Ana Obregón cumple este martes 18 de marzo 70 años. Una cifra redonda a la que llega tras una amplia trayectoria en la que ha sido vista como un símbolo de éxito en todos los ámbitos. No solo en su faceta como actriz, la más reconocida, también ha destacado como presentadora, guionista... Tampoco hay que olvidar la de personaje público y es que Anita, como se la conoce cariñosamente, lleva décadas apareciendo en los medios de comunicación.
Más allá de ser la heredera de una familia acomodada -su padre fue el constructor y promotor de La Moreleja-, es una mujer que siempre despertó curiosidad por su vida personal, ligada a personajes famosos. Sin embargo, tras esa imagen de fortaleza y glamour, su vida ha estado marcada por dos tragedias que la han dejado profundamente herida. Dos pérdidas devastadoras que tienen un doloroso vínculo: ambos hombres, sus dos grandes amores, se marcharon demasiado pronto.
La más conocida de esas pérdidas es la de su hijo, Álex Lequio, que fallecía a los 27 años a causa de un cáncer del que se estuvo tratando durante dos años. Una pérdida irreparable que todavía no ha superado, pues Álex sigue siendo el centro de sus pensamientos. Sin embargo, la llegada al mundo de Anita, hija biológica del joven y nacida tiempo después de su muerte gracias a que su madre conservó su esperma congelado, le ha devuelto las ganas de vivir y de sonreír.
Tres décadas antes, Ana ya había sufrido una pérdida irreparable con la trágica muerte de Fernando Martín, el hombre que, según sus propias palabras, fue el amor de su vida. Como Álex, él también perdió la vida a los 27 años.
El pasado diciembre se cumplieron 35 años del accidente de tráfico en el que Fernando Martín perdió la vida. Durante cuatro años, Ana y el legendario baloncestista vivieron una historia de amor intensa, en la que ella dejó todo por estar a su lado. Décadas después, ese mismo amor incondicional la llevó a volcarse en el cuidado de su hijo Álex, acompañándolo en su lucha sin pensar en nada más.
En su autobiografía Así soy yo, Ana contaba cómo conocer a Fernando cambió su vida y sus aspiraciones en Hollywood: “Nuestros ojos nos anclaron el uno al otro. Y para siempre. Nunca había creído en los flechazos... Y, sin embargo, lo que sentimos Fernando y yo fue un flechazo desde el primer momento”, confesaba.
Cuando Fernando apareció en su vida, ‘Anita’ no dudó en volver a España tras una época en el extranjero, convencida de que ya había encontrado lo que realmente importaba: “Sentí que alguien, por fin, me quería de verdad”, reconocía.
Décadas después, el diagnóstico de Álex volvió a cambiarlo todo. Ana dejó su vida en pausa y se trasladó a Nueva York para acompañarlo en su tratamiento, sin importar nada más que estar a su lado. Una vez más, el amor prevaleció sobre cualquier otra prioridad.
Para Ana, la pérdida de Fernando fue una herida que jamás cicatrizó. Desde aquel 3 de diciembre de 1989, el dolor la ha acompañado como un recordatorio constante de lo efímera que puede ser la felicidad. Desde el 13 de mayo de 2020, su alma lleva otra herida una que, como la primera, jamás dejará de doler.