La clase de un Bañuelos catapulta a Ginés Marín hasta la puerta grande de Santander

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Juan Antonio Sandoval

Santander, 22 jul (EFE).- Un solo capítulo exitoso tuvo el sexteto ganadero de Antonio Bañuelos en la tercera de abono de la Feria de Santiago. Pero fue tanta la calidad de Satélite, al que desorejó Ginés Marín, que merece ocupar puesto de honor y candidatura a uno de los toros más bravos del ciclo.

Ginés Marín, en situación necesitada de un triunfo de resonancia, volvió a encontrar en su feudo de Santander el trampolín hacia una mejor situación en el escalafón; un nuevo argumento en la pelea por abrirse paso hasta los escasos puestos que ofrecen las cartelerías de las ferias prefabricadas.

Manejó generoso y con clase el capote en el que repetía el codicioso Satélite, por verónicas en el saludo y chicuelinas en el quite. Brindó a Morante de la Puebla, que ocupaba una localidad en el tendido 2.

Hasta que no cogió la muleta con la zurda no se elevó la categoría de aquello. Excelsa la embestida, plena de ritmo, entrega y largura. El bañuelos colocaba la cara y perseguía los flecos de la muleta sin descanso, orbitando en torno a un Ginés que tuvo en la ligazón su mejor virtud.

Por la otra mano no se dio el mismo acople. Pronto se fue a por la espada, flotando la duda de si la clase del toro no pedía seguir reventándolo al natural.

Donde no hubo reparo alguno que poner fue en el trance de la suerte suprema. Arrancó el matador más derecho que una vela, en rectitud total. Fue aquello un choque de trenes con final feliz. Perdiendo la muleta enterró el acero hasta la empuñadura, compitiendo con Emilio de Justo por la estocada de la tarde. Dos orejas.

El sexto se descordó al rematar en un burladero. En su lugar salió un sobrero de la misma ganadería titular, vacío de carnes y de poder. Ginés invadió sus terrenos hasta dejarse rozar la taleguilla por los pitones, queriendo redondear aún más una tarde que ha de servirle como reivindicación de cara a las empresas.

Marchosito levantó un murmullo admirativo. Muy hondo, de amplio morrillo, esférica culata y testa rizada para darle aún más seriedad. 649 kilos coronados por dos pitones engatillados. Toro de plaza de primera que no regaló nada.

Emilio de Justo, la honestidad por bandera, quiso darle a cada muletazo la curvatura que el Bañuelos no permitía, tan corto su viaje. Los pitones viajaron a la altura del corbatín no pocas veces. Soportó parones, miradas aviesas, el hacer hilo. Un esfuerzo titánico ante un animal de peligro sordo, más por falta de clase que por maldad declarada, que se lo pensaba antes de poner en marcha su corpachón acorazado.

La serie de naturales que le robó supo a gloria. Además, lo mató de categoría, volcándose sobre el morrillo a pesar del previsible cabezazo. La espada, en el mismísimo hoyo de las agujas. Actuación importante por la entrega ante un torazo que lo vendió muy caro. Y esta vez, con la petición de oreja en la frontera de la mayoría, el palco aplicó el Reglamento a rajatabla, cuando solo la estocada merecía premio. Con las orejas que se han visto por estos pagos…

Emilio recordó en el quinto a Manzanares padre por lo bajísimo de las manos en el quite por Chicuelo. Antes, las verónicas de mentón hundido que abrochó con media parabólica fueron auténticas esculturas. Como los ayudados por bajo que prologaron un nuevo esfuerzo por limpiar los muletazos ante los testarazos y la cara por las nubes.

Mostró su buen momento, además, por la pureza, entrega total y abandono al citar, siempre el cuerpo hundido en la arena; por su apuesta firme ante una embestida desigual, con el exquisito bamboleo exento de toques fuertes como señuelo para tratar de engatusarlo; y, a pesar de un primer pinchazo, por un nuevo gran espadazo.

Sebastián Castella, con casi todo ya hecho y dicho en el toreo, compareció en Cuatro Caminos con la ambición de un novel. Tan intenso fue su afán que se extendió en exceso con Palomo Rojo, que así se llamó el primero. Un toro sin fuerzas, apenas picado, al que pareció encelar dejándole el engaño en la cara en una primera ronda diestra. Pero no había veta que seguir explotando.

De igual manera aconteció, hasta escuchar dos avisos, en el cuarto. Pero con mejor resultado artístico a pesar de las embestidas a la altura del palillo. Se dio un arrimón de órdago en las cercanías que con tanta solvencia frecuenta. Quedó por encima de un lote sin opciones.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Cuatro Caminos de Santander. Tercera del abono de la Feria de Santiago. Siete toros de Antonio Bañuelos, el sobrero jugado como sexto bis. Primero, sin fuerza; segundo, complicado; de gran clase el tercero; de embestida anodina el cuarto; brutote el quinto; parado el sexto bis.

Sebastián Castella: Pinchazo, aviso, estocada desprendida, silencio; estocada desprendida, aviso, descabello, segundo aviso, nuevo descabello, saludos.

Emilio de Justo: Gran estocada arriba, petición, saludos; pinchazo, estocada una chispa desprendida, aviso, ovación.

Ginés Marín: Estocada arriba, dos orejas; estocada caída, palmas. Salió a hombros por la puerta grande.

Saludaron en banderillas José Chacón y Antonio Chacón.

Casi tres cuartos de entrada en tarde soleada y ventosa.

EFE

1011400

jas/nac

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