Ángela y José, la pareja que ganó la Lotería de Navidad junto a todos los vecinos de su pueblo: “Nos enteramos de camino a un entierro”

El 22 de diciembre de 2016, el matrimonio, de 82 años, se convirtió en uno de los 300 afortunados de Brea de Tajo, una pequeña localidad de Madrid, que tenía el décimo premiado con 400.000 euros

El Gordo de la Lotería de Navidad tocó en Brea de Tajo (Madrid) en 2016. (Ayuntamiento de Brea de Tajo)

Saben que no hay mejor premio “que ver feliz a quien quieres”. A sus 82 años, tienen experiencia suficiente en la vida. Pero el valor de sus palabras es aún mayor porque también saben lo que es ganar el Gordo de la Lotería de Navidad. A Ángela y José les sonrió la suerte hace ocho años y, casualidad o destino, lo hizo el mismo día que iban a enterrar a un ser querido: “Nos enteramos de camino al tanatorio”, cuentan. El 22 de diciembre de 2016, este matrimonio y todo Brea de Tajo, un pequeño pueblo de la Comunidad de Madrid de poco más de 500 habitantes, tenía en su poder uno de los 300 décimos que resultó premiado con 400.000 euros.

Fue la Asociación de mujeres del pueblo la que vendió los décimos, considerados desde entonces todo un “obsequio”. Hace ocho años, a las 11:57 horas, los niños de San Ildefonso cantaron el 66513, el número del Gordo de la Lotería de Navidad. Ángela y José han guardado en su memoria cada detalle de aquel día. “Íbamos en el autobús de camino a Madrid, que se había muerto el marido de un familiar, y nos llamó mi hija Elena para decirnos que había tocado en Brea”, relata. Reconoce que, por la felicidad que transmitía en su voz, el resto de viajeros se dio cuenta de que algo bueno había pasado.

“A mí como me toque la lotería…” dice que pensaba siempre que se acercaba el Sorteo Extraordinario. Y, un día, hace ocho años, les tocó, a pesar de que tenía poca esperanza en que esto ocurriera alguna vez. Este hecho se vivió en Brea como “una explosión de felicidad porque es un pueblo con poco nivel de renta”. De hecho, era la localidad más pobre de la Comunidad de Madrid. Pero lo cierto es que, en su caso, la alegría fue fugaz y esta debía convivir con “un poco de tristeza”. No se dieron la vuelta: siguieron su camino al tanatorio. De ahí que crea que merece volver a ganarlo: “No me alegró suficiente, así que me tiene que tocar otra vez”.

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Cuando la suerte y la desgracia se juntan en un mismo día

Plaza de Brea de Tajo, un pequeño pueblo de Madrid. (Ayuntamiento de Brea de Tajo)

Ese año, el matrimonio se había hecho con unos cuantos décimos, la mayoría por “compromisos” y por pensar “no vaya a ser que les toque a ellos y a mí no”. La probabilidad de ganar el Gordo de la Lotería es de un 0,00001%, es decir, una entre 100.000. Pero Ángela y José son la prueba de que el primer premio sí puede ganarse. Y no solo esto. Confirman, además, que la suerte suele estar del lado de las grandes ciudades y de las administraciones más famosas, pero también en un pequeño pueblo. “Ahora sí que la compramos más pensando en que te puede tocar, aunque siempre lo hemos hecho por tradición”, argumenta.

Durante todo el día que pasaron en el tanatorio, Ángela y José estuvieron con la incertidumbre de no saber si llevaban o no uno de los boletos premiados. “No estaba segura de si compré”, recuerda. Fue dos veces a la casa de la mujer que tenía que vendérsela, pero no conseguía encontrarla. No lo logró hasta el tercer intento, de ahí la confusión.

Al principio, temían que le hubiera tocado a todo el pueblo menos a ellos. No llegaron a Brea hasta las 23:00, cuando se toparon con la fiesta improvisada que se había organizado en el pueblo. Y no es para menos, si se tiene en cuenta que allí cayeron 120 millones de euros. En la plaza, se encontraron a los vecinos envueltos en gritos, abrazos, confeti y mucho jolgorio. Lo primero que hicieron fue comprobar que ellos también tenían el décimo y, tras confirmarlo, se unieron a la celebración.

“Lo repartimos en cuatro partes iguales”

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Su hija Elena fue la primera en darse cuenta de que el Gordo había recaído en Brea de Tajo y dio la señal de alerta en su familia. Pero sus otras dos hijas, no tardaron en enterarse. “Se pusieron tan contentas… Y me llamaron en seguida, pero les decía que no estaba segura”, explica.

Antes de que ese 22 de diciembre se llevaran la buena noticia, no habían tenido problemas económicos reseñables. Ya estaban jubilados, tenían una vida sosegada y así siguió siendo. “No tenemos edad para tener ambición, solo pedimos tener una vida tranquila”, sostiene. De ahí que tuviera claro cuál debía ser el destino de su dinero. “Lo repartimos en cuatro partes iguales: para mis tres hijas y para mi marido y yo”, indica.

No hicieron nada especial con el premio, ni ninguna compra extraordinaria. Asegura que no son personas “caprichosas” y que esto no les cambió la vida. “Teníamos la casa, el coche, vivimos en el pueblo, mis hijas están trabajando… Soy feliz con la vida que Dios me ha dado”, garantiza. Lo que sí hicieron fue pagarle un crucero a toda la familia para celebrarlo. Si pudiera retroceder en el tiempo, harían exactamente lo mismo con el dinero.

En un mismo día, pasaron de la tristeza que supone despedir a un ser querido, a la alegría de sumar unos cuantos ceros a la cuenta bancaria y, por ende, poder permitirse tapar algún que otro agujero. “Nos pusimos muy contentos, sobre todo, al pensar que veníamos de un tanatorio”, señala. Sin embargo, no creen que esto fuera cuestión de suerte, porque están seguros de que “la felicidad tienes que hacértela tú solo, no te la da el dinero, hay que conformarse con lo que tienes y disfrutar siempre”. Y es que Ángela sabe que la Lotería no solo le tocó hace siete años: “A mí me toca cada día”, asegura.

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