Cantabria, ante la mayor presencia de osos en sus pueblos: ¿problema u oportunidad?

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Santander, 17 jul (EFE).- Cantabria trabaja en la actualización de su plan de conservación del oso pardo, que tiene más de treinta años, en busca de la "coexistencia" de esta especie, que ha visto aumentada su población, con los habitantes de los núcleos rurales, en los que cada vez es más habitual su presencia.

Propuestas como organizar campañas de divulgación o trabajar para convertir su avistamiento en un recurso turístico son algunos de los planteamientos que han llevado este miércoles los alcaldes de los municipios cántabros en los que la presencia de esta especie es más habitual y la Fundación Oso Pardo a la reunión convocada por el consejero de Desarrollo Rural, Pablo Palencia, para abordar esa actualización a través de la colaboración y el diálogo con los agentes que viven en el territorio.

Antes de la reunión, en un encuentro con periodistas, Palencia ha incidido en que, en treinta años, la situación del oso pardo ha cambiado con un aumento del número de ejemplares en toda la Cordillera Cantábrica y un incremento paralelo del turismo en las zonas que habita esta especie.

Esto ha producido un incremento de los avistamientos y la interacción del oso, que baja a comer a los núcleos rurales con el hombre, lo que, ha admitido, provoca "alarma social", a pesar de ser una especie que "casi nunca ataca".

De hecho, el consejero ha subrayado que, en lo que va de año, sólo se han producido dos avistamientos en la región, aunque el alcalde de Cabezón de Liébana, Jesús Fuente, ha asegurado que en su municipio han sido "seis o siete" y ha incidido en que no se ha producido ningún tipo de ataque, porque "no es su comportamiento".

"Es más la sensación de alarma que genera en los ciudadanos y por eso queremos poner en marcha medidas: reunirnos para, con tiempo y de una manera preventiva, afrontar y resolver este problema", ha explicado.

Ante la pregunta de si este animal es" un problema o una oportunidad", Pablo Palencia ha defendido que se trata de una "realidad" porque "existen osos en Cantabria y, queramos o no, hay que diseñar medidas para la coexistencia, porque no deja de ser el animal salvaje que está en lo más alto de la pirámide".

Por ello, ha incidido en la necesidad de poner en marcha medidas para que no se convierta en un problema y pueda coexistir con la ganadería extensiva y, en general, las personas que trabajan y viven en el medio rural.

Sí lo ve como un problema el alcalde de Cabezón de Liébana, uno de los municipios cántabros con mayor presencia de osos en el entorno de los Picos de Europa, quien ha señalado la "alarma" que existe entre los vecinos porque "está todas las noches" por el pueblo, a donde baja en busca de la comida "fácil" de los cerezos.

Fuente ha explicado que hace un mes se vio a una hembra con dos crías y hace tres días a un macho grande: "no es nada agradable porque, al fin y al cabo, es un animal salvaje y no sabes cómo va a reaccionar" aunque "de momento no ha pasado nada".

Con una visión "positiva" se lo plantea el alcalde de la Hermandad de Campoo de Suso, Pedro Luis Gutiérrez, en cuyo municipio el oso se ha convertido en un "vecino más" por su presencia habitual, lo que en su opinión refleja la "calidad" del paisaje y atrae cada vez a más turistas a la comarca que alberga la estación de esquí de Alto Campoo.

Por ello apuesta por aprovechar el oso pardo como un recurso económico para "poner en valor" con presencia de la especie aunque organizando campañas de concienciación "para que la gente se mentalice" y "los visitantes entiendan que no están en un parque temático o en el parque de la Naturaleza de Cabárceno".

El director de la Fundación Oso Pardo, Guillermo Palomero, ha abundado en esta opción recordando que existen estudios de la Universidad de Oviedo que demuestran que el oso ofrece un "atractivo económico" y que, por sus características, la Cordillera Cantábrica permite la observación y el disfrute de la especie.

Palomero ha apostado, además, por aplicar medidas que alejen a los osos de los núcleos rurales como plantar frutales a cierta distancia para que no bajen a comer en las fincas habitadas y, en el caso de ejemplares más habituados a la presencia humana, otras más contundentes como disparar balas de goma, para que entiendan que es "una mala idea" lo que hacen y vuelvan al monte. EFE

fb/ppm

(Foto)(Audio)(Vídeo)

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