A finales de octubre de 2024, la directora y fotógrafa Silvia Grav denunciaba públicamente, a través de sus redes sociales, al director Eduard Cortés por “abuso de poder y manipulación laboral y grooming”. Entonces, la mujer detallaba que todo había sucedido cuando ella tenía 19 años y el 55. Tras hacer pública esta información, otras 15 mujeres contactaron con ella para compartir una historia similar, pocos días después. Un mes más tarde, el 7 de noviembre, daba cuenta de nuevo de la magnitud de lo que estaba sucediendo: “Ya somos 50 las mujeres afectadas y no hemos acabado”.
Este miércoles, El País ha publicado un artículo en el que 27 mujeres aseguran haber sufrido acoso sexual por parte del director de series como Merlí y Ni una más. Al lado de Grav, se encuentran, entre otras mujeres, la artista visual Eva Fàbregas, las actrices Sofía Barco, Norah Alexandra Vega y Nicole León, que acusan a Cortés de haberse beneficiado de su posición para ofrecerles trabajo a cambio de que se grabaran desnudas, masturbándose o realizando otro tipo de prácticas sexuales. La mayoría de ellas tenía entre 20 y 30 años cuando todo sucedió. Dos de ellas eran menores de edad.
Una promesa de trabajo a cambio de un desnudo
El sistema que utilizaba para acercarse a ellas era similar. Durante más de una década, Cortés habría contactado con estas mujeres a través de las plataformas Fotolog, Facebook, MySpace, Messenger e Instagram, además de por correo electrónico y videollamadas por Skype. El País recoge las declaraciones de las denunciantes que cuentan historias similares. Cortés iniciaba una conversación en la que alababa su trabajo y aseguraba que él podría conseguirles un puesto en alguna de sus producciones, principalmente para un proyecto llamado Ingrid. Era entonces cuando subía el tono de la conversación, que cada vez se volvía más incómoda para ellas.
“Lo único que puedo decir es que yo hice un proyecto que se llamaba Ingrid, que estaba vinculado a las redes sociales, y contacté con muchísima gente durante esa época [antes de 2009, cuando se estrenó el filme]”, ha explicado Cortés a El País ante las acusaciones. Fue por una llamada telefónica, que vino seguida por un correo con una nueva declaración supervisada por su abogada que rezaba lo siguiente: ”Las conversaciones en redes sociales se produjeron dentro de lo hipotético, buscando conexiones entre el modo de actuar del personaje y nuestra experiencia personal. Nunca eran propuestas explícitas”.
Abandonadas por el sistema
Según detalla el diario, al menos 15 entrevistadas han dado los primeros pasos para denunciar lo sucedido, pero no lo han tenido fácil. Tras la denuncia pública de Grav, la Academia de Cine Catalán, de la que el director formaba parte, anunció que abriría una investigación, pero nunca se llevó a cabo. A finales de noviembre, Cortés comunicó su baja alegando “motivos personales”. La investigación se cerró y no se abriría de nuevo a menos que este intentase ingresar en la Academia de uno en un futuro.
Las denunciantes cuentan que desde la Academia catana las derivaron al despacho de abogado de Carla Vall que colabora con esta institución. La abogada les ofreció asesoría jurídica a las denunciantes, pero la mayoría de ellas no podía hacer frente a los costes y recurrieron a la Academia de Cine española. Las mujeres acudieron a la recién creada unidad de atención a víctimas de violencia machista en el sector cultural gestionada por la fundación Aspacia (financiada por el Ministerio de Cultura) y se encontraron con lo que muchas víctimas cuando tratan de pedir ayuda: inconsistencia y puertas cerradas. “En Aspacia me dijeron que no nos podían ofrecer nada mejor que la Academia catalana”, cuenta Norah Alexandra Vega, una de las denunciantes entrevistadas por El País, que contactó con la fundación que se negó a contestar a sus preguntas.