Las "peonzas humanas" vuelven a rodas en Anguiano por las fiestas de Gracias

Los danzadores de Anguiano realizan su tradición en las fiestas de Gracias, agradeciendo las cosechas y manteniendo vivas sus costumbres ancestrales con zancos y música en un ambiente festivo

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Eduardo Palacios

Anguiano (La Rioja), 28 sep (EFE).- La localidad riojana de Anguiano ha revivido este sábado una de las tradiciones más coloristas de esta tierra, la de los danzadores que bajan por una empinada cuesta sobre zancos de medio metro de alto, como si fueran peonzas humanas, pero en esta ocasión lo han hecho dentro de las fiestas de gracias del municipio.

Los municipios riojanos en general aprovechan el final de septiembre para sus fiestas de gracias, en las que la tradición manda que se agradezca a los santos del municipio que las cosechas han sido fructíferas; en Anguiano este rito se repite cada último sábado de este mes.

Una cita en la que los "zancos" vuelven a bajar, sin el bullicio del día grande de La Magdalena, cuando congregan a miles de espectadores en la cuesta por la que se tiran.

Pero este sábado, varios centenares de personas han presenciado la danza y han cumplido una labor fundamental en ella, la de impedir que los ocho jóvenes que se arrojan caigan al empedrado y también que puedan parar.

Algo que en ocasiones, como esta, no es del todo efectivo y depara que alguno de los danzadores caiga al suelo de forma violenta; uno de ellos ha tenido que ser atendido por un fuerte golpe en un brazo, al sufrir una caída, y probablemente será sustituido por otro joven del municipio en la última bajada del año, prevista para esta tarde.

Esta caída demuestra que la velocidad que alcanzan estos danzadores es de auténtico vértigo, dado lo empinada de la cuesta, además de obligar a estos jóvenes a realizar un prodigio de coordinación para levantar los pies, danzar y no perder el equilibrio.

No está claro el origen de esta fiesta, declarada de Interés Turístico Nacional, aunque hay referencias en archivos a ella desde el inicio del siglo XVII.

Como en julio, en el día de La Magdalena, un procesión, con los jóvenes todavía a pie, es el preludio de la reunión en la parte alta de la cuesta, que está coronada por unas escaleras, bajo las cuales se han agolpado varios centenares de personas.

Luego los danzadores, uno tras otro, han bajado girando por las escaleras vestidos con una falda amarilla de altos vuelos y un corpiño de colores mientras tocaban las castañuelas al son de dulzainas y tambores, confiando en que el público pudiera contribuir a pararles al final de la cuesta, como así ha ocurrido.

La parte del vestuario de los danzadores que siempre llama más la atención de los espectadores, junto a la colorida falda al vuelo por las vueltas, son sus vertiginosos zancos de 50 centímetros, más la espiga, realizados con madera de haya en la cercana ciudad de Nájera.

 Mantener la tradición

Uno de estos danzadores es el Pablo Muñoz (Logroño, 2001), ha explicado a EFE antes de iniciar la danza que "aunque en esta ocasión no haya tantos visitantes en el pueblo, para nosotros lo importante es mantener la tradición" que "es por lo que todos hacemos esto".

Este joven, quien ejerce de titular desde 2017, ha explicado que la preparación para ser danzador comienza en la Escuela de Danza, donde “desde los 5 o los 6 años empiezas a ponerte zancos más pequeños y practicas" hasta que le correspondió ser uno de los danzadores que bajan la cuesta "de verdad" en tres ocasiones, ya que a la de este sábado y La Magdalena se suma la fiesta de la patrona del pueblo en mayo.

“Lo más difícil es mantener una línea recta y no irte hacia los lados, además de no marearte y mantener la tranquilidad, lo que es bastante complicado", ha subrayado Muñoz, para quien, "durante las primeras veces, lo peor son los nervios y no estar acostumbrado a bailar por las piedras”.

El único participante en esta tradición que no lleva zancos ni baja las cuestas es el cachiberrio, un papel que este realiza Martín Quintanar (Anguiano, 1961) tras 9 años sin ejecutarlo, y cuya función, ha indicado a EFE, es “ayudar a los danzadores en la procesión, mantenerlos en orden y recitar unos versos a Santa Magdalena” tanto a la entrada de la procesión en la ermita del pueblo como a la salida.EFE

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