Vierna (Cantabria), 23 ago (EFE).- El antaño lenguaje de las campanas ha vuelto a resonar este sábado en la localidad de Vierna, en Cantabria, de la mano de expertos tocadores para recordar el significado de aquellos sonidos que anunciaban en los pueblos un fallecimiento, advertían de peligros, o indicaban el descanso del mediodía en las peonadas.
Son ecos del pasado de la España rural que entusiastas, mayores y niños, procedentes de Zamora, Burgos o Valencia han revivido durante un encuentro que, desde hace 22 ediciones, acoge esta comarca cántabra de tradición campanera con la misión de recuperar y homenajear este toque manual declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco desde hace dos años.
Así lo explica a EFE el fundidor y maestro campanero, Abel Portilla, quien proporciona las materias primas y el espacio para que la experiencia posibilite el relevo generacional y, además, se den a conocer las variantes melódicas de cada foco poblacional.
"Las campanas son instrumentos que lo mismo sirven para poner a la gente triste como contenta", ejemplifica Portilla en alusión al repicar por la celebración de festejos o, por el contrario, doblar con motivo de una defunción.
También se trataba del mejor medio de comunicación en los pueblos, carentes de radio o televisión, de cara a conocer lo que acontecía en función del sonido que se proyectaba tras el toque del metal.
Algunos eran habituales, como la llamada a consejo para que todos los vecinos acudieran a la plaza del pueblo o avisar de la presencia de lobos, y otros se relacionaban más con creencias para ahuyentar las tormentas y evitar el desastre en las cosechas.
Con un amplio legado familiar en la fundición de campanas, Portilla reconoce, a sus 65 años, que habrá creado con sus propias manos unas 5.000 unidades. De hecho, se postula como defensor acérrimo de esta metodología frente a la fabricación industrial.
Y asegura que cada vez hay más detractores de la ejecución en serie porque, al ser campanas tan "perfectas" y "no desafinar", suenan como si fueran "digitales" y pierden la esencia de "trasmitir" el alma de lo natural.
"Los oficios tienen que ser vocacionales. Cuando veo a algún artesano en la televisión lo primero en lo que me fijo es en sus manos, porque así sé si son de los míos o, por el contrario, le gusta más el dinero", sostiene Portilla.
Sobre alguna obra especial en su trayectoria, el maestro elude los grandes proyectos y prefiere los encargos "humildes", como los de los habitantes de un pueblo que suman entre todos sus ahorros para renovar el viejo campanario de la iglesia.
No obstante, en estos momentos trabaja en la elaboración de un carillón de 30 campanas que se situará en una torre de Holanda y que será, según asegura, el "único" fundido fuera de las fronteras de este país, considerado una de las cunas de este tipo de instrumentos.
Precisamente, hasta su taller se ha trasladado el carillonista holandés Erik Krabbenbos para aprender el oficio de creación artesanal de las campanas desde la base, dado que allí la práctica totalidad de la producción es industrial.
"Es como meter la marcha atrás en la vida", subraya Portilla, porque desde los Países Bajos se está facilitando con becas que sus ciudadanos se desplacen hasta talleres artesanales en el extranjero.
El propio Krabbenbos ha sido el encargado de abrir el encuentro de toque de campanas con un concierto de carillón y estará presente en su taller hasta diciembre. EFE
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