Refugiado LGTBI: "Mi madre me dijo: prefiero un hijo lejos que un hijo muerto en Colombia"

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Laura López

Madrid, 20 jun (EFE).- Después de una infancia y parte de su juventud marcada por la discriminación y las amenazas por su lucha por los derechos LGTBI en su país, el colombiano Hugo Ronald recuerda perfectamente el momento en que vio que su única salida era abandonar su tierra y pedir asilo en España.

"Mi madre me dijo: 'prefiero tener un hijo lejos que un hijo muerto en Colombia'", relata Hugo Ronald Ramos (Barranquilla, Colombia, 1979) en una entrevista telemática con la Agencia EFE desde Sevilla, ciudad en la que vive desde que llegó a España hace un año y medio.

Ramos creció pensando que no podría salir del armario "jamás" y, cuando por fin lo consiguió a los 24 años, decidió dedicar su vida a que los niños, niñas y adolescentes de su zona no tuvieran que pasar lo que él pasó.

Para ello fundó la asociación 'Sucre Diversa', una entidad dedicada a educar en diversidad en escuelas y universidades en la zona de Sucre, un territorio de la costa ubicado a unas cinco horas de Barranquilla y marcado por la violencia ejercida por las FARC y sus disidencias.

"Creo que en dos o tres años volveremos a la misma situación de 20 años atrás. Ya estamos escuchando carros bomba, este año ya han sido 79 líderes sociales asesinados y el año pasado casi llegamos a los 400", comenta Ramos sobre la situación allí.

La amenaza de estos grupos era tal que acabó acostumbrándose a ir acompañado de cuatro policías y dos camionetas blindadas que lo escoltaron durante 15 años, pero el colmo fue cuando uno los agentes que debía protegerle fue a su casa y lo amenazó con un revólver para que retirara una denuncia que había interpuesto contra él por discriminación.

"Estás arriesgando tu vida por ayudar a mucha gente y ayudar al país cuando el país realmente no te cuida", resume el activista, que decidió volver entonces a su ciudad natal sin saber qué hacer hasta que su madre le dibujó la única salida posible.

Barranquilla-Bogotá, Bogotá-Madrid y Madrid-Sevilla bajo el supuesto de pasar unas vacaciones de 15 días, tiempo que en realidad usó para pedir asilo en España, eso sí, previo pago de 180 euros para conseguir una cita con la que formalizar su solicitud ante la falta de posibilidades por la vía regular.

Al terminar la entrevista con la Policía, en la que el solicitante expone sus circunstancias y motivos para pedir protección, uno de los agentes le acompañó hasta la puerta le dijo: "no te preocupes que ya está, ya tienes libertad".

"Uf, y la verdad es que se desmorona uno... me desmorono porque no era consciente real del riesgo que corría", recuerda el refugiado en esta entrevista sin poder evitar que sus ojos se vuelvan a inundar de lágrimas.

En el año y medio que Hugo Ronald lleva en España, dice no haber tenido ningún problema de LGTBIfobia: "al contrario, es una paz, una libertad, una tranquilidad... que se me olvida que soy gay porque no me lo están recordando", explica este migrante con una sonrisa que ahora ocupa toda su cara.

Trabaja en el servicio de atención al cliente de Ikea, un trabajo que consiguió con ayuda de un convenio entre la empresa y la oenegé Accem, que le ha ayudado en todo el proceso de solicitud de asilo y a empezar su nueva vida en España.

Dedica buena parte de su tiempo a seguir liderando la entidad que fundó hace 12 años, para la que busca constantemente nuevos convenios y alianzas, ya que "los recursos en Colombia para el sector social LGBTI son miserables", y también apoya a compatriotas que han recorrido en mismo camino que él en busca de protección.

Si echa la vista atrás, no se arrepiente de nada y se da cuenta de que "callarse" nunca fue una opción: todo parece merecer la pena cuando, por ejemplo, ve que un joven que recibió uno de sus talleres en la escuela está haciendo ahora sus prácticas universitarias en diversidad sexual y de género.

Para él, son pequeñas semillas que ha plantado con su sudor para hacer del futuro de Colombia un lugar mejor: "ya tengo a la juventud completamente llena de respeto, lo malo son los de 25 años para arriba", señala.

Sobre su vida personal, no cree que vuelva a pisar su país porque tiene miedo, así que luchará por traer lo que le falta: "Estoy libre y tranquilo y tengo paz y libertad, pero mi familia está allá y no puede salir a la calle con un teléfono en la mano a hablar tranquilamente porque allá te apuñalan primero y te lo roban después", lamenta. EFE

lll/jlg

(foto)

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