En el año 1815, el volcán Tambora, en Indonesia, entró en erupción. Es el peor incidente volcánico del que se tiene registro: más de 10.000 personas murieron por los efectos directos de la erupción, mientras otras 60.000 perecieron por hambre y enfermedades. Otras 4.500, perdieron la vida en otros desastres naturales provocados por el despertar del volcán, como tsunamis en otras islas del archipiélago.
Desde islas situadas a más de 2.000 kilómetros de distancia, se pudo escuchar el volcán, cuya nube de ceniza hizo que, durante varios días, gobernara la oscuridad total. Se calcula que la energía liberada por el volcán era unas 10.000 veces mayor que la de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki juntas.
Otro “año sin verano”
“La pregunta no es si ocurrirá, sino cuando”, comenta el profesor de climatología de la Universidad de Ginebra, Markus Stoffel, en una entrevista con la CNN. Existen evidencias geológicas de una posibilidad entre seis de que vuelva a producirse una erupción del Tambora a lo largo de este siglo. Los efectos de este incidente, si se diera, podrían ser devastadores, vistos los provocados por la anterior erupción.
Al año 1816 se le conoce como “el año sin verano”. El Tambora proyectó una ingente cantidad de ceniza volcánica y partículas de ácido sulfúrico que obstaculizaron el paso del Sol y provocaron una reducción de más de un grado centígrado en las temperaturas del planeta.
Este enfriamiento se notó sobre todo en el hemisferio norte del planeta, donde se produjo una masiva muerte de los animales en la granja y una importante pérdida de las cosechas, desatando la mayor hambruna del siglo XIX. A su vez, este incidente impulsó una serie de transformaciones sociales y culturales que acabarían derivando en el Romanticismo.
Se estima que, en una erupción a día de hoy, las partículas expulsadas por el Tambora durarían algunos años, como cuando, en 1991, entró en erupción el Monte Pinatubo (Filipinas) y provocó un descenso del planeta de medio grado centígrado durante varios años. Muchos años antes, en el siglo XIII, en Indonesia se produjo otra erupción que se cree que pudo contribuir a la llegada de la Pequeña Edad de Hielo, un periodo frío de quinientos años.
Un caos que no arreglaría nada
A día de hoy, un nuevo despertar del Tambora, según Stoffel, provocaría “un caos climático” para el que “la humanidad no tiene ningún plan”. Por su parte, el profesor Rampino, profesor de la Universidad de Nueva York especializado en la relación entre el clima y las erupciones volcánicas, cree que “el mundo ahora es más inestable”. “Los efectos podrían ser incluso peores que los observados en 1815″.
En primer lugar, la erupción podría afectar de manera directa a los 800 millones que viven a 100 kilómetros o menos del volcán. Además, el clima podría volver a condicionar seriamente la seguridad alimentaria del mundo, conllevando nuevas tensiones entre las principales potencias mundiales por el control de los recursos. La aseguradora británica Lloyd’s of London estimó que, si se produjese dicha erupción, los daños materiales alcanzarían un valor superior a los 3,5 billones de euros en su primer día.
Por si fuera poco, el enfriamiento del planeta no solucionaría tampoco los actuales problemas con el cambio climático -de hecho, actualmente se cree que el deshielo contribuye a un mayor número de erupciones-. La bajada de las temperaturas solo sería puntual, y en unos años volverían a notarse los efectos del calentamiento del planeta. Por todo esto, los expertos temen que el Tambora empiece a escupir fuego y ceniza de nuevo, puesto que el volcán sigue activo y mantiene la alerta en todo el mundo. Podría ser, una vez más, la peor erupción de la historia.