Teresa Gimpera, la musa de la modernidad en la España del ocaso franquista

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Hèctor Mariñosa

Barcelona, 23 jul (EFE).- Modelo publicitaria y de pasarela, actriz de cine, teatro y televisión, presentadora y empresaria, todas esas facetas y alguna más jalonaron la intensa vida de Teresa Gimpera, aunque será especialmente recordada como referente de la modernidad, la belleza y la elegancia en una España que se despojaba de la etapa franquista.

Una imagen que se condensa en la icónica fotografía que le hizo Xavier Miserachs en 1966 para el cartel de la discoteca Boccacio de Barcelona, el templo de la denominada 'gauche divine', en el que Gimpera reinó rodeada de intelectuales, escritores, fotógrafos, músicos o arquitectos de ideas progresistas y opuestos al régimen.

Teresa Gimpera reconocía que gran parte de las muchas cosas que hizo en la vida fueron “por casualidad”, y así empezó como modelo publicitaria, después de que un compañero de su marido, que trabajaba en publicidad, le propusiera posar para un anuncio de cerveza.

Fue la primera campaña de otras muchas que vendrían en la época del consumismo desarrollista, algunas a través de la cámara del reconocido fotógrafo Leopoldo Pomés, y en las que Gimpera promocionaba desde las famosas burbujas de un cava catalán, hasta bañadores, cortinas, cocinas, mantas, medias o calcetines, con anuncios en los que su rostro y su consejo bastaban para vender un producto, incluso sin la necesidad de mostrarlo.

Aunque todos le decían que era muy fotogénica, Teresa Gimpera nunca se consideró una diva ni especialmente guapa cuando era joven, pese a que ya superada la treintena y madre de tres hijos se presentó a dos concursos de belleza que le llevaron a ser proclamada Lady España y Lady Europa en 1969.

Gimpera, que había debutado en el cine en 1965 con 'Fata Morgana', de Vicente Aranda, llevaba en esa época una frenética actividad cinematográfica -en 1968 llegó a rodar hasta once películas- unos filmes que en la mayoría de los casos no se caracterizaban por su calidad y que han caído en el olvido.

La carrera de Teresa Gimpera hubiera podido cambiar si Alfred Hitchcock, tras hacer un 'casting' para el director británico en Los Ángeles, la hubiera escogido para interpretar a un personaje de la película 'Topaz', Juanita de Córdoba, una puertorriqueña morena y pasional en el que ella misma no se veía, un papel que le hubiera abierto el camino para hacer varios rodajes con la productora estadounidense Universal.

Pese a todo, Gimpera será recordada por haber sido la musa de la Escuela de Barcelona, protagonizar con Fernando Fernán Gómez la aclamada 'El espíritu de la colmena', de Víctor Erice, por formar parte de un reparto internacional de un filme sobre el libro 'Diez negritos', de Agatha Christie, o por integrar el elenco de 'El largo invierno', junto a Vittorio Gasman, Elizabeth Hurley o Adolfo Marsillach.

Se consideraba "feminista" por cuanto en la sociedad franquista en la que le tocó vivir, en la que las mujeres debían "pedir permiso para todo" a sus maridos, ella era "completamente autónoma e independiente", además de haber decidido dejar a su primer marido por el actor norteamericano Craig Hill, una decisión que en aquel momento en España implicaba que una mujer podía ser llevada a la cárcel.

Teresa Gimpera pasó también por la terrible experiencia de ver morir a su hijo Joan, que falleció a los 28 años, víctima de las drogas y el sida, tras una lucha de más de una década contra su adicción, y de tener que cuidar hasta su muerte a su segundo marido, aquejado de alzhéimer, unos años devastadores que marcaron también su vida.

Una larga vida en la que hubo tragedias y también muchos momentos felices, vivencias que la mayoría de la gente no ha tenido, reconocía Gimpera, quien en su libro autobiográfico solo expresó un deseo para el momento de su muerte: quería que le pintaran los labios como en un día normal. EFE

hm/jls

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