La barca que cruza el Guadiana, historia viva que sobrevive 365 días al año

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Fermín Cabanillas

Sanlúcar de Guadiana (Huelva), 9 dic (EFE).- Ninguno de los 400 habitantes de Sanlúcar de Guadiana, en Huelva, recuerda desde cuándo hay una barca que cruza el río para llegar a Alcoutim, su vecina portuguesa al otro lado del río, pero, en la era de la tecnología más avanzada, este servicio se mantiene igual que décadas e incluso siglos atrás, con un barquero que trabaja de sol a sol.

Un servicio que se mantiene no solo en la esencia de cruzar el río en poco más de tres minutos (son solo 220 metros de recorrido), sino de realizar el viaje cada media hora, poder ir y volver por 2,50 euros, y llegar, además, a dos pueblos donde el coche se usa solo para ir a municipios vecinos, porque Sanlúcar y Alcoutim conservan el sabor de los pequeños lugares donde a todos sitios se va andando, donde todos se conocen, e incluso las familias están separadas, o unidas, por un pequeño brazo de río.

Es raro encontrar en Sanlúcar de Guadiana a gente que no tenga familia en Portugal, igual que en Alcoutim es complicado ver a alguien que no hable español, o ‘portiñol’, como allí llaman al idioma que sirve lo mismo para encontrar una farmacia, pedir un taxi o un bacalao con castañas, y por eso, en los dos pueblos hablan de que son “uno solo, con un río en la mitad de las calles”, como explica a EFE Lina, responsable de un restaurante llamado ‘Contrabandista’, en la orilla portuguesa del Guadiana.

Lo del contrabando da para un análisis, porque ‘Finca Contrabando’ se llama también un complejo rural en la orilla española que dirigen los hermanos Jariod, entre los que se encuentra una periodista onubense, Marta, que recomienda reservar con tiempo el pequeño transbordador, e incluso ha llegado a un acuerdo con su responsable, José Cavaco, para que los turistas puedan tomarlo y bajarse de él en el pantalán situado bajo su complejo rural.

Arriba, en la montaña, el Castillo de San Marcos domina toda la zona, y en sus carteles se explica que, como la vida misma, las relaciones entre los dos pueblos han dependido siempre de cómo se hayan llevado sus gobernantes, pero con el contrabando como eje de la vida pasada de la comarca hispanoportuguesa, como nexo entre dos municipios que hasta tienen, cada dos años, una feria dedicada a esta forma de “comercio” ya en desuso.

“Aquí todo está a diez minutos, de modo que el coche se queda aquí”, dice Marta Jariod para explicar cómo llegar al puerto de Sanlúcar, donde está el Ayuntamiento, que conserva el cartel de ‘Casas Consistoriales’ de antaño, con la modernidad que ha traído tener en su puerta un cargador de coches eléctricos, pero con el ambiente de esos lugares donde la vida va a otra velocidad, a esa velocidad a la que lo de menos es tener buena cobertura del móvil, que, según el antojo de las antenas, es española o portuguesa casi a ratos.

En el puerto espera la barca de ‘Fun River’, la empresa de Cavaco, la “heredera” de un servicio en el que lo único que ha evolucionado es el propio barco, que ha pasado de ser una barquita con un motor fuera borda a un catamarán que se pasa el día de orilla a orilla, sobre todo los fines de semana cuando llega el buen tiempo.

Sus barcos llegaron a este paseo en 2010, tomando el relevo de Luis Borges, que a su vez fue quien sustituyó a Gaspar, un vecino de Sanlúcar, con la premisa de que no solo realizan el paseo entre las dos orillas, sino que “se hacen pequeños cruceros por el Guadiana, se lleva a la gente río arriba o abajo, y se le enseña todo lo que el río ofrece, que es mucho”, explica Cavaco.

Pero, ¿cómo es posible que sobreviva con el paso de los años un servicio así, cuando hay cuatro pasos por carretera entre Andalucía y Portugal?. José Cavaco solo tiene una respuesta: “La constancia”, porque la empresa empieza a trabajar “el 1 de enero, y terminamos el 31 de diciembre, todos los días, pase lo que pase”, y solo frena si las condiciones meteorológicas no garantizan la seguridad de los viajeros.

Curiosamente, la Feria del Contrabando bienal tiene entre sus características que se coloca un pantalán que permite pasar a pie entre las dos orillas, pero eso no resta trabajo a Cavaco y sus dos trabajadores más, porque “hay gente que le da respeto, hasta miedo, pasar por el puente, de modo que seguimos trabajando”, y siguen así aunque, como este sábado, una manta de niebla haya amanecido sobre el Guadiana, o en invierno haya días en los que no hay demanda, pero el barco se mantiene en el puerto esperando para llevar aunque sea a una sola persona.

Algunos kilómetros al sur, el Puente Internacional sobre el Guadiana permite pasar a Portugal en coche, igual que hacia el norte, entre El Granado (Huelva) y Pomarao (Portugal), pero el barquito entre las dos orillas de Sanlúcar y Alcoutium sobrevive, es rentable y ya es casi una institución entre dos pueblos que aprendieron, hace mucho tiempo, que el Guadiana no es una frontera, sino una calle más entre sus casas, una calle de agua, pero una calle al fin y al cabo. EFE

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