El 5 de febrero de 2020, el rey Juan Carlos vivió uno de sus cumpleaños más amargos. Coincidiendo con esta efeméride, su hermana mayor, la infanta Pilar, ingresaba de urgencia en la clínica Ruber Internacional de Madrid aquejada de una infección bronquial.
Tres días después, la duquesa de Badajoz fallecía a los 83 años. Con su marcha, dejaba huérfanos a sus cinco hijos y desolado a su hermano, que había encontrado en ella a su mayor confidente y principal apoyo en los momentos complicados.
El estrecho vínculo entre el rey emérito Juan Carlos I y sus hermanas, las infantas Pilar y Margarita, marcó gran parte de sus vidas. Criados en un contexto de exilio y dificultades, compartieron una relación cercana y singular, llena de tradiciones y momentos memorables que reflejan su unión familiar.
Una de esas costumbres era la de escaparse juntos a Tras Os Montes, un conocido restaurante portugués en Madrid, donde solían disfrutar del bacalao, evocando los años de su infancia en Estoril, Portugal.
La relación del rey con las dos hermanas tenía matices distintos. Con Margarita, la menor y afectada por ceguera, Juan Carlos siempre adoptó un rol protector. Por otro lado, la fortaleza y el sentido del humor de Pilar, tan cercanos a los del propio rey, lograban aliviar tensiones en los momentos más difíciles, ejerciendo un efecto reconfortante.
Juan Carlos, su ‘chiquitín’
La casa de la infanta Pilar, duquesa de Badajoz, situada en Puerta de Hierro, se convirtió en un segundo hogar para Juan Carlos I. Allí siempre encontraba refugio y una cálida bienvenida. “¿Me invitas a comer?”, solía preguntarle el rey, a lo que Pilar respondía con cariño y familiaridad: “Me parece una idea estupenda, chiquitín”. Este apelativo, junto con “Juanito”, eran muestras del afecto y cercanía que ambos compartían desde niños, especialmente dado el año y medio de diferencia entre ellos, que Pilar hacía valer como hermana mayor.
Su relación fraternal estuvo marcada desde la infancia por la separación. Mientras Pilar permanecía junto a la familia en Estoril, Juan Carlos fue enviado desde temprana edad a Friburgo, en Alemania, para continuar su formación.
La distancia física, que continuó cuando el futuro rey se trasladó a España bajo supervisión del régimen franquista, se estrechó nuevamente en 1967 cuando Pilar regresó a Madrid tras casarse con Luis Gómez-Acebo. Con cinco hijos en común, los primos Gómez-Acebo crecieron compartiendo juegos y travesuras con el entonces príncipe Felipe y las infantas Elena y Cristina, afianzando los lazos familiares.
La muerte de Luis Gómez-Acebo en 1991 a causa de un cáncer linfático fue un duro golpe para Pilar, pero Juan Carlos asumió un rol protector con los hijos de la duquesa. “Siempre ha estado muy cerca de mis hijos, ha sido muy cariñoso y comprensivo”, reconoció Pilar en alguna ocasión, destacando cómo el rey se convirtió en consejero y figura de apoyo para ellos.
El apoyo mutuo entre hermanos fue especialmente evidente durante los momentos más complicados de la vida del rey emérito. En 2012, tras la publicación de una entrevista de Corinna Larsen que desató un escándalo mediático, Juan Carlos encontró refugio en la casa de Pilar, donde pasó el día junto a ella y Margarita. También recurrió a ese hogar en la Navidad de 2014, tras una crisis familiar que lo llevó a distanciarse temporalmente de la reina Sofía y su hijo Felipe.
Sin aires de reina
La infanta Pilar, que vio truncada cualquier expectativa de llegar a ser reina por la prevalencia masculina en la sucesión al trono, siempre tuvo claras sus prioridades. “Yo no habría sido tan buena reina como él. Es un señor estupendo al que adoro”, afirmó en una ocasión, mostrando el profundo respeto que mantuvo hacia su hermano durante toda su vida.
Durante su juventud, sus padres, don Juan y María de las Mercedes, y su abuela paterna, la reina Victoria Eugenia, tuvieron grandes aspiraciones para Pilar. De hecho, durante un tiempo se empeñaron en encontrar a un pretendiente con sangre real para ella.
El joven rey Balduino de Bélgica fue uno de esos royals que la familia Borbón tuvo en su objetivo. La infanta llegó a viajar a Bruselas para conocerle y, posteriormente, Victoria Eugenia organizó una cita secreta en su casa de Lausana. Sin embargo, el monarca se acabó enamorando de la joven que acompañaba a Pilar en aquel encuentro, la aristócrata Fabiola de Mora y Aragón.
Finalmente, Pilar de Borbón se casó con el empresario Luis Gómez-Acebo en 1967. Lo hizo en Portugal y contra el deseo de su padre, mostrando así la personalidad indomable que la caracterizó hasta su muerte, cuando pidió saltarse los regios protocolos y ser incinerada para descansar junto a su difunto esposo en el cementerio de San Isidro.