Era primavera en la ciudad de Klutz, una urbe del estado de Mecklemburgo-Pomerania Occidental, en el norte de Alemania. El calor, poco a poco se iba expandiendo por las calles, las flores se abrían para recibirlo, y en el cielo un enorme pájaro blanco surcaba el aire hasta posarse en lo alto de un edificio.
La cigüeña que detuvo su vuelo en Klutz en la primavera de 1822 ha pasado a la historia como Pfeilstorch, una palabra alemana que significa “cigueña flecha”. Y es que el animal llevaba clavado en el cuello uno de estos proyectiles, que se había quedado fijo tras atravesarle la piel sin tocar, por ello, ningún otro órgano que hubiera acabado con la vida del ave.
Tras analizar la madera de la flecha, descubrieron que esta había sido elaborada en África, por una tribu que aún seguía utilizándolas para cazar. Alguien del continente la había disparado contra el animal, aprovechando que la tecnología de esta arma se había perfeccionado para que alcanzara mayores distancias y obtuviera una mayor potencia. No obstante, el animal no pereció, sino que siguió volando hasta alcanzar Europa en un largo viaje de casi 5.000 kilómetros.
El hallazgo incendió el debate
La relevancia científica de la llegada de esa cigüeña forma parte de la historia de los estudios zoológicos. Hasta entonces, existía un encendido debate sobre qué ocurría con este animal y otras aves cuando llegaba el invierno, pues nadie lograba verlas hasta que volvían los meses más cálidos. La teoría más extendida es que hibernaban, ya fuera en el bosque o debajo del agua, pero había otras corrientes que defendían, incluso, que estos animales viajaban a la luna durante esos meses, tal y como aseguró un profesor de la Universidad de Harvard en 1703.
En 1822 ya comenzaba a extenderse, sin embargo, la teoría del británico Thomas Bewick, un experto en historia natural que contaba en el libro A History of British Birds que un capitán de barco amigo suyo le había comentado cómo, entre las islas de Menorca y Mallorca, había visto “un gran número de golondrinas volando hacia el norte”, señal inequívoca de que las aves se desplazaban según la temperatura y el paso de los meses.
Bewcik había demostrado que las teorías de la hibernación eran erróneas teniendo a estos pájaros alimentados y en un lugar cálido durante los meses de invierno. Sin embargo, esto no evitó que las aves se marcharan. “Nos abandonan cuando este país ya no puede proporcionarles un suministro de su alimento adecuado y natural”, escribió en un documento recogido por la revista Forbes.
Al sur se va por dos caminos
La cigueña con la flecha fue, por lo tanto, la primera prueba física que confirmaba su teoría de la migración, pero curiosamente, desde entonces se llegaron a descubrir hasta 24 Pfeilstorch más, según se registra en las investigaciones del ornitólogo alemán Erns Schüz. Del mimso modo, se han llegado a encontrar otros pájaros, como los eiders, alcanzados con proyectiles de pueblos inuits.
Ante todo esto, se pudo comenzar a intuir el largo viaje migratorio que las aves realizaban en los meses de verano e invierno. La cigüeña blanca, por ejemplo, se puede avistar en Europa, el norte de África y algunas zonas de Asia, siguiendo dos posibles rutas al continente africano con la llegada del frío: a través de los Balcanes, Turquía y Oriente medio; o por la Península Ibérica.