En 1986, con apenas 20 años, Stéphane Ferry-Balin tomó una decisión que marcaría el rumbo de su vida: comprar el castillo de Jallanges, una majestuosa construcción del siglo XV ubicada en Vernou-sur-Brenne, cerca de Tours (Francia). Este edificio, construido bajo el reinado de Luis XI, llevaba siglos en estado de abandono. Sin fortuna personal ni conexiones en la región, Ferry-Balin se enfrentó al desafío de restaurar un monumento en ruinas, cuya primera planta estaba cubierta de vegetación y cuyo techo presentaba agujeros, el mayor de ellos de 27 metros cuadrados.
El castillo había sido adquirido previamente por los padres de Ferry-Balin, en 1984, pero su separación lo dejó en manos de su joven hijo, quien decidió asumir la responsabilidad de devolverle su esplendor. Desde el primer día, la magnitud de la tarea era evidente. “Mi primera adquisición fue un machete para poder entrar”, recuerda Ferry-Balin. Su compromiso y determinación marcaron el inicio de una empresa que, tras casi cuatro décadas, sigue en marcha.
Consciente de que la rehabilitación requeriría recursos significativos, Ferry-Balin ideó una estrategia innovadora en los años ochenta: alquilar el castillo para bodas y eventos. “Fui uno de los primeros en proponer este concepto”, señala. La iniciativa fue un éxito y Jallanges se convirtió en uno de los lugares de recepción más destacados de la región de Touraine. Esto permitió financiar los trabajos necesarios para la restauración del edificio.
Hoy, 38 años después, el castillo de Jallanges ha recuperado gran parte de su esplendor. Aunque las obras continúan, Ferry-Balin no está solo en esta empresa. Su esposa, Lorraine, y sus hijos se han involucrado activamente en el proyecto. Durante el confinamiento, por ejemplo, la pareja dedicó largas jornadas a limpiar los ladrillos de la fachada a mano, utilizando cepillos para devolverles su brillo original. “Trabajamos durante tres, cuatro o hasta cinco horas diarias, ladrillo por ladrillo”, relata.
Un castillo lleno de arte y sostenibilidad
El castillo posee una peculiaridad que lo distingue de los demás en el valle del Loira: mientras que la mayoría están construidos con piedra Tuffeau, Luis XI quiso que Jallanges fuera un edificio único, combinando ladrillos y piedras. Al ingresar al castillo, los visitantes son recibidos por una imponente escultura de San Martín, el santo patrón de Tours.
Esta obra, de siete metros de altura y el mismo ancho, es la escultura más grande del mundo dedicada al santo y forma parte de la ruta cultural de Europa. Además de ser un punto de referencia para los peregrinos, destaca por su enfoque eco-responsable: está hecha completamente de metal reciclado, incluyendo materiales de construcción, tiras de aluminio e incluso una vieja capota roja de un coche francés que representa el abrigo de San Martín.
El esfuerzo de Stéphane Ferry-Balin y su familia ha transformado el castillo de Jallanges en un testimonio vivo de perseverancia y pasión por el patrimonio histórico. A pesar de las dificultades, el proyecto continúa avanzando, atrayendo visitantes y consolidándose como un referente cultural en la región. Este castillo, que alguna vez estuvo en ruinas, se ha convertido en un ejemplo de cómo la visión y el esfuerzo conjunto pueden devolver la vida a un monumento histórico.