Ya es Nochebuena y viene Papá Noel con los regalos. Santa Claus vive cerca del Polo Norte con sus elfos, que le ayudan a hacer los regalos que le piden los niños en sus cartas. Para poder transportarlos, Papá Noel los guarda en un saco mágico y los reparte en un trineo tirado por nueve renos, capitaneados por Rodolfo. Siempre deja los regalos por la noche, sin que los niños se den cuenta de su presencia.
Pero ¿existen más Santa Claus en España? Pues lo cierto es que sí. Desde un carbonero hasta unas hadas mágicas, todos traen regalos (o ayudan a traerlos), en una variada geografía española que cuenta con sus propios Papá Noel, algunos con siglos de antigüedad, y otros, con pocos más de una década, según ha señalado El País.
El Apalpador (Pandiguiero)
Natural de Galicia, trae los regalos el 24 o el 31 de diciembre, dependiendo de la zona. Este enorme carbonero que viste desalineado, baja las montañas gallegas mientras los niños duermen en sus casas. Durante la noche, les toca la tripa para comprobar que no pasaron hambre durante el año. Si es así, les deja castañas o algún regalo, pero si no comieron suficiente, les deja carbón. Hay muchas leyendas sobre este personaje; la gran mayoría, de la provincia de Lugo.
L´Anguleru
Tradicional de Asturias, se trata de un pescador de anguilas que trabaja todo el año en el mar de los Sargazos y, en los días navideños, regresa a Asturias. Trae los regalos la noche del 24 al 25 de diciembre.
Cuando entra con su barco en el río Nalón, en San juan de la Arena, se le entrega el Nataliegu (el tronco de Navidad) que es lo que le permite hacerse un personaje mágico. Con el dinero que saca de vender las angulas que ha pescado, compra dulces y regalos para repartir entre los niños.
La asociación Garabuxada creó este personaje en 2008, inspirándose en muchos de los pescadores que trabajaban en la Arena (1.500 habitantes) y para proponer una alternativa a Papá Noel.
Las Anjanas
Las Anjanas son hadas de los bosques de Cantabria. Traen regalos la noche del 5 al 6 de enero, una vez cada cuatro años. Son pequeñas, tienen el pelo largo y rubio adornado con una corona de flores mágicas y suelen aparecer rodeadas de polvos mágicos.
Viven en las cuevas cercanas a los ríos. Durante el año, cuidan y ayudan a los que se pierden en el bosque y castigan a quien lo daña. Según la tradición, salen de las cuevas entre los meses de mayo y octubre, que se volvían a esconder, no sin dejar flores de plata escondidas entre los arbustos para hacer feliz a aquel afortunado o afortunada que las encontrara.
El Esteru
Lo más parecido a Santa Claus, pero trae los regalos el 6 de enero. El Esteru es un leñador, grande y fuerte, de larga barba, con boina, pipa, bastón y hacha. En los días de Navidad, baja los bosques de Comillas (Cantabria) acompañado de su fiel compañero, un burro.
El leñador dedica sus esfuerzos a fabricar y regalar juguetes a los niños de la región. Su historia comenzó a estar presente en las casas cántabras a principios de los años 2.000, cuando algunas asociaciones culturales difundieron su figura. Por eso, hay debate de si son parte de la tradición local (como sí son las Anjanas) o una introducción más reciente, pensada para sustituir a Papá Noel.
El Olentzero
Original del País Vasco, es el Papá Noel vasco. Trae los regalos el 25 de diciembre. Tiene especial parecido a El Esteru o El Apalpador. Es un carbonero algo anciano, desarrapado y descuidado, pero también con un gran corazón y de buen comer.
En sus orígenes, era un personaje pagano, un gigante del bosque que representaba el fin del año. Su nombre significa en vasco: onen (bueno) y zaro (época), referenciando la época navideña. En la tradición cristiana, este bonachón deja carbón a los niños que se han portado mal y regalos a los que se han portado bien.
El tió de Nadal
Trae los regalos el 24 o durante el 25 de diciembre. Es originario de Cataluña y Aragón. Es un tronco de madera que se suele colocar en casa el 8 de diciembre, tapado con una manta y una barretina (gorro de Papá Noel) para que no pase frío. Se alimenta hasta el día que expulsa los regalos, pero no basta con atiborrarle de comida; los niños más pequeños tienen que golpearle al ritmo de villancicos pensados para dicha ocasión.
El origen de esta tradición se remonta a los antiguos rituales paganos ligados a la llegada del invierno.