Ante el aumento de las tensiones con Rusia, Alemania ha comenzado a hacer inventario de los búnkeres que tiene a disposición para sus 84 millones de habitantes. Las autoridades germanas relatan que actualmente cuentan con 579 búnkeres que pueden albergar a cerca de 480.000 personas. El ministerio del Interior ha elaborado un listado digital en el que se detallan posibles espacios que pueden servir como refugio y que podrán consultados próximamente en una aplicación en el móvil.
La mayoría de estos refugios esconden un pasado oscuro, ya que fueron construidos por prisioneros de guerra y prisioneros en campos de concentración durante la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial, así como en la Guerra Fría. El empresario Peter Karl Jugl, conocido por sus vínculos pasados con figuras de extrema derecha en Alemania, ha comprado túneles utilizados por los nazis y construidos por prisioneros forzados y planea convertirlo en “el búnker privado más grande del mundo”.
Según una información de AFP, los familiares de los prisioneros que lo construyeron están indignados por esta propuesta, que incluye la venta de criptomonedas llamadas “BunkerCoin” como entrada al refugio apocalíptico cerca de Halberstadt, en el suroeste de Berlín.
Alrededor de medio millón de euros por habitación
El plan contempla un refugio de lujo con comodidades, desde una clínica hasta escuela, gimnasio, spa, casino y “amaneceres artificiales”, con precios que oscilan entorno al medio millón de euros por habitación. Sin embargo, hasta ahora, el proyecto existe únicamente como imágenes en una página web. Jugl también ha ofrecido el sitio al estado de Sajonia-Anhalt por ocho millones de euros, un precio significativamente superior al 1.3 millones que pagó inicialmente. El ministerio de cultura estatal ha señalado que cualquier cambio en la estructura debe contar con aprobación debido a su estatus como monumento cultural.
Los túneles se extiende a lo largo de 13 kilómetros de longitud, y fueron construidos por unos 7,000 prisioneros internados en un anexo del campo de concentración de Buchenwald, uno de los más grandes de los cuales más de la mitad sus internos murieron debido a las condiciones extremas a las que estaban expuestos. Para recordar aquello se construyó el memorial del campo Langenstein-Zwieberge, que honra a las víctimas y a los supervivientes. Uno de los familiares del prisionero francés Louis Bertrand, Jean-Louis Bertrand ha denunciado el proyecto calificándolo como una falta de respeto al pasado.
Las asociaciones memoriales cargan contra este negocio
Jugl se ha escudado en que su intención es “salvar vidas humanas en caso de emergencia”, defendiendo que los túneles “no tienen nada que ver con el campamento ubicado a dos kilómetros”. Una posición que ha sido rechazada por una asociación de familiares de las víctimas, que critica que es “impensable separar el campamento del sistema de túneles, ya que ambos están intrínsecamente ligados”. En unas declaraciones para este medio, Gero Fedtke, director del memorial del campo, también carga contra la propuesta y la tacha de ser una forma inapropiada de tratar este patrimonio histórico.
Mientras crece la controversia, el memorial cercano se mantiene como uno de los pocos sitios que preserva la memoria de las víctimas, ya que en el antiguo campo de prisioneros quedan pocas huellas físicas de la era nazi.