Pilar Martín
Madrid, 26 jun. Triunfó en los años 50 y 60 en el cine y aunque el pudor la llevó a alejarse de ese mundo en los años del destape, Carmen Sevilla, "la novia de España", aprovechó ese tiempo para respirar y volver con fuerza a la televisión, donde sus despistes y desparpajo la convirtieron en la amiga o la abuela de España.
Gracias a ese desparpajo, a su belleza y el gracejo andaluz, con tan sólo 17 años Sevilla rodó su primera película, "Jalisco canta a Sevilla" (1948), el comienzo de una brillante carrera cinematográfica a la que puso fin tres décadas más tarde con "Rostros" (1978).
Trabajó con directores como Pedro Olea o Juan Antonio Bardem y deja para el recuerdo desde inocentes historias como "Violetas imperiales" (1952) a otras más subidas de tono como "Un adulterio decente" (1971) pasando por grandes producciones internacionales como "Marco Antonio y Cleopatra" (1972), junto a Charlton Heston, o "Rey de reyes" (1961) de Nicholas Ray.
Fue en la década de los 70, la etapa del destape, cuando Sevilla se enfrentó al declive de su carrera cinematográfica y al comienzo de su huida a la vida doméstica en una explotación ganadera de Badajoz, donde se dedicó a sus "ovejitas".
Un retiro que duró hasta que en 1991 llegó Valerio Lazarov, el culpable de que Carmen también sea recordada como la encargada de que el cupón de la ONCE se llamara "cuponsito" durante los seis años que presentó en Telecinco el Telecupón.
Dejó Telecinco pero la televisión continuó siendo su segunda casa con "Cine de Barrio", programa de TVE que presentó desde 2003 hasta 2010.
Reinventada y convertida en un personaje entrañable, Sevilla se apartó por completo de la vida pública después de dejar este programa debido al alzheimer, enfermedad que padeció también su madre, doña Flora, su compañera, su confidente, esa carabina que la acompañó por los platós y escenarios de medio mundo.
Y es que, Carmen Sevilla, en plenos años 60 y ya consagrada en España, se convirtió en una de las artistas más reconocidas internacionalmente.
Muestra de ello fue su actuación en el "Show de Ed Sullivan" en las navidades de 1965, programa donde el mítico conductor la presentó como una "estrella", y donde ella tras interpretar "Mis noches de Madrid" se dirigió a los espectadores en un correcto inglés.
Bailar, cantar, interpretar... daba igual lo que hiciera la belleza sevillana porque esos grandes ojos que guiñaba como nadie, esos sensuales movimientos de cabeza, y ese salero que encandiló a Estrellita Castro cuando Carmen sólo contaba 14 años le sirvieron para seguir pisando con garbo y tronío cualquier escenario.
Le valieron para eso y para romper corazones. Y no sólo los de sus dos maridos, Augusto Algueró y Vicente Patuel; sino los de otros hombres como Luis Mariano, con quien formó pareja artística, y quien estuvo profundamente enamorado de ella.
Aunque ese amor que le profesaba Luis Mariano no bastó para que acabara en romance y fue la diferencia de edad -ella tenía 19 y él 37 cuando se conocieron- la que hizo imposible esta historia en los años cincuenta, etapa que la propia actriz recordaba con "gran nostalgia".
En esta época aún faltaban años para que llegaran a su vida sus dos maridos, y en los años 50 Sevilla conoció a su primer gran amor, el torero mexicano Carlos Arruza, el gran rival de Manolete.
El diestro le propuso matrimonio, pero a cambio de que abandonara su carrera como actriz, algo que ella rechazó y volvió a su soltería.
Nones también le dio al mexicano Mario Moreno "Cantinflas", quien se enamoró de ella a primera vista y, pese a que la intentó encandilar con regalos costosos, ella, ni por esas, se rindió a sus encantos.
En plena juventud y asombrados los estadounidenses, los latinoamericanos y los españoles, lo que Carmen Sevilla siempre tuvo presente fue su España. Y por eso, la canción "Carmen de España" se convirtió en el mejor vestido que nunca pudo lucir.
"Yo soy Carmen la de España, cigarrera de Sevilla. Y a los guapos de Triana hago andar en coronilla", así cantaba y así se la recordará, como la guapa, la tierna, la pícara, la que encandiló a varias generaciones de personas que no dudaron en rendirse a su encanto andaluz. La Carmen de España, y no la de Merimée. EFE
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