José Luis Ramudo
Lugo, 13 sep (EFE).- Reunir fondos para afrontar la necesaria restauración del patrimonio histórico no siempre es sencillo. De hecho, casi nunca lo es. Los mecenas no abundan y las necesidades son demasiadas. En muchas ocasiones, la rehabilitación llega tarde e importantes piezas o inmuebles, testigos mudos de nuestra historia y de nuestro pasado, se pierden para siempre.
En otras ocasiones, es la lucha titánica de gente anónima, de vecinos que se niegan a renunciar a ese legado, lo que permite su conservación para las generaciones venideras.
Fue la perseverancia del párroco, José Río, la que hizo posible la restauración del retablo barroco de la iglesia de San Pedro de Cadoalla, en el municipio de Becerreá (Lugo), un templo ubicado en la conocida Vía Künig -que recibe su nombre del monje alemán Hermann Künig, autor de la guía de peregrinos medieval que recoge este itineario a Santiago- cuyo origen se remonta a finales del siglo XII o principios del XIII.
Para conseguir los fondos necesarios, el sacerdote puso en marcha una serie de acciones para tratar de incentivar la colaboración económica de los vecinos. Una de esas iniciativas, no carente de humor, consistió en colocar carteles de "Se busca" en la propia parroquia. En su caso, no para dar con delincuentes perseguidos por la Justicia, sino a "santos" que ayudasen con sus donativos a la rehabilitación del retablo barroco del templo.
Otra de esas iniciativas fue preparar una cápsula del tiempo, que quedó colocada detrás del propio retablo el pasado 5 de agosto, a las diez de la mañana. En ella fue depositada la lista de donantes, así como cartas de las autoridades eclesiásticas y civiles, el proyecto de restauración e incluso ejemplares de distintos periódicos.
"Incluimos el proyecto de restauración y la lista de donantes. También hablamos con el alcalde, el presidente de la Diputación y el responsable de Cultura de la Xunta de Galicia para que nos enviasen cartas valorando esta iniciativa", explica José Río.
Al final todo ese esfuerzo tiene su recompensa. Gracias a todas esas acciones, la parroquia logró reunir algo más de 16.000 euros, aportados por más de una treintena de donantes, el dinero necesario para la rehabilitación del retablo.
Después de muchas semanas de trabajo, la obra de restauración ha podido completarse. El retablo estaba "realmente muy mal, muy deteriorado”, a causa de la humedad, el paso del tiempo e incluso un pequeño incendio, pero ahora ha quedado “perfectamente rehabilitado”.
La cápsula del tiempo permitirá que, dentro de algunos siglos, el nombre de los arrimaron el hombro para que la restauración fuera posible sea recordado. EFE
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