Laura Camacho
Madrid, 9 mar (EFE).- "El 11M fue el Leviatán de las emergencias, pero pudimos con el monstruo". Quien pronuncia esta frase es Alfonso del Álamo, el director general de Emergencias y Protección Civil del Ayuntamiento de Madrid que lideró la respuesta de cientos de profesionales sanitarios, bomberos o policías que consiguieron salvar vidas en la magnitud de la tragedia.
Ya jubilado, Del Álamo, este médico experimentado y curtido en intervenciones en países como Guinea Ecuatorial o Nicaragua, apenas llevaba seis meses al mando de las Emergencias de la capital cuando el 11 de marzo de 2004 vivió las 42 horas más largas de su vida que ahora veinte años después rememora en una entrevista con EFE.
"¿Seguro que es un atentado?, le respondió al jefe de bomberos que a las 7.45 horas, cuando estaba a punto de salir de casa, le alertó de que había estallado una bomba en la estación de tren de Santa Eugenia.
Minutos después el jefe del Samur le informó de que había habido una explosión de Atocha. "No ha sido en Atocha, es en Santa Eugenia", le intentó aclarar, pero ese responsable le sacó inmediatamente de la confusión. "Estoy llegando a Atocha, hay montado un tremendo lío, la gente sale a la calle despavorida".
Ya en el coche de servicio en dirección a Atocha otra llamada le alertó de otra explosión de El Pozo. A las 8.01 llegó a Atocha, "el descenso a los infiernos de Dante", califica Del Álamo que tiene la imagen grabada de la neblina que cubría el espacio y la sensación de irrealidad porque "no había sonido, aquello estaba paralizado".
Los uniformes amarillos -sanitarios del Samur- ya estaban trabajando, habían empezado a movilizar heridos y a trasladar heridos a una zona segura, pero había cadáveres en un segundo vagón, en la vía también. "¿Pero bueno esto qué es?, pensó mientras el teléfono no paraba de sonar con el inicio del goteo de muertes.
Las primeras horas fueron muy intensas y, a pesar de que se habían vivido atentados etarras con muchas víctimas en Madrid y el protocolo de activación de llamadas estaba previsto y se siguió a la perfección, el 11M tenía otra dimensión.
Se activaron todas las ambulancias, las que estaban en taller con un faro roto y las de otras administraciones, y se avisó a los proveedores de que suministraran de urgencia material como gasas, goteros o monitores.
"La industria se portó de maravilla", agradece, igual que las empresas de alimentación que empezaron a enviar servicios de catering.
Casi cuatro horas después, Del Álamo recuerda que desde el CICOIN -un sofisticado autobús dotado de medios técnicos necesarios para gestionar una crisis- se dio por finalizada la primera parte de la emergencia.
Al medio día los sanitarios habían atendido a más de 700 heridos, de los que 247 ingresaron en los hospitales como críticos tras ser estabilizados en el lugar. "Eran heridos amputados, con lesiones pulmonares y vitales que hubo que estabilizarlos para salvarles la vida".
"Sin duda alguna los servicios de emergencias salvaron vidas de una forma clara y precisa gracias a su profesionalidad", subraya Del Álamo, que recuerda que un veterano funcionario del Samur subió al centro de operaciones móvil y dijo. "Creo que hemos podido con ello".
Más de 75 médicos, otros tantos enfermeros, 150 técnicos sanitarios, voluntarios de Protección Civil, más de mil policías municipales, bomberos... "sacamos a la calle todo lo que había".
Y fue gracias, asegura Alfonso del Álamo, al "único aliado" que Madrid tuvo en la masacre, la hora, porque el turno saliente aún estaba disponible.
Sobre la mayoría de decisiones que se adoptaron, destaca tres aciertos: improvisar un hospital del campaña en el polideportivo Daoiz y Velarde, donde se ha realizado esta entrevista, centralizar en el 112 las llamadas de las familias y trasladar a los fallecidos a Ifema.
La primera fue adoptada por un técnico de emergencias después de la bomba de la calle Téllez. Las unidades constataron que había heridos muy graves, pero no era una zona segura y había que salir. Los bomberos tiraron una tapia junto a las vías y ciudadanos y otros efectivos los trasladaron al centro deportivo, donde fueron auxiliados unos 70 heridos, la mayoría por médicos que viajaban en los trenes.
Mientras, el Ministerio de Agricultura se convirtió en un centro de gestión de la crisis con los responsables políticos de Madrid y del Gobierno central.
"La conexión entre los uniformes y las corbatas (los políticos) fue fundamental", destaca Del Álamo, que cita al alcalde de Madrid Alberto Ruiz-Gallardón, y al concejal de Seguridad Pedro Calvo como los responsables que tomaron las acertadas decisiones de habilitar el 112 para las familias e Ifema como anatómico para identificar a los fallecidos y recibir a las familias.
Aquel pabellón 6 fue un "océano de dolor", rememora Del Alámo, donde era "imposible no llorar", pero también un lugar donde cientos de personas se volcaron por un lado en identificar a las víctimas -en 36 horas se habían entregado 126 cadáveres a las familias- y, por otro, en acompañar a todas esas personas que esperaban noticias.
Del Álamo asegura que aquellas 42 horas imborrables demostraron que cuando todo parecía que se desmoronaba y que todo se venía abajo, un bloque de gente cuya obligación era ayudar, lo hizo por encima de su obligación. "Esto es para sentir orgullo, porque eso es de todos, no solo de los que estuvieron allí. Eso pertenece al pueblo de Madrid y a todos los españoles". EFE
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