María Alonso
Madrid, 20 sep (EFE).- Gemma es de Madrid, pero tras trabajar 15 años en una multinacional, se ha mudado a un pueblo de poco más de 1.500 habitantes; Eduardo, un chef mexicano, ha decidido no pagar un alquiler caro en la capital y crear su empresa desde un pequeño municipio de Castilla y León. Ambos rondan los 45 años y quieren decir adiós al estrés y los atascos: trabajar desde la España vacía gana adeptos gracias al 'coworking' rural.
En la última década, más de 6.200 municipios de los 8.131 que hay en España han perdido población. Según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, la despoblación es "eminentemente rural" y afecta "con mayor gravedad" a los pequeños municipios.
Carles Méndez, profesor de economía de la Universitat Oberta de Cataluña e investigador especializado en cotrabajo, explica a EFE que un remedio para combatir la despoblación puede venir de la mano del 'coworking' rural, una modalidad laboral que permite a profesionales independientes o emprendedores compartir un mismo espacio que, a diferencia de los 'coworkings' al uso, se sitúa en pequeños municipios.
"Creo fehacientemente que puede ser un impulso para revitalizar estas zonas, porque activa la rueda económica. Cuando 30 nuevas personas se establecen en un pueblo generan actividad económica y esto hace que aumenten los ingresos de la panadería del pueblo, del supermercado y abran más servicios", subraya.
UNA TENDENCIA AL ALZA EN UN SECTOR MAYORITARIAMENTE FEMENINO
Según indica Méndez, los primeros 'coworkings' rurales se crearon en 2013 y, que ellos tengan constancia, hay unos 45 en Cataluña y algo más de 15 en Castilla y León.
Señala que los trabajadores acuden a estas instalaciones fundamentalmente en periodos vacacionales, pero han observado que desde la pandemia alargan sus estancias y cada vez son más los que abandonan definitivamente las ciudades.
"Muchos espacios rurales han notado que ya hay más de un 30 o 35 % de personas que trabajan siempre desde allí", apunta.
En estos espacios se paga uno o dos euros al día -aproximadamente la mitad que en los 'coworkings' urbanos- y se proporciona una mesa de trabajo, internet, impresoras, una pequeña cocina y, por ejemplo, actividades de montaña, escalada o senderismo.
El perfil de quienes trabajan en estos espacios, según el investigador, es una mujer -unas seis de cada diez- que teletrabaja en una empresa tecnológica o es autónoma y emprendedora.
GEMMA DÍAZ: DE UNA MULTINACIONAL Y VIAJAR POR EL MUNDO A ASENTARSE EN MONTES DE OCA
Después de trabajar 15 años en una multinacional del sector informático, la madrileña Gemma Díaz decidió cambiar el rumbo de su vida en 2014 y dejar su trabajo y su ciudad natal.
"Decidí salir de allí y me dediqué a viajar, sobre todo por Asia, casi un año. Y ya entonces tenía claro que no quería volver a vivir en una ciudad, con el ritmo, el tráfico, el atasco...", cuenta a EFE.
Fue octubre de 2022 cuando se mudó a un pequeño pueblo en Montes de Oca (Burgos).
"Mi pareja y yo vimos la oportunidad de mudarnos a Belorado. Es una de las paradas del Camino de Santiago francés y, como él es masajista, pensamos que sería un buen lugar para montar un spa", explica.
Desde entonces está montando su propia empresa desde el 'coworking' de Prodoluengo, situado a 14 kilómetros de Belorado.
"Vi este coworking y me pareció espectacular. Me impresionó tanto que me compré un pisito al lado", sostiene.
Explica que ahora tarda menos de cinco minutos a pie en llegar a su trabajo y que ha ganado mucha calidad de vida.
"Lo más positivo para mí es tener mucho más tiempo libre. Puedo estar cerca de la naturaleza. Trabajo y me voy a pasear a la montaña. Vivo una vida más sencilla. Todo lo tengo a cinco minutos y en Pradoluengo hay todo tipo de infraestructuras. Todo es mucho más fácil", opina.
En el 'coworking', añade, otras de las ventajas es que, al compartir espacio con compañeros de otros ámbitos, se crean sinergias y, en ocasiones, desarrollan nuevos proyectos en común.
"En general, diría que trabajar en el 'coworking' rural es casi el 80 % beneficio", concluye.
EDUARDO KRANSKY: DE CIUDAD DE MÉXICO A UN COWORKING RURAL
Eduardo Kransky aterrizó en un 'coworking' rural hace dos años. Este chef de Ciudad de México cuenta a EFE que en la pandemia su situación económica empeoró. No le resultaba factible pagar un alquiler en Madrid, por lo que decidió mudarse con sus dos hijos al pueblo de su mujer, Pradoluengo.
Desde allí está creando una comercilizadora digital entre España y México y reconoce que, para él, el 'coworking' ha sido "un gran aliado" y que "difícilmente" habría encontrado "tanto apoyo" en otro lugar.
"Fue un llevar de la mano mi proyecto, impulsarlo, estar cobijado por gente que sabe y a todo momento me ayuda", cuenta.
Preguntado sobre qué diría a alguien que se plantee emprender, lo tiene claro: "Les diría que por salud mental se vinieran una temporada a un pueblo a aterrizar su idea, porque va a poder enfocarse en el proyecto y además es mucho más barato que cualquier otro lugar".
JAVIER RUIZ, TÉCNICO EN VARIOS COWORKING RURALES: "SIMPLEMENTE DECIMOS QUE EVALÚEN LOS GASTOS"
En esta misma línea, Javier Ruiz, técnico de emprendimiento en una red de espacios 'coworking' de la Sierra de la Demanda (Burgos) apunta a EFE que, cuando alguien le pide información sobre el cotrabajo rural, suele plantear la misma cuestión: "les pedimos que evalúen los costes de abrir su negocio en Madrid o Barcelona y en un pueblo donde tienes una casa por 230 euros y todo suele ser más barato".
Añade que en sus espacios también ofrecen cursos, talleres y asesoramiento personalizado.
"Ser emprendedor es muy solitario, nadie te lo facilita. Pero esa comunidad que se crea entre personas con las mismas inquietudes rompe la soledad", concluye. EFE
mam/aam
(Recursos de archivo en www.lafototeca.com cód 21435957 y otros)