Àlex Gutiérrez Páez
Barcelona, 20 sep. (EFE).- Carles, de cinco años, selecciona una fresa, una manzana y un plátano, los coloca dentro de su batidora de juguete y, tras pulsar un botón adaptado a la poca movilidad de su pulgar, la máquina se enciende y mezcla las frutas mientras el pequeño aplaude en señal de aprobación: otro batido exitoso.
Triturar frutas es algo habitual en su día a día, tanto en unos talleres de su colegio como en la zona de juegos infantiles del Hospital Vall d'Hebron de Barcelona, donde juega con otros niños con juguetes que, a diferencia de otros entornos, están adaptados a sus necesidades y le permiten cumplir sus sueños.
Carles es uno de los niños que disfruta del juego adaptado a sus necesidades motrices, sensoriales y cognitivas gracias al proyecto 'En el hospital también jugamos', que promueve el juego en pacientes con diversidad funcional y que está impulsado, entre otros, por Vall d'Hebron.
"El juego es imprescindible para el crecimiento y desarrollo de todos los niños, incluso para aquellos con dificultades motrices, sensoriales o cognitivas. Si no pueden jugar, pierden opciones de desarrollo", afirma la doctora Romy Rossich, pediatra de la Unidad de Hospitalización Pediátrica de Vall d'Hebron.
En el proyecto también colabora la iniciativa 'Jugar es Obligatorio', promovida por Fundación Orange, la Fábrica de Palabras y la Universidad Castilla-La Mancha, encargados de recibir juguetes de niños que ya no los usen para adaptarlos a otros con necesidades especiales y darles así una segunda vida.
"Cualquiera que tenga un juguete en casa lo puede enviar especificando el tipo: los llevamos a uno de los 18 puntos de adaptación de juguetes que hay en España y lo hacemos llegar a aquellos niños que más los puedan necesitar", detalla Sol Solís, directora de La Fábrica de Palabras, centro dedicado a la alfabetización de personas con necesidades comunicativas.
A raíz de esta cooperación, se han entregado más de 30 juguetes adaptados a Vall d'Hebron para promover el juego dentro del hospital, independientemente de las barreras que tengan los niños.
Una necesidad, una adaptación
En la sala de juegos de Vall d'Hebron, Carles juega tranquilo, sentado en una pequeña mesa donde sigue preparando sus deliciosos batidos, mientras los gemelos Anna y Alessandro, de 18 meses, vuelven loca a su madre, que debe perseguirlos mientras corren con sus perros y dinosaurios de juguete.
"Ellos no quieren que les ayude, cuando lo intento se enfadan. Por ahora no necesitan mucha adaptación en sus juguetes, pero agradezco que surjan proyectos como este porque en un futuro puede que lo necesiten", relata Ludovica, madre de los gemelos, que nacieron a las 28 semanas con un retraso madurativo.
Anna es la más inquieta de toda la estancia: se apropia de dos perritos de juguete y empieza a pasear con ellos por la sala, mientras su hermano Alessandro se desliza por el suelo con un camión de bomberos.
Ahora que la iniciativa está en marcha, Vall d'Hebron iniciará un estudio para evaluar el impacto que tienen los juguetes adaptados en los tratamientos de terapia ocupacional, fisioterapia y logopedia, así como en el bienestar físico y emocional de los pacientes.
"El juego es uno de los principales factores de cohesión social en la infancia y estas adaptaciones especiales permiten a niños con distintos desafíos jugar con otros que no los tienen", argumenta Francisco Moya, profesor titular de la Universidad de Castilla-La Mancha.
Democratizar el juego
Otro de los objetivos de 'En el hospital también jugamos' es concienciar sobre el hecho de que los juguetes adaptados que están en el mercado son, en general, más caros que los convencionales.
En este sentido, Sol Solís asevera que algunos de los niños que participan en sus sesiones para mejorar el lenguaje "no tienen las mismas posibilidades de juego que el resto" y que "cuentan con tan solo diez juguetes adaptados a sus habilidades motrices, con unos precios muy altos".
"Los juguetes adaptados son una forma de incluir a mi hijo en la sociedad y de facilitarle la vida. Carles es un niño muy social y le gusta participar con el resto de compañeros, pero tiene una discapacidad que no le permite jugar de la misma forma que ellos", lamenta Sara Dalmau, madre del pequeño.
Mientras tanto, Carles sigue añadiendo frutas a su batido y, cuando lo termina, lo reparte entre todos los presentes, que coinciden en una cosa: ¡está riquísimo!. EFE
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