Los científicos siempre han tenido claro que la mejor manera de proteger a las aves acuáticas migratorias de toda Europa pasaba por proteger Doñana, el humedal más grande del continente y en el que estos animales pasan la mitad del año. Ahora, sin embargo, han podido demostrarlo con datos. En concreto, un equipo científico de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC) ha constatado recientemente en un nuevo estudio cómo los cambios producidos en las últimas cuatro décadas en esta marisma por las actividades humanas y el cambio climático han afectado no solo a las aves que invernan en ella, sino también a las poblaciones de gansos y patos de todo el Paleártico Occidental, la región ecológica que incluye Europa, África del Norte y parte de Asia occidental.
De acuerdo a los datos de censos aéreos y terrestres llevados a cabo, la investigación revela que “9 de las 15 especies analizadas han experimentado un declive muy acusado en los últimos 40 años asociados con la pérdida de áreas inundadas en la marisma del Parque Nacional de Doñana”, explica a Infobae España el investigador del CSIC Miguel De Felipe, autor principal del estudio, que ha sido publicado en la revista Global Change Biology. Estas especies, añade el experto, dependen directamente del estado de conservación del humedal, ya que “cuanto antes se inunda de agua con la llegada del invierno, antes empieza a producir plantas y organismos de los que después se alimentan las aves”.
Si bien en los años 80 en Doñana predominaban especies como el ánsar común, el pato silbón y la cerceta común, que están estrechamente vinculadas a un buen nivel de inundación y alta productividad vegetal en la marisma, en la actualidad las especies más abundantes son el pato cuchara y el pato rabudo. Esto se debe, principalmente, “al aumento de las temperaturas y la reducción de las lluvias otoñales en el norte de África, que han llevado a que un mayor número de estas aves invernen en Doñana cada año”.
“Se están viendo obligadas a migrar a Doñana porque en el norte de África cada vez hay más sequías y ya no van allí. Y en Doñana, si bien cada vez tiene peores condiciones, estos animales siguen prefiriendo las marismas naturales. Estamos hablando de que un porcentaje muy grande de las poblaciones de Europa de estas especies pasan por aquí en algún momento de su vida”, aclara.
Un humedal único
El problema reside en que cuando las miles de aves acuáticas llegan a Doñana se encuentran seca la laguna y no tienen ningún otro lugar a donde ir, señala De Felipe, pues “no hay ningún otro humedal en el sur de Europa o en el norte de África que sea capaz de mantener y de alimentar durante seis meses al año a un número de aves tan elevado”. Las malas condiciones en las que se encuentra el humedal también afectan a la forma física de estos animales, llegando incluso debilitados a sus lugares de cría, lo cual provoca un menor éxito reproductivo y mayores tasas de mortalidad en la primavera siguiente. “En lugar de mantenerse estables o aumentar, las poblaciones al año siguiente disminuyen en Europa”.
Cuando las aves migran, por lo general, explica el investigador, “no siguen caminos al azar en el mapa, sino una serie de autopistas” y, en ese sentido, Doñana se encuentra en un punto neurálgico de la llamada ruta migratoria del Atlántico este, de forma que congrega a animales de países como Noruega, Finlandia, Suecia, Dinamarca o Alemania. “El problema de perder Doñana es que estas aves se quedarían sin el punto estratégico de reponer fuerzas para continuar su migración hacia África”, al igual que también perjudicaría “a las que directamente vayan allí a pasar el invierno, porque no tendrían dónde ir”, añade el experto, que asegura que España “no está cumpliendo con su obligación” de mantener el humedal en buen estado para estas aves.
Los resultados del estudio del CSIC también destacan que los ecosistemas manejados por el ser humano, tales como arrozales, piscifactorías o salinas, muchas veces inundados de forma artificial, no logran compensar los efectos que la degradación de la marisma natural de Doñana tiene sobre las aves acuáticas.
Aún hay esperanza
Pero a pesar del deterioro que sufre Doñana como consecuencia de la agricultura intensiva y la falta de lluvias y de que la disminución de la biodiversidad es palpable, De Miguel se muestra optimista porque aún “no ha habido que lamentar la pérdida de ninguna especie”. De hecho, el investigador del CSIC recuerda que los sistemas mediterráneos, incluido este tipo de lagunas, se adaptan a las oscilaciones del clima y, si bien es cierto que hay poblaciones de especie “muy empobrecidas, siguen teniendo capacidad de recuperarse si actuamos ahora”, advierte.
Desde su declaración como parque nacional en 1969, Doñana ha sufrido varias transformaciones y una de las más importantes es la que tuvo lugar en 1978, cuando se amplió la superficie del espacio protegido hasta las 50.000 hectáreas, si bien después se crearon otras zonas de protección y en la actualidad este paraje privilegiado cuenta con cerca de 130.000 hectáreas. Teniendo en cuenta esas transformaciones a lo largo del tiempo, De Miguel recuerda que las precipitaciones sobre Doñana “ya no van a funcionar igual que lo hacían antes, porque se ha convertido en una marisma dependiente de la lluvia y cada vez va a llover menos”. Por lo tanto, concluye, si queremos mantener los valores por los que se protegía hace 50 años, es necesario llevar a cabo un profundo cambio en la gestión del humedal.
En diciembre de 2024 se cumplieron 30 años de la declaración del Parque Nacional de Doñana como Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco, y se está a la espera de conocer si el espacio será inscrito o no en la Lista del Patrimonio Mundial en Peligro, después de que el organismo internacional requiriera a España la remisión de un informe sobre su estado de conservación y las medidas a implementar para revertir el deterioro del acuífero.