Durante cuatro meses, el mundo entero ha seguido la lucha de Gisèle Pelicot, la mujer de 72 años que fue drogada por su marido durante cerca de una década para que decenas de hombres abusaran de su cuerpo inerte. Desde que en el año 2020 se destapase el caso, Gisèle ha trabajado por plantar cara a sus agresores y este año ha visto cómo Francia sentenciaba a la totalidad de los 51 acusados por violación o agresión sexual con agravantes.
La mayor condena ha caído para su ahora exmarido, Dominique Pelicot, que en todo momento admitió los hechos que se le imputaban. El resto han recibido penas que van desde los 3 a los 15 años de cárcel, en una sentencia considerada como laxa por muchas feministas en el país, pero que ha sido aplaudida desde la política.
El tribunal de Aviñón ha dado por cerrado el caso, mientras que la familia Pelicot ha agradecido el apoyo recibido en los últimos meses. El proceso judicial, celebrado en todo momento a puerta abierta, ha permitido enseñar lecciones clave en el campo de la violencia sexual, a la vez que ha revelado las lacras de una sociedad machista y ha dejado cabos sueltos por resolver.
Bomberos, enfermeros, militares o jubilados
Si algo ha quedado patente en el caso contra Dominique Pelicot es que no hay un perfil estándar del violador. Los 51 acusados tenían entre los 22 y los 72 años, y cada uno ejercía un oficio diferente: bomberos, enfermeros, periodistas, militares, repartidores o incluso jubilados. Nada unía a los hombres que acudieron a violar a Gisèle Pelicot, más allá de un domicilio cercano al municipio de Mazan, donde residía el matrimonio, el hecho de ser hombres y que todos guardaron silencio, permitiendo así prolongar las agresiones durante nueve años.
La impunidad de la sumisión química
Gisèle Pelicot ha sido vista por los expertos como “la víctima perfecta”, en el sentido de que contaba con las suficientes pruebas para denunciar las violaciones sufridas y no se esperaba de ella ningún tipo de lucha contra su agresor, pues se encontraba bajo la influencia de ansiolíticos y somníferos. La septuagenaria ha aprovechado el altavoz conseguido con el juicio para dar voz a “todas esas mujeres que quizás nunca serán reconocidas como víctimas”, dijo al inicio del proceso.
Y es que la mayoría de los casos de violación en Francia quedan impunes. Según datos del Gobierno francés, 94.000 mujeres sufren cada año abusos sexuales y, de cada 1.000 casos denunciados, solo 12 terminan en condena. Las dificultades aumentan en los casos de sumisión química, un “fenómeno poco conocido y todavía muy subestimado en Francia”, considera la asociación M’endors pas (No me duermas, en francés), fundada por la hija de Gisèle Pelicot, Caroline Darian.
En Francia, tan solo el 10% de las víctimas de sumisión química denuncian los hechos. “Los fenómenos de control y el miedo a las repercusiones sociales y familiares impiden a las víctimas hablar o actuar. Y en el caso de la sumisión química, no tener recuerdos claros de la agresión o del agresor y no reconocer los síntomas hacen que sea particularmente difícil tomar conciencia de la condición de víctima", afirman.
Más de 20 agresores en libertad
Si las violaciones contra Gisèle Pelicot fueron descubiertas no fue porque alguno de los implicados hablara, sino porque un vigilante de seguridad descubrió a Dominique Pelicot captando imágenes debajo de las faldas de unas jóvenes en un supermercado. La investigación policial reveló una carpeta electrónica con el nombre “Abusos”, en la que el septuagenario almacenaba 20.000 vídeos e imágenes de las agresiones sexuales a las que sometió a su mujer.
En los cientos de vídeos almacenados por Dominique Pelicot aparecían hasta 72 hombres diferentes, pero la policía solo logró identificar un total de 49 agresores, a los que se suman el propio Pelicot y Jean-Pierre Maréchal, que aprendió los métodos de Pelicot y los aplicó en su propia mujer.
Al menos 23 hombres han quedado fuera del proceso judicial, a los que se suman seis nombres más que, aunque condenados, no entrarán en prisión. Sus penas, de 5 años o menos, ya habrían sido cumplidas en prisión provisional.
El debate sobre el consentimiento
Gisèle Pelicot estaba dormida, en un estado cercano al coma e incapaz de dar su consentimiento a los actos que se cometían sobre ella. Aun así, tan solo 14 de los acusados han admitido haber cometido una violación, mientras que el resto han expresado diferentes excusas para intentar demostrar que la víctima había accedido, de alguna manera u otra, a la relación sexual.
Tanto los acusados como sus abogados han defendido que los hombres acudían engañados y manipulados al domicilio de los Pelicot, que con el consentimiento del marido bastaba o que se trataba de un juego sexual dentro de la pareja. Asimismo, algunos de los letrados se han lanzado a insinuar que la víctima era alcohólica o que tenía inclinaciones exhibicionistas para intentar justificar los vídeos que mostraban a sus clientes cometiendo una agresión sexual. Pese a todos los argumentos, la justicia ha considerado que el consentimiento nunca fue otorgado.
El caso, no obstante, ha puesto de manifiesto la falta de una definición de consentimiento en el Código Penal francés. En la actualidad, se entiende por violación “cualquier acto de penetración sexual, sea cual sea su naturaleza, o cualquier acto buco-genital cometido sobre la persona de otro o sobre la persona del autor por violencia, coacción, amenaza o sorpresa”, sin mencionar el consentimiento en el texto.
La reforma del concepto jurídico de violación para incluir el consentimiento es algo que ya planteó el presidente francés, Emmanuel Macron, en el mes de marzo, pero la iniciativa quedó paralizada con el adelanto electoral de junio. Ahora, el Ministerio de Justicia galo parece querer recuperar la iniciativa. Sin embargo, quedan dudas entre las juristas feministas sobre cómo se llevará a cabo y si será suficiente para que el consentimiento sea clave a la hora de juzgar una violación.