“Calentamiento global. Aceleración de la revolución digital. Desigualdades crecientes. Retroceso democrático. Pérdida de biodiversidad. Pandemias devastadoras. Y la lista continúa. Estos son sólo algunos de los retos más acuciantes a los que nos enfrentamos hoy en día en nuestro mundo interconectado. El diagnóstico es claro: nuestro actual sistema educativo mundial, en su forma actual, no está consiguiendo hacer frente a estos alarmantes retos ni proporcionar un aprendizaje de calidad para todos a lo largo de toda la vida”. Son palabras de la Unesco en un artículo titulado ‘Un punto de inflexión: Por qué debemos transformar la educación ahora’, que pide “un nuevo contrato social para la educación”.
Y es que, más allá de cambios cosméticos —pantallas en vez de cuadernos, maletas con ruedas en vez de mochilas con 20 kilos a la espalda—, la estructura básica del sistema educativo se mantiene más o menos igual —generalizando— desde hace siglos. Y más allá de algunos experimentos que siguen siendo minoritarios, como las escuelas sin deberes, hay pocas innovaciones que sacudan los cimientos de los colegios y las universidades.
Ahora, el centro educativo independiente Liberty Woodland, en el sur de Londres, está llevando a cabo una revolución silenciosa.
A muchos, su estilo les sonará a hippy: las clases se imparten en tiendas de estilo yurtas que llaman “refugios”, todos se llaman por su nombre de pila y la salud mental es un pilar del currículo, según cuenta un reportaje del diario británico The Guardian. Pero la novedad que más ha llamado la atención es que los alumnos (y los profesores) solo tienen que asistir al colegio cuatro días a la semana.
“Una experiencia más equilibrada”
La escuela Liberty Woodland para niños de entre 4 y 16 años, que abrió en 2019, pone el énfasis en la salud mental. Por ello, ha buscado mejorar la conciliación entre el trabajo y el ocio, pero sin perjudicar a los alumnos: su semana escolar es más corta, pero sus jornadas educativas son más largas. Así, en lugar del horario habitual que hay en Gran Bretaña, de 9:00 a 15:00 de lunes a viernes, el día comienza a las 8:30 y termina a las 16:40, y sin clases los viernes.
“Me encanta la semana de cuatro días”, dice un alumno de 14 años, entrevistado por The Guardian. “Aunque tengamos días más largos, tener un día menos, cuando estás en casa, en tu propio entorno, me ha ayudado”.
La escuela asegura que su modelo de semana de cuatro días está diseñado para ofrecer a los alumnos “mayores oportunidades de exploración independiente y desarrollo personal. Este enfoque no solo fomenta la independencia, sino que también promueve una experiencia educativa más equilibrada y gratificante”. “Es una oportunidad para que los niños exploren sus pasiones”, dice la directora y fundadora, Leanna Barrett, quien anteriormente dirigía una cadena de guarderías al aire libre. “El mundo ha cambiado drásticamente. Siento que la escuela no se ha adaptado a eso. Necesitamos un mejor equilibrio entre trabajo y vida”.
En Gran Bretaña hay un movimiento creciente que defiende esta idea, pues el país cada vez tiene más dificultades para encontrar profesores y, sobre todo, para retenerlos. Sin embargo, preguntado por el diario británico, el Ministerio de Educación ha frenado cualquier entusiasmo: “No vamos a reducir la cantidad de tiempo que los niños en Inglaterra pasan en la escuela. Cada hora en el aula ayuda a derribar barreras de oportunidad para los jóvenes, y nuestro plan de cambio establece nuestra misión de brindar a cada niño las mejores oportunidades en la vida, rompiendo el vínculo entre el origen y el éxito”, ha señalado.