Roca Rey abre la puerta grande y Juan Ortega hace el toreo de clase en Santander

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Juan Antonio Sandoval

Santander, 25 jul (EFE).- Los pitones de Lirón rozaron en el saludo a la verónica las tibias de Roca Rey, que volvió a apretarse en el quite por saltilleras. El peruano brindó a Cayetano, en agradecimiento al quite salvífico del año anterior en este mismo ruedo.

De rodillas, con dos cambiados por la espalda, rindió la plaza. El de El Puerto de San Lorenzo traía la cogida presentida en su acostarse y soltar la cara. Andrés atornilló las zapatillas y engarzó la serie cumbre por la derecha, trazo largo y muleta siempre puesta en la cara para conjugar el verbo clave: ligar.

Desde ahí le costó remontar a la faena, más allá de otra espaldina y un intento de circular. Bramó la plaza con el volapié, inapelable por la rectitud de vela en la arrancada y la colocación de la espada, justo allí donde muere el morrillo (oreja).

La agresiva movilidad del sexto no se lo puso fácil a Roca Rey. Hasta los circulares parabólicos no conectó con la gente. Antes de este epílogo, entre largas pausas entre series, solo hubo una diestra en la que gobernara de verdad el voltaje de la embestida. El puñetazo sobre el morrillo puntuó hasta la oreja que franqueaba la puerta grande.

Venturoso, de pocas carnes, se venía por dentro, los pitones buscando la esclavina del capote de Juan Ortega, que no pudo lucirse hasta la obertura de muleta con dos trincheras de lujo que casi nadie vio. Más allá de las rayas del tendido 3 empezó a reducirlo. A parar el tiempo a derechas.

Cayó la faena cuando el toro marcó su querencia a los adentros. La clase de Ortega la elevó otra vez por derechazos. Embrocados con embrujo enclasado, algunos al ralentí, otros enganchados. El punteo del toro se hacía difícil de limpiar, también en los monumentales ayudados por alto y por bajo, sabrosísimos.

El norteño público de Cuatro Caminos valoraba al alza las perlas que iba engarzando el torero sevillano. En la última ronda lo llevó a puro pulso con las yemas de los dedos, grabando el toreo lento en la retina del aficionado.

Tras una estocada un punto delantera que mató rápido, el presidente, Juan Bautista Calahorra, negó una oreja de ley pedida por la mayoría.

Al quinto le enjaretó Ortega unas tafalleras de cuño muy personal, con la pierna flexionada, puros tacto y cadencia. Se le dormían las muñecas y los pulsos a Juan en los doblones iniciales. Es la suya una lentitud que desafía las leyes de la física. Tan bella, además.

Un desarme quebró el cierre de una serie zurda plena, feliz por la limpieza del muleteo. Le faltaba vibración al noble Pardillo. Otra trinchera magnificente selló la categoría de la obra hasta la oreja, esta vez sí concedida.

A Joyero le pegaron demasiado en el caballo, dado su limitado poder. Nunca se salió de las telas. Cayetano se templó en series cortas e intermitentes.

El cuarto, el más chico del encierro, tuvo la nota positiva de la duración. Y así se extendió con él Cayetano, en labor voluntariosa de calidades muy medianas.

FICHA DEL FESTEJO:

Plaza de Toros de Cuatro Caminos de Santander. Sexta del abono de la Feria de Santiago. Cinco toros de El Puerto de San Lorenzo y uno (6º) de La Ventana del Puerto, desiguales de presentación.

Cayetano: Metisaca, estocada trasera, silencio; estocada arriba atravesada, aviso, tres descabellos, silencio.

Juan Ortega: Estocada una chispa delantera, petición, vuelta al ruedo; estocada casi entera desprendida, oreja.

Roca Rey: Estocada, oreja con petición de la segunda; aviso, estocada desprendida, oreja. Salió a hombros por la puerta grande.

Lleno de “no hay billetes”. EFE

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jas/jdm

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