Segunda Guerra Mundial.
Estas son las dos misiones principales del ‘Juan Carlos I’, de cuyas dimensiones y capacidades se derivan otras dos: el transporte de material de otros ejércitos o de la Infantería de Marina, incluidos vehículos blindados por las características especiales del buque; y también la ayuda humanitaria, como demostró el año pasado tras el terremoto de Turquía.
Ello es posible por su hospital de 600 metros cuadrados, dotado con dos quirófanos conectados con el hospital militar Gómez Ulla, una UCI de hasta ocho camas e incluso una clínica dental. Pero también porque el dique, la cubierta de vuelo y el propio tamaño del buque le permiten proporcionar ayuda en situaciones de catástrofe, evacuación de personas no combatientes o asistencia sanitaria, entre otras.
“La realidad es que siempre operamos con una mezcla de esos cuatro roles para darnos mayor flexibilidad”, explica el comandante de este icono de la Armada, “un pequeño pueblo flotante” dotado con numerosas infraestructuras más allá de las propias de una embarcación naval para dar servicio a su tripulación habitual de medio millar de militares, que puede acercarse a los 1.500 en determinados despliegues.
En 2025 se cumplirán dos décadas del inicio de la construcción de este impresionante buque en los astilleros de Navantia en Ferrol (A Coruña) y tres lustros de su entrega a la Armada. “El balance no puede ser más que positivo”, según el comandante Santiago Martínez.
Y es como, como recalca, la entrada en servicio del ‘Juan Carlos I’ “ha proporcionado una serie de capacidades que hasta ese momento no se tenían”, como la operación con otros ejércitos y asistencias humanitarias, además de su participación en operaciones como el traslado de las unidades de helicópteros del Ejército de Tierra a Irak.
También cuentan en la hoja de servicios de este buque sus despliegues en apoyo a la OTAN, “sobre todo en la última parte de esta singladura, tras la invasión de Ucrania por Rusia”. Desde entonces, el buque ‘Juan Carlos I’ ha empezado a operar en conjunción con otros países aliados en el Mediterráneo, el Atlántico Norte y el Báltico.
En la operación Dédalo de este año, que se desarrolló durante más de tres meses, el ‘Juan Carlos I’ llevó su grupo de combate completo a “un despliegue muy ambicioso” de Estambul a Helsinki, cubriendo todo el frente e incluyendo visitas a puertos de Suecia y Finlandia, los países que acaban de ingresar en la OTAN.
El comandante Santiago Martínez, con más de tres décadas de vinculación a la Armada, tomó el mando del buque en mitad de esta misión, que cada año permite demostrar capacidades y “la voluntad de trasladar a hechos las palabras de solidaridad con los aliados”. Todo ello, en el marco de las “actividades de disuasión” que la Alianza Atlántica ha empezado a desarrollar tras la “desgraciada invasión de Ucrania por Rusia”.
“El que España sea capaz de desplegar un grupo de combate con este potencial, con capacidad para actuar en tierra por parte de los infantes de Marina o a través de la aviación embarcada, proporciona la sensación de solidaridad a nuestros aliados que están más hacia el frente este”, apunta el máximo responsable del ‘Juan Carlos I’.
Con los “excelentes resultados” de Dédalo 2024 sobre la mesa, el buque insignia de la Armada ya está programando su despliegue del próximo año pese a que dentro de unos meses tendrá que salir del agua para su mantenimiento y mejora.
Una varada en la que está previsto actualizar el sistema de propulsión del barco, cambiando sus motores eléctricos por otros mejores y más fiables, mientras su tripulación sigue trabajando en el barco o formándose.
Serán “cinco o seis meses” en el dique seco para que este coloso marino con casi 20 años de historia pueda continuar su singladura como la joya de la corona de la Armada española. EFE
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