Palmerston North (Nueva Zelanda), 19 jul (EFE).- La pasión de Nueva Zelanda por el rugby es innegable. En los bares, fotos de los All Black adornan las paredes, mientras que charlas de los últimos resultados son habituales. Pero poco a poco el país se rinde a la magia del fútbol y, entre la curiosidad y la simpatía, se sumerge al clima del Mundial femenino.
A 24 horas de la inauguración de la gran fiesta del fútbol global, en el Eden Park de la ciudad de Auckland, la nación oceánica parece haber abrazado, aunque tímidamente, la fiebre futbolística.
"Pese a que es un país donde el fútbol no es el primero ni el segundo deporte, hay mucha propaganda de la Copa del Mundo", y "realmente hay un intento de hacer que más gente se interese en acudir a los partidos", explica a EFE el brasileño Elias Leschewitz, quien vive desde hace casi cinco años en la localidad de Wanaka, a unas tres horas de Dunedin, una de las cuatro sedes del torneo.
Cada día miles de aficionados arriban para disfrutar de la cita mundialista, mientras que las grandes ciudades se tiñen de los colores de las 32 selecciones nacionales que disputarán este Mundial.
En el aeropuerto de Auckland, la principal puerta de entrada al país, centenares de turistas desfilaban por los pasillos luciendo orgullosos las camisetas de sus respectivos países.
Nada más desembarcar en la terminal internacional, los fanáticos eran recibidos por una gigante pantalla interactiva que les invitaba a sacarse fotos con la bandera de sus selecciones al fondo.
Asimismo, muchos esperaban en largas colas en búsqueda de vuelos de última hora, muchos de los cuales ya estaban agotados.
En un breve paseo por las calles de la mayor ciudad de Nueva Zelanda, que es también el cuartel general de la tetracampeona Estados Unidos, EFE pudo comprobar como varios niños exhibían sus peinados azules, emulando el icónico estilo de Megan Rapinoe.
"Soy estadounidense pero vivo en Australia con mi hijo. Hemos venido a Auckland para apoyar a EE.UU. pero sobre todo a ver Megan, ya que esta puede ser nuestra última oportunidad de verla jugando", dijo a EFE la arquitecta Amy Berger.
Ya en Wellington, el movimiento en las cercanías del estadio se ha intensificado en los últimos días, con decenas de fanáticos acercándose para asegurar sus entradas.
Asimismo, las principales avenidas de la capital neozelandesa se han convertido en una verdadera Babilonia, en las que se escucha inglés, español, sueco y hasta filipino.
Incluso en las cinco ciudades que no acogerán partidos -pero que sirven como bases operativas para los equipos- los cambios en la dinámica se han hecho sentir.
En Palmerston North, un pueblo de unos 76.000 habitantes que ha sido elegido por España como su cuartel general, la presencia de La Roja ha influido en la rutina de esta tranquila localidad.
"Suelo empezar a trabajar a las 6 de la mañana, pero desde hace unos tres días pasé a empezar a las 4 y luego trabajo hasta unas 6 de la tarde. Han sido días muy largos y cada vez más llenos. Solo esta mañana hice cinco viajes para recoger pasajeros en el aeropuerto, cuando normalmente hago dos por día", relata a EFE el taxista Stuart Timotaki.
Muchos de los letreros de los hoteles de la ciudad indican que ya no hay vacantes disponibles, mientras que los lugareños se esfuerzan para adaptarse a los "peculiares" hábitos españoles.
"Estamos operando con capacidad máxima ahora mismo, y eso es básicamente porque el equipo español está por aquí. Hemos alojado a varios periodistas, personal del torneo y también de la FIFA en los últimos días", dice a EFE la gerente de un concurrido hotel en el centro de la ciudad, que prefirió mantenerse bajo anonimato.
Ya el camarero Damien Johnston, del Barista Café, bromea que le gustaría "tener más personal" para atender a todos los visitantes recién llegados.
"La ciudad está más y más llena. Anoche tuvimos un día muy lleno y muy bueno, ha afectado nuestro negocio de forma positiva aunque me hubiera gustado tener más personal", afirma a EFE, y agrega que "más y más gente sigue llegando a causa del fútbol".
Y es que este simpático café, ubicado a pocos pasos de la plaza central de la ciudad, se ha convertido de forma inesperada en el punto de encuentro de la "comunidad española" que habita Palmerston North temporalmente, con jugadoras, periodistas y miembros del cuerpo técnico convirtiéndose en clientes habituales.
Ello porque es uno de los pocos establecimientos de la ciudad que sirve comida después de las dos de la tarde y opera hasta las 22.30 de la noche -un horario que, en Nueva Zelanda, se considera "casi madrugada".
"Me hace mucha gracia porque en los últimos días vino mucha gente a cenar o tomar un trago sobre las 9, 9:30 y les tuve que decir que ya no estábamos operativos", remata entre risas el barman Dunkan.
Nayara Batschke