Luis Argüello, el nuevo rostro social de la Iglesia

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Roberto Jiménez

Valladolid, 5 mar (EFE).- A Luis Argüello, nuevo presidente de la Conferencia Episcopal, se le entiende perfectamente cuando habla. Este abogado de 70 años, profesor universitario y arzobispo de Valladolid se caracteriza por su sólida formación, palabra llana pero firme y mano tendida para un mensaje fundamentado en el humanismo y la justicia social.

Argüello representa al sector conservador de la Iglesia en España frente a las posturas más progresistas y alineadas con el papa Francisco que encabeza el cardenal arzobispo de Madrid, José Cobo, que ha sido elegido vicepresidente de la CEE.

Conciliador y cercano, el nuevo presidente de la Iglesia Católica en España fue nombrado arzobispo auxiliar de Valladolid en 2016 y seis años más tarde, en 2022, titular de la archidiócesis donde prácticamente ha desempeñado su trayectoria en todos los escalones: un todoterreno.

No es nuevo en la Conferencia Episcopal. Allí llegó en 2018 como secretario general y portavoz, hasta 2022, de la mano de Ricardo Blázquez, ahora arzobispo emérito de Valladolid y entonces presidente de los obispos españoles.

En 2022, Argüello tuvo que renunciar al cargo un año antes de que venciera su mandato para suplir a su mentor, ya como titular de la archidiócesis.

Menos de dos años ha tardado en retornar, ahora como máximo responsable y con todas las bendiciones habida cuenta de la mayoría absoluta con que ha resultado elegido este obispo cuyo lema episcopal, (Veni lumen cordium/ Ven luz de los corazones), remite a la necesaria concordia entre iguales para alcanzar la meta de la justicia social.

Esta era la última oportunidad para Argüello de acceder al cargo de presidente. En mayo cumple los 71 años y, según los nuevos estatutos que entraron en vigor en la Plenaria de 2020, no se podrá elegir a ningún candidato que tenga ya 75 años y se "ruega encarecidamente" que no se opte por ninguno que vaya a cumplirlos en los próximos 4 años.

Rostro social

Toda la labor pastoral de este religioso nacido hace 70 años en Meneses de Campos (Palencia), un pequeño pueblo de la planicie terracampina, llana y diáfana como su discurso, conciliador pero firme, contundente aunque sin estridencias, ha ido dirigida a mostrar el rostro social de la Iglesia.

Culto y talentoso, fue premio Nacional de Bachillerato y de fin de carrera en la Universidad de Valladolid donde se licenció en 1976 tras vivir en sus aulas los últimos años del franquismo y el primero de la democracia, durante los cuales fue delegado de clase como testimonio de su temprana capacidad de liderazgo.

Su figura fue habitual en encuentros, reuniones, actos políticos y sociales en favor de los perseguidos y más necesitados, una obsesión de la que ya dio cuenta como primer presidente de la Comisión Justicia y Paz (Archidiócesis de Valladolid), pero también desde Cáritas al frente de una ardua labor de ayuda a drogodependientes.

La dignidad del hombre, su libertad, dignidad e igualdad ha pregonado desde su ordenación sacerdotal, en 1986, y antes como profesor de Derecho Administrativo en la facultad de Valladolid, recién licenciado a los 23 años, cuando pasó del pupitre al estrado sin solución de continuidad.

Este marchamo de solvencia tuvieron en cuenta todos los obispos de Valladolid, desde José Delicado que le impuso las manos, hasta Ricardo Blázquez quien realmente se dio cuenta del talento y aportación cuando le nombró su mano derecha en la archidiócesis y durante alguna de sus etapas al frente de la Conferencia Episcopal.

Desde rector del seminario hasta la organización de asuntos económicos, ha dejado su impronta en todo el organigrama de la Iglesia en Valladolid, especialmente a partir de 2011 cuando fue nombrado vicario de su archidiócesis.

Los nuevos retos

Desde entonces, en todos los actos y cargos desempeñados, ha dejado constancia del necesario papel de la Iglesia ante los nuevos desafíos del actual mundo globalizado y en varias ocasiones ha recordado a los políticos su obligación de representar a todos, al margen de sus votantes.

Sobre el escándalo de los abusos a menores en el seno de la Iglesia, Argüello siempre ha criticado que se ponga el foco únicamente en esta institución y no en otros sectores de la sociedad.

Sobre el aborto y la eutanasia ha mostrado abiertamente su discrepancia.

Ha recordado a las instituciones su obligación de apoyar a los más necesitados, alertado sobre las nuevas clases de pobreza, ha llamado la atención sobre los excesos de la sociedad de consumo, advertido del peligro del culto al dinero y el individualismo sin tasa, y ha defendido la vida por encima de cualquier circunstancia.

La "ética sin fundamento", explicó hace meses durante una intervención, se encuentra detrás de todos los riesgos que en la actualidad, desde diversos estamentos y órdenes, erosionan la dignidad humana que siempre ha defendido este obispo por encima de corrientes, modelos y tendencias. EFE

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