El crimen sin resolver de la calle Moncasí: una peluca negra, la sospecha de una motivación homófoba y un único acusado con el mismo nombre que la víctima

En enero de 2007 la Policía de Zaragoza encontraba el cadáver de Paco Lozano en su bañera con 53 puñaladas. A día de hoy el asesinato sigue sin tener un autor

Guardar
Cartel de la Calle Moncasí
Cartel de la Calle Moncasí

En enero de 2007 la Policía Local de Zaragoza encontraba en una vivienda de la calle Moncasí el cadáver de un hombre de 54 años, de complexión media, en posición de cúbito supino en el interior de la bañera, con 53 puñaladas en la cara anterior y posterior del cuerpo, sus genitales ocultos entre sus piernas y una peluca negra depositada sobre sus pies.

El fallecido fue rápidamente identificado como Francisco José Lozano, albañil de profesión, y así comenzó una larga y complicada investigación que a día de hoy no ha conseguido concluir ni encontrar al autor del crimen.

Encuentros sexuales con jóvenes de 25 a 30 años

El arma del crimen nunca se pudo encontrar, lo que dificultó las primeras pesquisas, pero los agentes si tuvieron conocimiento de que Francisco era homosexual, lo que les dio un primer hilo del que tirar. La víctima era un habitual de ambientes gay y en varias ocasiones contrataba los servicios de profesionales del sexo. Muchos de ellos solían ser jóvenes de 25 a 30 años.

La Policía descubrió una agenda de contactos con más de 400 hombres y diez tenían una copia de las llaves del domicilio en el que ocurrieron los hechos. Un hallazgo que complicó aun más la investigación, ya que en la vivienda se encontraron un centenar de huellas diferentes.

Pasaban los meses y las esperanzas iban poco a poco desapareciendo, mientras los investigadores interrogaban a cientos de posibles sospechosos sin sacar nada claro.

Francisco José Lozano y Fran Lozano

Tuvieron que pasar dos años para tener al primer sospechoso. Un hombre casado y con una hija fue detenido, pero lo más llamativo fue su nombre, que era el mismo del fallecido: Fran Lozano.

Sin embargo, en sus declaraciones ante los agentes negó ser homosexual y explicó que lo único que había tenido con el fallecido había sido un encuentro para “saber lo que era”, en el 2006. Lo único que hicieron, según su versión, fue masturbarse mutuamente, pero esto le causó “asco” y no volvió a mantener relaciones con él. Ese día abandonó la vivienda de la víctima tras darle un empujón.

Los informes policiales indicaron que se cruzaron 61 mensajes entre esa fecha y la del crimen.

“Qué ropa me pongo, amor”

La clave de su imputación estuvo el 22 de enero de 2007, cuando el sospechoso envió cuatro mensajes en los que le proponía quedar. Este le respondió poco antes de las 19:00 de la tarde: “A la noche te espero, qué ropa me pongo, amor”. Esa madrugada Francisco fue asesinado. Hubo más mensajes enviados por el investigado dos días más tarde, pero los agentes consideraron que era para mantener su coartada.

Cuando Fran fue detenido, su compañera sentimental y unos cuñados también le implicaron. Todo parecía bien cimentado, por lo que el magistrado titular del Juzgado de Instrucción número 7 de Zaragoza decretó su entrada en prisión y se le acuso formalmente como presunto autor del asesinato.

Sin embargo, el proceso se fue cayendo por su propio peso con el tiempo. No se encontró ninguna prueba física ni biológica de que el acusado, que se enfrentaba a 18 años de prisión, hubiera estado esa noche en el domicilio y sus familiares declararon que fueron obligados a implicarle mediante coacciones por parte de los agentes. Ante la situación, el jurado popular le acabó absolviendo.

Otros sospechosos

Aunque Fran fue el principal sospechoso, no fue el único. Uno de ellos fue el vecino de arriba de la víctima. También era homosexual y se encontró una huella suya encima de la bañera donde se descubrió el cadáver. Se encontró otra huella en un grifo que pertenecía a un hombre casado y con hijos, que se había visto con Francisco José en varias ocasiones. Sin embargo, ambos quedaron descartados.

Imputan a la guardia urbana Rosa Peral y a su padre por ocultación de bienes antes de ser condenada por asesinato.

El otro de los sospechosos fue un adolescente que tenía cierto vínculo con la víctima. La investigación descubrió que quería romper con la víctima y que la tarde previa al crimen cruzó quince llamadas y mensajes con él.

En algunos de estos, la víctima le decía que iba a ayudarle a salir del armario, lo que llevó a la Policía a pensar que pudo haberlo matado para evitar que se enteraran que era gay. El joven afirmó en el juicio que nunca quiso hacerle daño porque pretendía decirles a sus padres que era homosexual. Insistió a los investigadores en que se enteró de la muerte de Paco un día antes de aparecer el cadáver.