Se cumplen 20 años de la muerte de Antonio Gades, una de las grandes figuras del flamenco que supo internacionalizar el baile. Su faceta como artista y su compromiso con la revolución cubana se desvelan en el libro Antonio Gades. Arte y revolución, que acaba de publicar el escritor y periodista argentino Julio Ferrer (La Plata, 1976), un autor fascinado por la personalidad del bailaor, del que mañana se cumplen veinte años de su muerte. El escritor asegura que ‘arte y revolución’ no son “indisociables en Gades porque fue un artista revolucionario en todos los sentidos”, explicó.
Ferrer asegura que tres momentos claves le llevaron hasta Gades. Le descubrió en su adolescencia al ver la película Bodas de sangre’ y en ese momento quiso emular su elegancia y capacidad de seducción. El segundo “relámpago” con Gades (Alicante, 1936-Madrid, 2004) fue cuando su hija descubrió al bailarín a través de sus películas y comenzó a interesarse por el flamenco. El tercer vértice de conexión con el coreógrafo fue cuando supo que el bailaor era un hombre de izquierdas y revolucionario. “Y ya, me fascinó en su totalidad”, afirma.
“La vida y obra de Antonio Gades merece ser contada para que las generaciones futuras puedan descubrir a un artista que revolucionó el escenario con su danza, su dramaturgia y sus coreografías, convirtiéndolas obras de arte para todo público”, explica.
A su arte, Ferrer suma su compromiso político con causas sociales en distintos puntos del planeta lo que le convierte “en un personaje emblemático, hasta novelesco, digno de contar su historia”. Al autor le fascina el poder de superación del bailarín. Recuerda que salió de la pobreza a base de sacrificio, estudio, pasión, talento y mucho trabajo. “A pesar de no terminar los estudios primarios, logró tener una formación política e intelectual sólida”.
Gades era un gran lector, le gustaba el cine y las artes plásticas; era querido y admirado por el poeta Rafael Alberti, Picasso, Dalí, el actor y director Vittorio Gassman, el bailarín Rudolf Nureyev o Laurence Olivier.
Ferrer asegura que las entrevistas la hija mayor de Gades, María Esteve, con su viuda Eugenia Eiriz y con compañeros del artista como Cristina Hoyos o el pintor Antoni Miró, entre otros, le han ayudado a descubrir al Gades más humano, generoso, amigo de sus amigos, pasional y batallador de causas justas.
Sus cuatro obras principales y coreografías son para Ferrer su testamento artístico y político. Desde el Don Juan, donde el personaje cuestionaba los “dogmas religiosos e hipócritas de la nobleza”, que Gades adaptó -argumenta- con un concepto marxista de transformación social, a Carmen donde plasmó su filosofía sobre la emancipación de la mujer.
Recuperó Bodas de Sangre, de Federico García Lorca y su última gran obra Fuenteovejuna gira sobre el abuso de poder, la organización y rebelión popular frente a las injusticias de los poderosos, el rol de la mujer en la sociedad y el honor. Además, subraya que el bailarín fue un vanguardista al hacer convivir en armonía el baile flamenco y la danza clásica.
La admiración de Julio Ferrer por el artista tiene un apartado personal vinculado a que ambos, argumenta, proceden “de familias que sufrimos la tragedia del terrorismo de Estado”, ya que parte de la familia del autor se encuentra entre los desaparecidos durante la dictadura militar de 1976-1983, “y seguimos luchando por la memoria, verdad y justicia”.
"La voz de Antonio Gades siempre estuvo con los humillados y olvidados de cualquier rincón del planeta", sentencia. "Un artista comprometido con su tiempo, un hombre ético e insobornable. Un hombre imprescindible".
Y concluye Ferrer, “un símbolo de lucha, libertad, arte y revolución. Un artista creativo e innovador, con obras que trasciendes épocas y fronteras”.
Fuente: EFE