Aire, calor y combustible: qué es lo que hace que un incendio sea más agresivo

Los factores ambientales marcan la diferencia en la propagación y voracidad del fuego

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Dos bomberos luchan contra el
Dos bomberos luchan contra el incendio Eaton, que arrasa con varias construcciones en Altadena, California, el miércoles 8 de enero de 2025 (AP Foto/Nic Coury)

Las llamas devoran el estado de California una vez más. Cinco incendios sin precedentes han quemado miles de hectáreas en el condado de Los Ángeles, que han dejado al menos cinco muertos y cerca de 100.000 evacuados. El fuego comenzó el pasado 7 de enero, sin que las autoridades hayan determinado la causa exacta, y se ha extendido rápidamente debido a los fuertes vientos que han asolado la región.

Sin saberse todavía cuál ha sido la causa de los incendios, la catástrofe que sufre California ha recordado una vez más la influencia del clima en los desastres naturales: las altas temperaturas y la sequedad de la vegetación han contribuido a que las llamas se propaguen rápidamente. El cambio climático y el abandono de los bosques ha ocasionado que, en los últimos años, los incendios sean cada vez más destructivos y casi imposibles de extinguir.

Más allá de la posible intervención humana, en la aparición y la voracidad de las llamas influyen varios factores ambientales, conocidos como el triángulo del fuego.

Qué es el triángulo del fuego

Este modelo teórico describe los tres elementos necesarios para que se produzca un fuego: combustible, comburente (normalmente oxígeno) y calor. El combustible puede ser cualquier sustancia orgánica que, combinada con el oxígeno, produzca luz y calor. La vegetación seca, los arbustos y los árboles caídos, por ejemplo, son materiales que pueden alimentar un incendio.

Aplicado al medio, se conforma el llamado triángulo de comportamiento del fuego, formado en este caso por combustible, meteorología y topografía.

Las condiciones meteorológicas, como la temperatura, la humedad relativa y el viento, son variables que cambian constantemente a lo largo del día y la noche y afectar de forma esencial en la intensidad, velocidad y dirección de propagación del fuego, así como en la altura de las llamas. Influye igualmente la cantidad de precipitaciones, pues los periodos prolongados de sequía promueven el desarrollo de incendios de gran severidad.

La topografía del terreno también juega un papel significativo en la dinámica de los incendios, en el que aspectos como la altura, la exposición, la pendiente y el relieve pueden determinar cómo se extenderán las llamas. Las pendientes pronunciadas, por ejemplo, pueden acelerar la propagación del fuego, ya que las llamas tienden a avanzar más rápido cuesta arriba debido a la proximidad entre el combustible y el calor radiante.

La reacción en cadena, el cuarto elemento

Existen algunas teorías que convierten el triángulo del fuego en un tetraedro, añadiéndole un cuarto elemento: la reacción en cadena. En este modelo se defiende que, para que se lleguen a producir las llamas, se necesita una reacción en cadena, en la que el propio fuego genera suficiente calor como para vaporizar aún más combustible y que este vuelva a mezclarse con el oxígeno y se inflame. Esto genera todavía más calor, por lo que el proceso sigue una espiral de retroalimentación.

Incendios en España

Diez mil incendios al año en España: el 95% los produce el ser humano y más de la mitad son intencionados.

En España, los incendios forestales de gran magnitud, aunque representan una mínima parte del total, son responsables de la mitad de la superficie quemada cada año. Según un informe de la organización WWF publicado en 2024, en la última década se han registrado en promedio 23 grandes incendios anuales, lo que equivale al 0,2% del total de incidentes. Sin embargo, estos eventos, descritos como “explosivos”, generan los mayores impactos ambientales y sociales.

De acuerdo con WWF, cada año se producen en España cerca de 9.700 incendios forestales, de los cuales el 95% tienen su origen en actividades humanas. Más de la mitad de estos incendios son provocados de manera intencionada, mientras que un 23% se atribuyen a negligencias o accidentes. Aunque el número total de incendios ha disminuido en un 37% en las últimas dos décadas, la superficie afectada sigue siendo significativa, con más de 100.000 hectáreas quemadas anualmente, una cifra que, aunque representa un descenso del 13% respecto a hace diez años, pone de manifiesto la creciente intensidad de los incendios.

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