Paula Boira Nacher
Madrid, 28 jun (EFE).- "Las personas LGTBI romaníes no somos ningún animal mitológico, existimos". Con estas palabras, Demetrio Gómez recogió esta semana el premio Arcoíris del Ministerio de Igualdad al activismo LGTBI interseccional, un reconocimiento que aprovechó para reivindicar la necesidad de visibilizar a esta parte del colectivo y reconocer la doble discriminación que sufren.
Gómez es uno de los más de 660.000 gitanos que viven en España. Es, además, homosexual, dos características que le han convertido en un reconocido activista romaní y LGTBI que denuncia la "absoluta falta de visibilidad" y la discriminación de su comunidad.
"Sufrimos una discriminación interseccional: de un lado, recibimos el rechazo de la parte más conservadora de nuestra comunidad, y del otro, los problemas más graves los tenemos por el antigitanismo del resto de la sociedad. Cuando tu comunidad no te acepta, piensas que la población LGTBI sí lo hará, pero a veces la población LGTBI blanca no tiene esa solidaridad y empatía para entender a otros grupos", lamenta.
Gómez advierte, no obstante, de que "esto no significa que toda la población gitana sea homófoba". "También tenemos historias positivas", asegura en declaraciones a EFE el activista, quien explica que la discriminación hacia las personas LGTBI existe en todos los grupos de la sociedad.
Así pues, los gitanos LGTBI enfrentan un doble rechazo: por su etnia, pero también por su orientación sexual o identidad de género. Si son mujeres, el machismo suma a esta discriminación una tercera capa.
"Yo, además, tengo una cuarta. Por mujer, por gitana, por lesbiana y por percusionista, un instrumento de hombres", enumera Noelia Heredia, "La Negri", conocida cantaora de flamenco, activista feminista y LGTBI.
Heredia reconoce que "hace falta un micrófono o una pluma para decir que estamos aquí", porque, en sus palabras, "parece que somos invisibles, aunque no somos distintos que los demás y tenemos las mismas necesidades que cualquier persona LGTBI".
Sobre la supuesta existencia de una mayor discriminación hacia el colectivo LGTBI dentro de la comunidad romaní, el activista Juan David Santiago asegura a EFE que los gitanos "en materia de diversidad afectivo sexual y de género contamos con los mismos defectos y virtudes que el resto de la sociedad"·
"Hemos detectado que, afortunadamente, la comunidad gitana presenta cada vez más un carácter aperturista ante esta realidad, especialmente cuando le toca a uno mismo", asegura Santiago, primer gitano en formar parte de la ejecutiva de la FELGTBI+ y actual presidente de Diversitat, la asociación LGTBI más grande de Alicante.
Coincide con él María del Carmen Cortés, abogada de la Fundación Secretariado Gitano, quien señala que "la homofobia es un problema social estructural que afecta a personas gitanas y no gitanas, igual que el racismo o el machismo".
"La persecución de personas LGTBI es independiente de la etnia a la que pertenecen", recuerda Cortés, quien apunta que esta problemática no tiene que ver con "cuestiones culturales".
En esta línea, Gómez muestra malestar por la utilización de la población LGTBI romaní que ha tenido "situaciones negativas" con su familia u otras personas de la comunidad "para encender más el antigitanismo o asentar estereotipos falsos".
"Es un truco que tiene la sociedad mayoritaria blanca para presentarse como si fueran seres de luz o una comunidad perfecta con valores súper admitidos, señalando como bárbaros a los otros", asevera.
Sobre esto, el activista romaní relata todas las veces que le han dicho que "ser gay y ser gitano debe ser terrible". "Igual es peor ser maricón y nacer en una familia del Opus Dei o en un pueblo pequeñísimo del interior de España", resalta.
Más allá de la discriminación dentro y fuera de la comunidad, uno de los principales problemas a los que se enfrentan los jóvenes LGTBI gitanos es a la falta de referentes.
Este fue el caso de Jennifer Rubí, mujer trans gitana que en su niñez sufrió la falta de modelos a seguir. "En aquel tiempo las referentes eran la Veneno o Bibiana Fernández, pero referentes gitanas no encontré", rememora.
"Mi familia ni siquiera sabía que existían las transexuales, habían oído sobre gays y lesbianas, pero la palabra trans no sabían definirla o separarla de travestis o dragqueens", explica Rubí, quien asegura que durante aquella etapa se sintió "muy confusa" pese a contar con el apoyo de su madre, que la acompañaba al psicólogo para "entender qué me pasaba".
Su padre no lo llevó tan bien, lo que propició que perdieran el contacto durante varios años. "Hoy me quiere y me acepta como soy", asegura.
"Me dieron calor y protección, temían que me fueran a hacer daño. Gracias a mí ahora ellos han abierto su mente y entienden muchas cosas que antes no entendían", celebra Rubí, quien ha pedido a las niñas trans que se encuentren en la situación que ella pasó "que no tengan miedo porque siempre tendrán la ayuda de alguien". "No estáis solas en este proceso, es muy duro pero vale la pena", les ha prometido.
Una de esas niñas fue Heredia, quien reconoce que, cuando se dio cuenta de que era lesbiana, "no había tanta información como ahora". "Me lo callé como muchas otras personas, sentía que era distinta de mis primas o hermanas, pero también de mis compañeras de clase no gitanas", explica la cantaora, que viene de una familia "muy tradicional".
"Ahora me escriben o me llaman primas para preguntarme cómo lo cuentan en casa", resalta la artista, que celebra que cada vez "haya más gitanos que han dado un paso al frente".
La propia naturaleza del pueblo gitano va muy unida a esta necesidad de ser uno mismo abiertamente, como explica Heredia, quien subraya que "el pueblo gitano siempre ha estado perseguido y ha valorado mucho la libertad".
"Decidí no dejar de ser gitana por ser LGTBI", reivindica la cantaora, que antes de tomar esa decisión pasó unos años marcados por el "miedo" y el "tabú".
La identidad es también muy importante para Santiago, quien reseña que "la gitanidad te la da la propia comunidad, de ahí que para nosotros sea muy importante no desprendernos de nuestra familia y nuestro entorno".
"Parece que si uno es gitano no puede ser otra cosa", se lamenta el activista, quien critica que "para muchos gitanos acabas siendo el maricón, mientras que para los amigos payos eres el gitano".
En esta línea, Santiago aduce que "no tenemos por qué renunciar a ninguna de estas identidades: somos gitanos, pero también personas no normativas en cuanto a nuestra orientación sexual o identidad de género".
"La sociedad camina hacia adelante y no se puede parar. Los jóvenes gitanos están teniendo, si no tantos referentes gitanos, que es lo que intentamos crear, al menos una apertura de plantearse las cosa de otra manera", celebra Gómez. EFE
pbn/ra