Los vehículos tienen una serie de líquidos que son esenciales para su correcto funcionamiento. Quizá el primero que se nos venga a la mente es el aceite de motor, un fluido esencial para lubricar el motor del coche. Pero también existen otros líquidos menos reconocidos con la misma importancia.
Es el caso del líquido de frenos, uno de los componentes esenciales del sistema de frenos de cualquier vehículo. Su función principal es transmitir la fuerza que aplicas al pedal de freno hacia las pinzas o tambores, permitiendo que el coche reduzca su velocidad o se detenga. Sin embargo, muchas personas descuidan su mantenimiento, lo que puede comprometer la seguridad al volante. En este artículo te explicamos qué es, cuándo debe cambiarse y los riesgos de no hacerlo.
El líquido de frenos es un fluido hidrófilo —atrae agua— diseñado para soportar altas temperaturas y presiones. Este fluido está compuesto mayoritariamente por glicoles o siliconas, dependiendo del tipo (DOT 3, DOT 4, DOT 5, entre otros). Su papel es vital, ya que permite transferir de forma eficiente la energía mecánica desde el pedal hasta los mecanismos de freno.
Debido a su composición, el líquido de frenos es susceptible a la absorción de humedad del ambiente, lo que reduce su eficacia con el tiempo y aumenta el riesgo de fallos en el sistema de frenado.
Depende del tiempo o kilometraje
La periodicidad para cambiar el líquido de frenos depende del tipo de fluido y las especificaciones del fabricante del vehículo. No hay una única norma, pero Repsol recomienda realizar el cambio cada dos años o cada 50.000 kilómetros, como también indican algunos fabricantes. Algunos vehículos modernos incluyen sensores que alertan sobre la calidad del líquido, aunque no todos cuentan con esta tecnología.
Señales que indican que necesitas cambiarlo
Es importante revisar el manual del fabricante para seguir las recomendaciones específicas de mantenimiento. Además, si utilizas el coche en condiciones extremas, como trayectos de montaña o conducción deportiva, es aconsejable acortar los intervalos de cambio.
Como ocurre con prácticamente todos los componentes de un vehículo, con el paso del tiempo aparecen algunas señales que indican que el líquido necesita ser cambiado. Lo importante es saber identificarlas. Si el pedal del freno se siente esponjoso o blando, el coche tarda más en detenerse, salta la luz de advertencia de frenos en el tablero o visualizas un color oscuro o turbio del líquido al inspeccionarlo visualmente es el momento de que cambies este componente.
Problemas de no cambiar el líquido de frenos
No sustituir el líquido de frenos a tiempo puede generar diversos problemas que afectan tanto al sistema de frenado como a la seguridad del conductor y los pasajeros. La absorción de humedad reduce el punto de ebullición del líquido, lo que puede provocar la aparición de burbujas de vapor. Esto genera el temido efecto “fading” o pérdida de eficacia en frenadas prolongadas.
Asimismo, el exceso de humedad en el líquido puede oxidar componentes internos como pinzas, pistones y cilindros, lo que incrementa los costes de reparación. Ya en casos extremos, un líquido muy degradado puede llevar a un fallo completo del sistema de frenado, poniendo en riesgo la vida de los ocupantes y otros usuarios de la vía.