Bali, ese destino paradisiaco al que viajan tantos influencers de todas partes del mundo y que se anuncia como un lugar único, se enfrenta en estos momentos una crisis ambiental con sus playas inundadas por plásticos, que como los creadores de contenido, también llegan desde todas partes del mundo. Las corrientes marinas que arrastran los residuos derivados de la actividad humana han configurado una nueva postal con plásticos de todos los tamaños y colores.
Estas toneladas de residuos viajan por el mar hasta quedar varados en la orilla, sin embargo, también hay microplásticos que terminan en interior de la fauna marina y, finalmente, tras un largo viaje, en nuestros estómagos. Lo que tiramos vuelve de forma mucho más peligrosa porque no podemos verlo a simple vista y, como si de una cadena de montaje se tratase, termina de nuevo en nuestro interior. Ante este escenario, que es nuevo y antiguo al mismo tiempo, la Unión Europea trató de dar un giro al timón.
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En 2019, se aprobó la Directiva relativa a la reducción del impacto de determinados productos de plástico en el medio ambiente que marca una serie de obligaciones para las compañías del sector. Estos objetivos tenían distintas fechas límite a partir de las cuales las medidas deberían estar implementadas. Una de las medidas más sonadas y que tenemos de una forma más visual a nuestro alcance es la de los tapones de las botellas unidos al resto del recipiente, que entró en vigor el pasado verano.
La normativa establece que “los Estados miembros velarán porque los productos de plástico de un solo uso enumerados en la parte C del anexo que tengan tapas y tapones de plástico solo puedan introducirse en el mercado, si las tapas y los tapones permanecen unidos al recipiente durante la fase de utilización prevista de dicho producto”. Entre los productos que se incluyen en el grupo C del anexo de la normativa se encuentran aquellos recipientes para bebidas de hasta tres litros de capacidad. Sin embargo, se quedan fuera de la obligatoriedad aquellos que son de vidrio o de metal, con tapas y tapones hechos de plástico; y los recipientes para bebidas destinados y utilizados para alimentos para usos médicos especiales.
Un cambio en la composición de las botellas
Esta directiva también incluye un nuevo cambio para las botellas de plástico que se aplica desde el 1 de enero de 2025. En este caso, no se trata de un cambio estructural, sino compositivo. El artículo 6 del texto establece que “las botellas para bebidas enumeradas en la parte F del anexo cuyo principal componente en la fabricación sea el tereftalato de polietileno («botellas PET») contengan al menos un 25 % de plástico reciclado”. Afecta a los mismos recipientes que deben llevan la tapa anclada a la botella. Se trata de una medida que afecta a las compañías que trabajan estos productos, ya que los ciudadanos no notarán la diferencia.
La guerra contra los microplásticos
A finales de octubre de 2023 entró en vigor otra norma en aras de reducir los plásticos y los microplásticos. La UE prohibía la venta de productos a los que se hayan añadido intencionadamente microplásticos, tales como detergentes, cosméticos, juguetes o purpurina, entre otros con el objetivo de evitar la liberación al medio ambiente de aproximadamente medio millón de toneladas de estas partículas sintéticas.
El ámbito de aplicación de la nueva normativa incluye el material de relleno granular utilizado en superficies deportivas sintéticas; cosméticos en los que los microplásticos se emplean para usos múltiples como la exfoliación, las microesferas, o la obtención de una textura, fragancia o color específicos; detergentes, suavizantes, purpurina, fertilizantes, productos fitosanitarios, juguetes, medicamentos o productos sanitarios, entre otros muchos.