El escándalo de Marius Borg Høiby ha supuesto un antes y un después en la casa real noruega. A pesar de que el hijo de Mette-Marit no es considerado como heredero al trono ni forma parte de la familia real, las numerosas acusaciones de violencia machista y abuso sexual han puesto en jaque a una institución que era muy querida por la sociedad del país nórdico.
Según las recientes encuestas publicadas por los medios nacionales, a medida que crece la controversia, también lo hace el rechazo a la princesa Mette-Marit como futura reina. Mientras, su hija y futura heredera al trono, la princesa Ingrid Alexandra emerge como un rayo de esperanza para la dinastía.
Según una encuesta realizada por Norstat para la cadena pública NRK, el 45% de los noruegos tienen ahora una visión más negativa de su casa real, una caída de diez puntos con respecto al año pasado. Este descenso marca un mínimo histórico para una institución que ha sido un símbolo de la soberanía nacional desde su instauración por elección popular en 1905.
En cuanto al apoyo individual, los datos son aún más desalentadores para la princesa Mette-Marit. Solo el 27,5% de los encuestados confían en ella como futura reina consorte, según una encuesta de Nettavisen. Por otro lado, su hija goza de una aceptación del 67,2%. A sus 20 años, Ingrid Alexandra, se encuentra estudiando su formación militar en un campamento al norte de Noruega y se perfila como una figura clave para restaurar la confianza en la monarquía. No obstante, parece ser que su mandato llegaría tras su padre, ya que por ahora, el príncipe Haakon conserva el 61% de los apoyos.
Los efectos del escándalo de Marius Borg Høiby
El caso de Marius Borg Høiby ha tenido repercusiones devastadoras. Aunque Marius no tiene un rol oficial dentro de la casa real, las acusaciones de delitos sexuales y su comportamiento errático han generado dudas sobre el manejo de la situación por parte de su madre, Mette-Marit.
Se ha revelado que la princesa pudo haber estado al tanto de comportamientos problemáticos de su hijo, incluyendo fiestas y compañías cuestionables, algunas de las cuales habrían tenido lugar en lugares pertenecientes a la institución. Y es que, a pesar de que Mette-Marit ha defendido su rol como madre, su imagen pública ha quedado dañada por la percepción de que hubo años de impunidad, posible ocultación de pruebas y un trato de favor hacia Marius.
Este caso ha sido el primer gran escándalo en la monarquía noruega en 120 años. Desde la detención inicial de Marius, su abogado defensor, Øyvind Bratlien, intentó minimizar el impacto mediático emitiendo un comunicado en el que el joven admitía sus errores, pedía disculpas y prometía rehabilitarse. Sin embargo, nuevas acusaciones y filtraciones han mantenido vivo el caso, amplificando la crisis institucional.
Una estrategia de silencio y resiliencia
La Casa Real ha adoptado una postura de silencio, dejando que las autoridades lleven el caso de Marius sin intervenir públicamente. Las únicas declaraciones han venido del príncipe Haakon, quien ha expresado su confianza en la justicia y su apoyo a su familia desde una perspectiva personal. Aunque, por otro lado, fue el encargado junto a Mette-Marit, de acudir a visitar a su hijastro el mes pasado al centro de desintoxicación en el que ha estado internado en Londres.
En medio de la crisis, la princesa Ingrid Alexandra ha asumido un papel más visible en los últimos meses. Sus recientes apariciones públicas, como su visita al campamento militar de Skjold y su participación en el Hospital Infantil de Drammen durante el Día de Santa Lucía, han sido bien recibidas por el público.
A pesar de los escándalos, las encuestas indican que el futuro de la monarquía noruega no está completamente comprometido. El apoyo a la princesa Ingrid y la percepción positiva del príncipe Haakon ofrecen motivos para el optimismo. Sin embargo, la institución enfrenta el reto de reconstruir su reputación en un contexto de creciente escrutinio público.
El rey Harald, quien expresó su deseo hace unos meses de reducir sus responsabilidades debido a problemas de salud, ha tenido que posponer sus planes de retiro. Mientras tanto, el príncipe Haakon enfrenta el desafío de equilibrar sus crecientes funciones oficiales con los problemas internos de la familia y conseguir así que la corona repose sobre su cabeza en los próximos años.