Las paredes del Alcázar tocan las palmas al Pele, y David de Arahal las adorna con acordes

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Fermín Cabanillas

Sevilla, 21 sep (EFE).- Manuel Moreno Maya, ‘El Pele’. Cordobés por más señas. Setenta vueltas al sol cuenta ya el cantaor que se anunciaba esta noche como una de las estrellas de una noche redonda de flamenco y Bienal en Sevilla, con las paredes del Real Alcázar como testigos y un auditorio lleno.

Un auditorio de los de antes, de los de sentarse por orden de llegada, sin entradas numeradas, o de disfrutar del espectáculo de pie, o pasear entre un edificio milenario oyendo cómo José Antonio Rodríguez, otro cordobés, arrancaba su guitarra con una nana bajo la luna sevillana, anunciando que el elenco de invitados iría saliendo poco a poco.

Por orden, juntos pero no revueltos, han ido desfilando, flamencos como pocos, el propio Rodríguez, intérprete y compositor de piezas como la soleá o la rondeña que sus manos han sacado de su guitarra, en un minirecital de unos 40 minutos, porque , en realidad, lo de esta noche en el Alcázar no ha sido una actuación, sino tres en otras tantas piezas, separadas, por cierto.

De blanco y recio

Ya con la noche cerrada ha aparecido en el escenario ‘El Pele’, cantando para reconciliar a los flamencos de siempre con su flamenco, con guitarra y palmeros, aunque el guion anunciaba el violín de Emilio Martín, que no ha comparecido finalmente.

“Que Dios os guarde a los buenos aficionados al flamenco”, ha dicho el cantaor cordobés al público, al que, antes de cantar de pie, como pocos flamencos hacen todavía, y con esa voz recia forjada a golpe de peñas, ha lanzado un mensaje cifrado: “Gracias a los que han puesto su granito de arena para que esto siga adelante, que es lo único que nos queda”.

Anunciaba unas seguiriyas y se despedía con unas alegrías, pero no se fue del todo, porque tenía ganas de ver bailar a Antonio Canales, y se sentó en un lateral del patio de butacas, con una gorra roja -la anterior era blanca- para ver bailar al sevillano, que acaba de anunciar que 2025 será su año de despedida de los escenarios.

Punto y aparte antes de hablar de Canales para mirar a su izquierda, donde estaba David de Arahal. Nacido en el pueblo que le da apellido, en la Campiña sevillana, no hace ni seis meses que enamoró al público de Nueva York con su guitarra, y a día de hoy pasa por ser uno de los elegidos para ocupar el Olimpo de las seis cuerdas, donde están Manolo Sanlúcar, Paco de Lucía, Tomatito o Vicente Amigo.

Con su inseparable banquito en su pie derecho, David Rodríguez Romero, nacido en el pueblo que más aceitunas produce el mundo hace 24 años, no toca la guitarra, la acaricia, y no interpreta, recita. No es raro que festivales y teatros de medio mundo se peleen por tenerle en sus carteles. Quedan solo dos años para que David tenga espectáculo propio en la Bienal de 2026. Tiempo al tiempo. Fin del punto y aparte.

“Ven aquí, Pele”

Antonio Canales jugaba esta noche en casa. Y se nota. Cuando uno está ante su gente, juega con ventaja, y él lo sabía. A un año de su despedida, sus muñecas siguen haciendo giros imposibles en el aire mientras el tacón retumba como un trueno, y su baile es el mismo, pero madurado, de aquel chaval que se buscaba la vida durmiendo al raso en Madrid.

Tal es su arte, porque el que tuvo retuvo, que hasta el Pele, sin micrófono y desde el patio de butacas ha querido cantar para jalearle, y Canales le ha pedido que suba al escenario para ver en vivo a un duo complicado de repetir, si no fuera por noches como esta.

Ha sido una noche de flamenco del de toda la vida, sin más adornos que unas cuerdas, unas palmas y la luna del Alcázar sevillano. Más de mil almas la han disfrutado en vivo, y al final de eso se trata, de disfrutar, que para eso creo el hombre la cultura y Dios creo al Pele. Lo que la Bienal ha unido que no lo separe nadie. EFE

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