En 2021, una cachorra de apenas 45 días llamada Nala comenzó una nueva vida tras ser rescatada en situación de abandono y peligro en Villa Inflamable, Dock Sud, en Argentina. La pequeña perra presentaba un cuadro severo de desnutrición y sarna, pero su llegada al hogar de Flavia y Pablo marcó el inicio de su recuperación y, sin preverlo, inspiró un invento práctico para mejorar la vida de otros perros y sus dueños.
Nala se integró a una familia en un momento de desafíos. Con dos hijos pequeños -de tres y un año-, Flavia y Pablo decidieron brindarle a la perrita la atención que necesitaba. Según detalla Flavia, y recoge el diario La Nación, los primeros días fueron complicados. “Estaba llena de sarna y totalmente desnutrida. Todas las semanas había que hacerle baños con un champú especial y darle medicación para mejorar sus problemas de piel”, apunta en declaraciones recogidas por el citado medio. A esta situación se sumaba el miedo que Nala tenía a los ruidos ya otros perros, características que, poco a poco, fueron desapareciendo gracias a la paciencia y al cariño de su nueva familia.
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Con el tiempo, Nala mostró ser una mascota dócil y cariñosa que supo adaptarse a la vida familiar. Sin embargo, las necesidades de su cuidado, especialmente los baños frecuentes, exponían una dificultad cotidiana para Flavia y Pablo, quienes vivían en un apartamento pequeño. Según relata Flavia, el proceso de bañarla era un desafío: “Nala no disfrutaba del agua ni del secador, y una vez que terminaba, como todo perro, se sacudía, perdía mucho pelo y se revolcaba en los muebles, dejando todo un desastre”. Esta experiencia los llevó a reflexionar sobre las limitaciones que enfrentan quienes tienen perros en espacios reducidos.
Fue entonces cuando surgió la idea de que cambiaría todo. Charlando con otros dueños de mascotas, la pareja descubrió que muchas personas compartían el mismo problema: no contar con un espacio adecuado para bañar a sus perros. Fue Pablo, ingeniero de profesión, quien tomó la iniciativa. Inspirado por la situación de Nala y tras investigar alternativas en otros países, diseñó un sistema propio de baños autoservicio para perros, adaptado a las necesidades locales.
Creación de Lavedog
El proceso de creación del proyecto, al que bautizaron Lavedog, implicó meses de investigación y estudios de mercado. Flavia y Pablo buscaron un local amplio, luminoso y con espacios al aire libre para que los usuarios pudieran esperar cómodamente. El equipo trabajó en cada detalle, desde la funcionalidad de la máquina hasta la experiencia que brindarían en el lugar. Uno de los aspectos clave fue la simplicidad del dispositivo: la máquina permite realizar el baño en tres sencillos pasos -enjabonar, enjuagar y secar-, optimizando el tiempo y reduciendo el consumo de agua.
La duración del baño varía según el tamaño y tipo de pelaje del perro, pero los estudios realizados determinan que un perro pequeño o mediano de pelo corto puede ser bañado en tan solo siete minutos. Para perros de mayor tamaño o con abundante pelaje, el tiempo se puede extender a 14 o 20 minutos. Además, los tutores tienen la opción de omitir el secado si consideran que su mascota podría sentir miedo, lo que aporta flexibilidad al servicio.
El diseño del sistema también tuvo en cuenta la comodidad de los usuarios humanos. Por ejemplo, la máquina está a una altura que evita que las personas puedan agacharse, y cuenta con rampas para facilitar el acceso de perros grandes. También incluye una cadenita para sujetar a las mascotas de manera segura durante el baño. Para garantizar la higiene, los delantales son de uso único y los toallones se lavan diariamente, mientras que el local es desinfectado constantemente y se aplica un pulguicida ambiental cada noche.
Flavia y Pablo no dejaron ningún aspecto al azar: el local fue pensado para ser un lugar agradable, con buena iluminación, música tranquila y un aroma fresco. Además, el personal está capacitado para ayudar a los usuarios y asegurarse de que el lugar se mantenga limpio y seguro. Como detalle adicional, los perros que visitan Lavedog reciben premios y disfrutan de alfombras de lamer que los mantienen entretenidos durante el baño.
Nala, la primera usuaria de este invento
Curiosamente, la primera usuaria de la máquina fue la propia Nala. Aunque la perrita no es fanática del agua, sus tutores destacan que ahora puede estar limpio y saludable sin sufrir el proceso. Este emprendimiento, que nace de una experiencia personal y de la empatía por las necesidades de los animales, no solo ha beneficiado a Nala, sino que también se ha convertido en una solución innovadora para muchas otras familias con mascotas.
Hoy en día, Nala vive a pocas cuadras del Lavedog local, bajo el cuidado de Paula, la hermana de Flavia, quien decidió adoptarla para ofrecerle mayor espacio y tiempo de calidad. La perrita, que pasó de una situación de extrema vulnerabilidad a una vida llena de amor y bienestar, disfruta de paseos diarios en el Parque Centenario junto a su “manada” de amigos perrunos.
La historia de Nala es un ejemplo de cómo el rescate y la recuperación de un animal pueden trascender lo individual y convertirse en una inspiración para crear soluciones que impacten positivamente en una comunidad más amplia. Su caso no solo refleja la importancia de la adopción responsable, sino también el poder del ingenio cuando se trabaja con empatía y en favor del bienestar animal.