
Finales de verano, últimos días de calor, de tardes de sol eterno y vacaciones, picaduras de mosquito y deseos de aventura. Así fueron los últimos días de dos chicas jóvenes que fueron asesinadas a finales de agosto en un crimen ocurrido hace muchos años en un camping perdido entre las montañas y que una pequeña comunidad de campesinos en Italia envolvió en un halo de silencio durante décadas. Hasta que un día cualquiera, madre e hija se ven obligadas a volver sobre ese suceso y esa herida cerrada a la fuerza para intentar entenderse en sus inseguridades y romper el muro de silencio erigido alrededor de la violencia machista.
Este crimen basado en hechos reales se convirtió en una “obsesión, una urgencia narrativa” para la escritora italiana Donatella Di Pietrantonio, a la que Infobae España entrevista durante su visita a Madrid. Y es también la premisa de La edad frágil, su premiada novela ganadora del Premio Strega 2024, el galardón más importante de narrativa en lengua italiana. En ella, Di Pietrantonio se asoma al abismo y a la fragilidad de las relaciones madre-hija y a ese sentimiento de culpa que muchas mujeres cargan sobre sus hombros (y del que muchos hombres viven completamente ajenos) por no saber ser buenas madres, o buenas hijas, o buenas amigas, y no encontrar aún un modelo a seguir, una ‘huella’ en la que encajar su siguiente paso. La autora también se pregunta por el origen del silencio que envolvió ese feminicidio y los problemas enquistados en las comunidades pequeñas, a las que considera como “células de un organismo más complejo” que es la sociedad en su conjunto.
“Estas comunidades me parecen muy significativas de cómo funciona la humanidad y las relaciones entre humanos cuando se comparte un espacio pequeño y aislado” —afirma la autora—, “me he dado cuenta con las traducciones de este libro a tantos idiomas que cada uno encuentra algo de sí mismo en esas dinámicas de la pequeña comunidad”. La escritora menciona también durante la entrevista el impacto que le causó As Bestas, de Rodrigo Sorogoyen, a la que pone como ejemplo de estos conflictos y de estas violencias latentes.
Di Pietrantonio, originaria de la zona donde ocurrió ese crimen real, se cuestiona incluso a sí misma frente al suceso: “En el monte Morrone —en la región de Los Abruzos, Italia— murieron esas dos chicas en el 1997. Pero, ¿por qué yo no he pensado en este tema nunca y por qué, en general, como pequeña comunidad de abruzzesi, no hemos hablado nunca de este crimen?”

La culpa
En La edad frágil, que Duomo Ediciones edita en España, la autora recupera esta historia, la reelabora para hacerla suya y se centra en los temas que más le interesan y que ya había tratado en sus anteriores novelas (L’Arminuta, Mia madre è un fiume y Bella mia).
-Pregunta: A lo largo de la novela usted recoge la sensación omnipresente de culpa. Culpa de cada uno de los personajes en su propio contexto, culpa de ser la superviviente, culpa de la amiga que no estaba ahí, pero podría haber estado, o que podría haber ‘salvado’ a la víctima. Culpa de la madre que no sabe entender a su hija… ¿Por qué ha utilizado un crimen para contar esto?
-Respuesta: Ese suceso me ha servido para ir hacia los temas que quería tratar y la culpa es uno de ellos. Ese sentimiento de culpa que es un poco generacional para las mujeres de la edad de la protagonista, la voz de la narradora y también para mí, las mujeres de mi generación nacidas en los años 60. Y nosotras nos llevamos con gusto ese sentimiento de culpa hacia tantos otros temas y hemos llevado nuestras batallas contra el patriarcado también en las zonas rurales de provincia, contra estos padres que aparecen en la novela, así de duros, rocosos, así de violentos también a la hora de limitar la vida de las hijas mujeres. Y hemos conquistado una autonomía, una independencia. Nos hemos alejado de nuestras familias de origen, de sus escasas expectativas para sus hijas mujeres. Pero después, muy seguramente, nos hemos llevado con nosotras este sentimiento de culpa. Es decir, hemos roto con las costumbres de un sistema cultural verdaderamente sofocante para las mujeres, pero después no hemos tenido nuevos modelos en la vida. Por lo tanto, no se quiere repetir el modelo de maternidad tan subalterno a los hombres de familia, pero al mismo tiempo no se tiene un nuevo modelo y, por lo tanto, una se siente muy insegura como madre y, naturalmente, se siente culpable por esto.
