
Simón, hijo de Jonás, era un pescador de oficio en el mar de Galilea que nació en Betsaida, una ciudad de la Palestina romana, alrededor del final del siglo I antes de Cristo. No podría imaginar, cuando se ganaba la vida pescando, que acabaría siendo crucificado, debido a la persecución de los primeros cristianos llevada a cabo por el emperador Nerón tras el devastador incendio que destruyó gran parte de la ciudad de Roma. Y, además, al no considerarse “digno” de morir como su señor Jesucristo, se dice que pidió ser crucificado boca abajo.
Aunque nació Simón, murió como Cefas, una versión helenizada del arameo kefah, que significa “roca” o “piedra”, nombre que el autor del Evangelio de Juan tradujo, para sus destinatarios grecoparlantes, como Pedro, una masculinización del griego petra, que significa, también, piedra. De hecho, se dice que fue el propio Jesús quien le puso ese nombre: “Mirándole Jesús, dijo: ‘Tú eres Simón, el hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas, que quiere decir Pedro“(en Juan 1:42); o “Tú eres Pedro (petros) y sobre esta roca (petra) edificaré mi iglesia” (Mateo 16:18).
Pedro, también conocido como el príncipe de los apóstoles, es considerado el primer Papa. De los 266 que ha habido desde entonces, la mayoría han sido italianos, muchos provenientes de Siria, otros del continente Africano, y tan sólo cuatro han sido españoles.

Los cuatro papas españoles
De acuerdo con lo que contó a EFE Miguel Navarro, profesor de Historia de la Iglesia de la Facultad de Teología San Vicente Ferrer de Valencia, El primer papa nacido en España - aunque su origen español “fue muy cuestionado”, entre otras cosas porque España, en realidad, no existía entonces - fue el gallego Dámaso I.
Accedió a la silla de San Pedro tras la muerte del papa Liberio en octubre del año 366, a sus 62 años, y se mantuvo en ella durante los 18 siguientes, hasta el 384 d. C. De los cuatro papas españoles, es el único que ha sido santificado, y durante su papado reivindicó y consolidó la primacía de la Iglesia romana sobre las demás.
Tuvieron que pasar más de mil años para que de España saliese un nuevo papa: Calixto III, nacido en Canals (Valencia) en el año 1378, llegó a ser papa en el 1455, aunque su pontificado duró apenas tres años, hasta que murió, en 1458, en Roma. Según Miguel Navarro, aunque el papado de Calixto fue bastante corto, también fue “limpio y sin ningún escándalo”, y estuvo “entregado a la cuestión de la cruzada contra los turcos”.
Veinticuatro años después de la muerte de Calixto III, en el 1492, llegó al poder su sobrino Alejandro VI, también valenciano (de Játiva), quien se mantendría en el Vaticano hasta su fallecimiento en Roma en 1503. El papa se llamaba, en realidad, Rodrigo de Borja (o Borgia), y según el profesor de Historia de la Iglesia, llegó a ser papa “comprando las voluntades de los cardenales con sus inmensos bienes” (y es que, si era un Borgia, tiene sentido). Además, “su pontificado estuvo muy marcado por intrigas políticas y escándalos de su persona”, asegura Navarro, aunque también matiza que se han “exagerado muchos aspectos. No fue un Papa virtuoso, pero tampoco el demoníaco en el que lo han querido convertir”.
El cuarto y último Papa de origen español fue Benedicto XIII, más conocido como Papa Luna, y de quien se sabe que sobrevivió un intento de asesinato. Pedro Martínez de Luna nació en Illueca (Zaragoza) en el año 1328, y alcanzó el máximo cargo en la Iglesia en el año 1394, conservándolo hasta su muerte en Peñíscola (Castellón) en el año 1423 a sus 96 años de edad. Según el experto historiador, Benedicto llevó “una vida íntegra y fue un magnífico jurista”, aunque su papado estuvo plagado de problemas y llegó a ser acusado de herejía.
El actual Papa Francisco está atravesando una dura etapa en cuanto a su salud debido una infección en las vías respiratorias, lo que le ha situado en el foco de atención de la comunidad católica internacional, que recibe cada actualización con preocupación. Debido a esto, se ha empezado también a hablar de su posible sucesor y, según Artículo 14, entre todos los posibles candidatos hay tres cardenales españoles que podrían resultar elegidos: el cardenal Juan José Omella, (el actual presidente de la Conferencia Episcopal Española); el cardenal Luis Francisco Ladaria, un teólogo y prelado español reconocido por su labor en la Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano); y el cardenal Antonio Cañizares (que cuenta con una trayectoria consolidada dentro de la Iglesia).
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