En una sociedad donde cada vez las grandes urbes crecen demográficamente con ensanches y más construcciones, los pequeños hábitats rurales hacen el camino inversamente proporcional. De esa forma, el interior peninsular sigue su proceso de vaciado por la falta de recursos educativos y las oportunidades laborales que se encuentran en los grandes núcleos. Sin embargo, hay zonas como Teruel que han experimentado un crecimiento en los últimos años, pero también hay zonas en la provincia que han caído en censo (acorde a datos del INE). Uno de los ejemplos podría ser Horcajo de la Ribera o Allepuz.
Ambas villas tienen una limitada lista de habitantes en su censo, lo que limita la actividad de la zona. Por esa razón, los regentes del municipio y sus vecinos buscan repoblar la localidad con la llegada de nuevas familias que se asienten de forma definitiva allí. Aunque es un proceso complicado, hay grupos familiares que precisan de un cambio de aires alejados de las grandes urbanizaciones. Este ha sido el caso de Eli y sus cinco hijos, según recoge el programa de radio La Linterna de la COPE.
Allepuz, la mejor decisión de la vida de Eli
Tras hace ocho años decidir tomar un cambio de aires, Eli y su familia se mudaron a este pequeño municipio de la provincia de Teruel. “Veníamos buscando un poquito este tipo de vida, una vida de tranquilidad y en un sitio en el que conociéramos a todo el mundo, entonces cumplimos las expectativas y aquí seguimos”. Con su llegada dieron una bocanada de aire nuevo a la localidad, y no solo por el crecimiento demográfico. Al llegar a Allepuz, uno de los objetivos de la familia pasaba por buscar un nuevo empleo para salir adelante económicamente. En ese tiempo de análisis de las opciones, la familia recibió una oferta que sustenta con más fuerza que mudarse allí fue “la mejor decisión de sus vidas”: tomaron control del bar.
Aunque pueda aparecer una acción para beneficio propio, el hecho de reabrir la hostelería de la zona supuso un motivo de celebración entre los vecinos. Los bares son lugares valorados por los turistas, pero también por los mismos residentes, que cierta forma se vieron salvados. “Es el centro de reunión de todo el pueblo, todas las mañanas todo el mundo baja por el pan, porque no hay panadería en el pueblo, no hay tienda”, explica Eli, feliz por haber dejado Valencia atrás para empezar de cero por la provincia de Teruel con sus cinco hijos.
A pesar de ser un reto complejo y arriesgado, Eli y su familia reconocen que el irse a un pueblo aislado y hacerse cargo del único local les ha dado muchas alegrías, nuevas personas y anécdotas para sus vidas. “Todo el mundo va al bar a tomar el café o almorzar, y acaba siendo donde te enteras de todo lo que pasa en el pueblo”, detalla. En la actualidad, más gente opta por mudar su lugar de residencia a pueblos con encanto, más alejados de las ciudades y donde buscar un desarrollo más tranquilo y rural.