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Di Pietrantonio (1962) no es una escritora al uso. Odontóloga pediátrica de profesión, empezó a publicar cuando ya tenía casi 50 años, aunque desde que tenía nueve años escribe historias, cuentos de hadas, poesía y novelas. Con su cuarta obra de ficción ha ganado el premio de narrativa más importante de Italia, gracias a su sintaxis pulida y sin artificios, que disecciona esos silencios llenos de dudas y esa violencia latente que nos transforma y que impacta después en cómo las mujeres enfrentan la maternidad, la independencia, la edad adulta.
“La nueva generación representada por Amanda (la hija de la protagonista) ha sido necesaria para salir de ese silencio, de todas las cosas no dichas que prosiguieron todos estos años [...] Solo a través del hoy, del presente, de las nuevas generaciones, puede llegar este impulso para romper esta espiral de silencio que pasa de generación en generación”, apunta Di Pietrantonio durante la entrevista.
Ese doble feminicidio “nunca vuelto a mencionarse” se convierte en el leitmotiv para que los personajes avancen. De La edad frágil se sale comprendiendo que no hay una sola edad frágil, sino que todos en algún momento lo son y ninguno sabemos exactamente qué estamos haciendo como padres, hijos, adultos.
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-P: ¿Qué nos convierte en adultos?
-R: No querría ser catastrófica, pero creo que nos convertimos en adultos cuando nos sucede algo inesperado, traumático, doloroso. Porque en ese momento nos vemos obligados a salir del lecho protector de nuestra familia, de esa cuna en la que están los jóvenes y los jóvenes adultos en Italia, pero que me han dicho que también existe en España. Quiero decir, tal vez se sale físicamente de la familia, se va a estudiar fuera o trabajar fuera, pero sigue existiendo ese rol proyector de la familia que se alarga en el tiempo.
-P: Los padres que mandan tuppers y que ayudan todavía a hijos y nietos…
-R: O tarros de salsa, en Italia. Claro, quiero decir que aunque la familia no está dispuesta a acompañarte físicamente, se alarga hacia ti con su protección y su ayuda. También hablemos de que en Italia los jóvenes necesitan la ayuda económica de los padres, también cuando se independizan, por lo que queda este vínculo creado. Me viene a la mente la imagen de una goma elástica, que tú te vas, pero sigues enganchado a ese elástico que se puede tensar más o menos. Y tengo la sensación de que nos convertimos en adultos cuando la vida nos golpea, nos abofetea, y nos pone de frente a nuestra responsabilidad hacia nosotros mismos. Es decir, al saber gestionar autónomamente nuestra propia vida.
-P: Aquí en España, pero también en Italia, es muy difícil hacer ese ejercicio de desvincularse porque este elástico del que usted habla para los jóvenes se convierte en algo económico muy difícil de cortar por la situación actual.
-R: Sí, veo que esto prosigue, veo abuelos que se ocupan de ayudar todavía a los nietos porque los padres no lo consiguen: es esta generación del medio que es económicamente débil porque pertenecen a un sistema que mantiene desde hace tiempo una precarización insostenible.
La especulación inmobiliaria, otro de los protagonistas
¿Qué hacer con un camping abandonado escenario de un crimen y ‘golosina’ para los especuladores turísticos? Es así como también se cuela entre las páginas de La edad frágil uno de los grandes problemas compartidos entre Italia y España, el de cómo gestionar el turismo masificado y qué pueden hacer las comunidades locales para no solo ‘sobrevivir’, sino convivir con él.
“Estamos justo en ese punto en el que en Los Abruzos no ha llegado el turismo de masas, salvaje, obsceno, que consume el territorio en el sentido que lo destruye, pero ha habido episodios que nos han asustado, como la convocatoria de todos sus seguidores de una influencer napoletana en Rocasasso, un lugar pequeño de esquí que no estaba en absoluto preparado para recibir esa cantidad de turismo un domingo. Fue terrible”, recuerda la escritora, que admite que están buscando una solución, pero que ellos, como comunidad, aún no saben cuál puede ser.
Sin la pretensión de buscar una solución definitiva, Di Pietrantonio aboga por los finales abiertos: “Mis libros siempre tienen un final abierto, porque a mí, como lectora, me gustan así, me deja con espacio para imaginar un futuro para los personajes”.
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