La batalla de Teruel, el Stalingrado español

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Alfredo Valenzuela

Sevilla, 23 jun (EFE).- Un carro de combate soviético avanzando por un campo nevado en plena refriega es la imagen de cubierta de "Teruel. El Stalingrado español", narración histórica pormenorizada de una de las batallas más cruentas de la Guerra Civil, que ha publicado Alfonso Casas Ologaray, especializado en ese periodo histórico de Teruel.

La única diferencia entre ese carro de combate y los que participaron en Stalingrado es la leyenda que lleva en su torreta, "Viva Madrid", pero el frío distinguió ambas batallas -en la de Teruel se descendió hasta los 18 grados bajo cero- y la violencia de los enfrentamientos no debió ser muy distinta, desde el cuerpo a cuerpo a los disparos artilleros a corta distancia y al empleo de minas.

En Teruel, doscientos mil soldados de ambos bandos combatieron durante dos meses -de mediados de diciembre de 1937 a mediados de febrero de 1938- por la posesión de una ciudad de poco más de trece mil habitantes, y los combates en el casco urbano, que quedó devastado, fueron de una ferocidad extrema, mientras que en los alrededores se midieron las mejores unidades de ambos ejércitos.

Incluido en la colección 'España en Armas', íntegramente dedicada a obras -muchas de ellas inéditas o nuevos estudios, como este caso- sobre la Guerra Civil por la editorial Renacimiento, este estudio de algo más de trescientas páginas no da respiro en su lectura por la descripción de las situaciones tan tremendas que se sucedieron a lo largo de la batalla.

Teruel fue la única capital de provincia que el ejército republicano logró conquistar durante la guerra, en una operación que, al distraer fuerzas franquistas, trataba de evitar la caída de Madrid, con lo que el éxito inicial de la ofensiva, explotado propagandísticamente por el Gobierno republicano, duró poco ante el contraataque sin cuartel de los franquistas, que reconquistaron la maltrecha ciudad.

Tanto la ofensiva inicial del Ejército republicano, que agrupó sus mejores medios consciente de lo que se jugaba en la batalla, como la férrea defensa de la guarnición franquista, que se hizo fuerte en un par de edificios del centro histórico hasta adquirir tintes heroicos, fueron tan violentas como el posterior contraataque y la defensa ya inútil por parte de los republicanos.

Del carro de combate soviético de la cubierta de su libro, Alfonso Casas ha dicho a EFE que se trata de un modelo "T-26" y que en Teruel esos carros se enfrentaron con otros idénticos que el ejército de Franco arrebató a los republicanos en batallas o escaramuzas previas.

Casas ha asegurado que las tácticas de la Guerra Civil se parecían más a las de la primera guerra mundial que a las de las segunda y que los carros de combate se emplearon como mero apoyo de la infantería y no como un arma autónoma o punta de la lanza de lo que posteriormente se denominó 'guerra relámpago'.

Teruel fue tan trascendente que concitó las visitas de los líderes republicanos Indalecio Prieto y Negrín y del general Vicente Rojo, jefe del Estado Mayor republicano, y de Franco y sus principales generales, Aranda, Yagüe y Varela, además de las del fotógrafo Robert Capa, del escritor en funciones de periodista Ernest Hemingway y hasta del cantante de jazz Paul Robeson, que llegó a España para animar a la Brigada Lincoln.

Casas, autor de otra media docena de libros sobre la Guerra Civil en Teruel y Aragón, ha recopilado durante treinta años testimonios directos de personas que vivieron o intervinieron de un modo u otro en la batalla, como el de la poeta Jane Durán, hija del músico Gustavo Durán, amigo y compañero de la Residencia de Estudiantes de Lorca y Dalí y quien llegó a mandar una división durante la batalla.

El general Aranda, ha recordado Casas, dijo que Teruel quedó en tablas, pero Franco, al término de los combates, conquistó territorio tras la inmediata batalla de Alfambra, en la que se produjeron las últimas cargas de caballería de la historia militar española, y dejó a su ejército preparado para emprender una ofensiva generalizada en todo el frente de Aragón.

Los republicanos cumplieron su objetivo inicial de rebajar la presión sobre Madrid, pero el coste, según Casas, fue muy elevado por el enorme desgaste tanto de medios como de tropas que sufrieron, ya que se calcula que el número de bajas en cada bando fue superior a 40.000 entre muertos, heridos, desaparecidos y prisioneros.

 Como muestra del encarnizamiento de los combates Casas ha dicho que el 98 por ciento de los edificios del casco histórico de Teruel quedaron destruidos o dañados, y como rasgo principal de la batalla uno en el que coinciden todos los testimonios que ha recogido: el frío. EFE

av/erv/prb

Recursos de archivo en www.lafototeca.com Cód: 1878667, 1878652, 256112, 255530

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