Laura López
Madrid, 16 ago (EFE).- El trato es el siguiente: el migrante que lleva viviendo en España al menos dos años en situación irregular se compromete por escrito a formarse en alguna profesión demandada por el mercado laboral y, a cambio, obtiene los papeles; primero para residir mientras estudia y, después, si consigue un empleo en aquello en lo que se ha formado, para trabajar.
Este viernes se cumplen dos años desde que entró en vigor la figura del arraigo para la formación, un recurso que generó muchas expectativas entre el aproximadamente medio millón de personas que se estima que viven en España en situación irregular.
Este suponía, 'a priori', una forma más rápida y accesible de regularización pero, aunque entre expertos y afectados se sigue viendo como una "ayuda" y una "buena noticia", la fórmula no ha cumplido del todo con las expectativas.
Se presentó como una buena alternativa para aquellas personas que vivían en la irregularidad y no podían acceder al resto de figuras de arraigo, para las que hay que haber vivido en España más tiempo y/o existen otros requisitos, como un contrato de trabajo, una relación laboral de dos años o un vínculo familiar con un español.
Según los últimos datos del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, desde que la medida entró en vigor el 16 de julio de 2022 hasta finales de 2023, un total de 23.097 personas han accedido a este recurso.
Estas han pasado, de media, dos años y medio en situación de irregularidad, un periodo significativamente inferior respecto a otras figuras de arraigo, en el que se suelen superar los cuatro años.
Pero de los 23.097 que han visto concedido el arraigo para la formación, apenas 1.347 han conseguido un contrato laboral una vez terminados sus estudios.
El perfil de beneficiario es el de un hombre de 25 a 34 años, y el país de origen más frecuente es, con diferencia, Marruecos (11.002), seguido de Colombia (2.608), Argelia (1.339) y Senegal (1.282).
El presidente de la Asociación Marroquí para la Integración de Inmigrantes, Ahmed Khalifa, explica en una conversación con EFE que esta figura fue vista, en un primer momento, como "una salvación" y "un gran alivio para muchísimas personas".
Sin embargo, a la hora de tramitarlo detectaron una gran "confusión" por parte de las oficinas de Extranjería y diferencias de criterios incluso entre provincias de la misma comunidad autónoma.
Superado el caos burocrático, Khalifa explica que es muy común que las personas que solicitan este arraigo consigan el primer permiso de residencia para hacer la formación pero no superen la segunda fase, para la que hay que presentar un contrato de trabajo en la misma ocupación para la que han sido preparados en un periodo determinado de tiempo.
"Sirve para regularizar la situación de muchas personas pero es una regularización muy a corto plazo, después lleva a la irregularidad de nuevo porque los requisitos que se piden, muchas personas no los pueden cumplir", explica el portavoz de la asociación, para quien esta figura sigue siendo "una buena noticia" a pesar de estos problemas.
Para entonces, los migrantes ya suelen haber alcanzado los tres años de residencia continuada en España y optan por el arraigo social.
Ahmed Guelai, de 54 años, llegó a Málaga en 2022 después de toda una vida entre su natal Marruecos y Melilla, donde trabajaba de manera informal haciendo "chapuzas" y resolviendo averías, labor por la que se ganó el mote de "Ahmed el técnico", según relata en una entrevista con la Agencia EFE.
Este año decidió solicitar el arraigo para la formación, con el que ya ha conseguido un permiso de residencia de un año y ha pedido plaza en dos cursos, uno de fontanería y otro de limpieza de grandes superficies, que empiezan en septiembre.
De momento, el arraigo ya le ha dado la tranquilidad de vivir en España de forma regular y la felicidad de poder viajar a Marruecos a visitar a su madre, de 86 años, a la que hacía cinco años que no veía.
Es consciente de que aún le queda camino por recorrer pero ve el futuro con optimismo: "Saldré adelante y podré conseguir mejor calidad de vida", vaticina.
El abogado y portavoz de Extranjeristas en Red Paco Solans coincide en que la creación de esta figura "despertó bastante ilusión" al principio, pero su implementación fue "bastante caótica" por parte de las oficinas de Extranjería.
Él también ha observado que un porcentaje muy alto de personas consiguen el primer permiso de residencia para hacer la formación pero después "poquísima gente" completa el proceso que les lleva a la autorización de trabajo, por lo que, en la práctica, sirve como "fórmula de transición" hacia el arraigo social.
El tejido empresarial español también vio como positivo la creación de esta figura porque estaba diseñado para enlazar formación y empleo y "hacer aflorar la economía sumergida", explica a EFE el técnico del Departamento de Empleo, Diversidad y Protección Social de la CEOE Jorge Marín.
Pero también para ellos la "euforia" del principio se ha deshinchado: "Ha servido, pero no ha tenido el impacto que esperábamos", analiza Marín.
Más seguridad jurídica, que se unifiquen los criterios en todas las oficinas de Extranjería de España y que se permita trabajar mientras se hace la formación son los grandes puntos de mejora a implementar para este experto.
Para quien sí ha funcionado esta figura es para aquellas personas que la han solicitado bajo el paraguas de entidades sociales como Cáritas, que crean alianzas con empresas para garantizar que, si todo sale bien, los solicitantes tendrán un contrato de trabajo al finalizar su curso.
Fue lo que le ocurrió a la colombiana Erika Lizeth Paz, quien después de cinco años en situación irregular accedió a este arraigo gracias a la entidad católica y, con él, pudo formarse en atención sociosanitaria para personas dependientes y trabajar atendiendo a personas mayores en sus domicilios.
"Es un respiro a todo el tiempo que estuve esperando este momento, no veía la hora de ponerme a trabajar", relata esta joven, madre de dos hijos de 11 y 7 años para quien esta solución ha sido "una luz" en su vida después de años sin ver una salida.
Ahora, con la "tranquilidad" y la "estabilidad" que le puede dar a sus hijos, ve con buenos ojos su futuro y el de su familia, que ya no imagina fuera de España, donde seguirá formándose y estudiando, lo que siempre había querido. EFE
lll/ros
(Recursos de archivo en www.lafototeca.com cód: 22021864 y otros)