Ocho días después de la salida de Michel Barnier, Macron decidió de nuevo la vía del centro para intentar resolver el estancamiento político y económico que atraviesa Francia, la segunda potencia de la Unión Europea. François Bayrou, el líder del Partido Movimiento Democrático y un político de perfil bajo, ha sido el designado para llevar el timón, pero los retos que enfrenta no tienen una solución fácil a la vista: “Soy consciente del Himalaya de dificultades que tenemos por delante”, admitió el veterano político de 73 años, aliado del presidente Emmanuel Macron.
A Bayrou no le falta razón. Por un lado —y esto es lo más inmediato—, tendrá que lidiar con un Parlamento totalmente fracturado, donde deberá buscar un consenso para sacar adelante el presupuesto de 2025. Francia sufre un problema de deuda “colosal” que, en palabras de Barnier, es una “espada de Damocles” financiera que requiere de recortes. Actualmente, la deuda sobrepasa el 60% del tope marcado por Bruselas. Pero ni un gran negociador como el republicano —negoció la salida del Reino Unido en nombre de la Comisión Europea— logró poner de acuerdo a izquierda y derecha, ni siquiera haciendo concesiones a ambas partes. La imposibilidad de reunir una mayoría le llevó a intentarlo, sin éxito, por la vía del decreto, que finalmente puso punto y final a su corta legislatura, la más breve de la Francia moderna.
No pasó ni un solo día y los radicales de la Francia Insumisa (LFI), integrado en el Nuevo Frente Popular, ya avisaron en un comunicado que impulsarán una moción de censura para tumbar al recién llegado Bayrou. No obstante, a priori no tienen el apoyo de la extrema derecha de Le Pen para reeditar la mayoría que la haría posible. Pero, como dijo su líder, Jordan Bardella, que cambien o no esta postura dependerá de las concesiones que el nuevo premier esté dispuesto a hacer. Por su parte, dentro del bloque de la izquierda, los socialistas llegaron a tantear su apoyo a la iniciativa, y los verdes ya han anunciado que se sumarán a LFI para derrocar a Bayrou.
Las cuentas de Bayrou penden, de nuevo, de un hilo
Por el momento, esta moción parece que no prosperaría, pero lo cierto es que las cuentas parlamentarias siguen dependiendo de una amalgama de formaciones para conseguir la mayoría absoluta, fijada en los 289 parlamentarios. Bayrou, un hombre del centro y con una extensa carrera política, debe jugar con esa carta para desatascar el bloqueo impuesto por ambos lados.
De partida tiene menos apoyos que Barnier. MoDem, que pertenece a la coalición presidencial (166 escaños entre los tres partidos), cuenta con 36 asientos en la Asamblea Nacional, 11 menos que Los Republicanos de Barnier, que ostentan 47. A partir de ahí, debería sumar el apoyo de la derecha más centrada de Los Republicanos, que no descartan formar parte del Gobierno, y tratar de recabar el apoyo de los socialistas por el lado de la izquierda, que cuentan con 60 diputados. En un comunicado, tras conocerse su elección, los socialistas señalaron su disposición a situarse “en la oposición” a un Gobierno que consideran “de continuidad”, pero anunciaron que brindarían su apoyo para cambiar de rumbo político a cambio de no votar la moción de censura que anuncian sus aliados de LFI.
Como condiciones a su apoyo, piden que se abstenga de apoyarse en la extrema derecha, que desista de aprobar los presupuestos sin voto parlamentario y que emprenda un cambio político en temas como las pensiones, el poder adquisitivo, la justicia social, los servicios públicos o la transición ecológica. “Del respeto a esos principios depende que no apoyemos la moción de censura”, insistieron en la misiva. Una posición que también, a priori, mantiene el Partido Comunista.
Por su parte, la ultraderechista Marine Le Pen aseguró que no votaría de entrada una moción de censura, pero le impuso las mismas exigencias programáticas que, a su juicio, no cumplió su antecesor, el conservador Barnier. “Toda política que solo consista en prolongar el macronismo, rechazado dos veces en las urnas, solo puede conducir al callejón sin salida y al fracaso”, amenazó Le Pen en la red social X.
Absuelto de fraude... sin sentencia firme
A la dificultad de sacar las cuentas, se le añade la posibilidad de una vuelta a los tribunales. Bayrou es un viejo aliado de Macron. En 2017 hizo posible su elección al máximo cargo, tras retirar su candidatura de la carrera presidencial. Asimismo, ocupó la cartera de Justicia durante su primer mandato, aunque esto fue por poco tiempo, ya que en esa época el MoDem comenzó a ser investigado por un supuesto fraude que afectaba a sus asesores parlamentarios.
Según la denuncia, Bayrou, al igual que el por entonces ministro de Defensa, estuvo bajo el ojo de la Justicia por desviar fondos del Parlamento Europeo entre 2005 y 2017, que debían destinarse para pagar a sus asesores parlamentarios, y que fueron utilizados para gastos del partido en Francia. Se trata del mismo caso que ahora salpica a la líder de Agrupación Nacional, Marine Le Pen.
El político centrista presentó su dimisión en junio de aquel año para evitar comprometer al Gobierno del presidente Macron. Seis años después, en febrero de este mismo año, un tribunal decidió su absolución, pero la sentencia no es firme. La Fiscalía recurrió esta decisión y, de reabrirse el caso, el nuevo premier podría volver a los tribunales y convertirse en el primero en su cargo que se sienta en el banquillo.