Trabajar menos y vivir mejor. Este es el lema que repiten los empleados a los que la sociedad todavía no les ha hecho unos workaholics -adictos al trabajo- y buscan ese utópico equilibrio entre la vida personal y laboral. También es uno de los objetivos de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que pretende reducir la jornada laboral de 40 a 37,5 horas y ha prometido que lo hará pese a no contar con el apoyo de la patronal. Sin embargo, en otros países van más allá y persiguen la implementación de la jornada laboral de cuatro días. Este modelo, adoptado por 141 empresas de diferentes sectores y analizado en un estudio reciente, demuestra que el cambio no solo es viable, sino que beneficia tanto a los empleados como a la propia empresa.
La investigación, titulada ¿La reducción del tiempo de trabajo mejora el bienestar de los trabajadores? Evidencias de ensayos globales de semanas laborales de cuatro días, concluye con una idea sencilla: al trabajar menos horas, los empleados pueden concentrarse mejor, gestionar su tiempo con más eficacia y reducir actividades no esenciales, lo que incrementa su eficiencia. Este modelo, en lugar de enfocarse en la cantidad de horas trabajadas, prioriza la eficiencia y el bienestar, pero el objetivo es no disminuir ni la productividad ni el salario recibido.
Los datos muestran una disminución del estrés en un 43%, mientras que los niveles de agotamiento se redujeron en un 71%”
Uno de los resultados más significativos fue la mejora en la salud mental y física de los trabajadores. Los datos mostraron una disminución del estrés en un 43%, mientras que los niveles de agotamiento se redujeron en un 71%. Estas ideas están vinculadas a que el tiempo adicional ha permitido a los empleados dedicarse más a sus familias, hobbies y cuidado personal y han logrado así un mayor equilibrio entre su vida profesional y privada. Los trabajadores aseguran sentirse más felices, motivados y comprometidos.
Este estudio explica que periodos extensos de trabajo pueden “activar un proceso de deterioro del bienestar que agota la capacidad física, emocional y recursos cognitivos, lo que conduce a una mayor tensión laboral, agotamiento y angustia”. Por lo tanto, “la reducción de horas a través de cambios organizacionales puede verse como un tipo de recurso laboral que, a su vez, fomenta el bienestar de los empleados”.
Y las empresas… ¿tienen beneficios?
La gran duda es qué ocurre con las empresas y cómo les puede afectar la reducción de horas de trabajo de sus empleados. A diferencia de lo que puede parecer, esta disminución no comprometió los objetivos financieros ni operativos, según el estudio. Por el contrario, muchas de las empresas participantes reportaron un incremento en los ingresos del 8% durante el periodo del estudio. La rotación de personal también disminuyó, evidenciando que los empleados valoran este enfoque y se sienten más inclinados a permanecer en empresas que demuestran interés genuino en su bienestar. Este dato es particularmente relevante en sectores donde los costes de rotación y contratación son elevados.
Sin embargo, en la investigación no se concreta el tipo de empresas que han participado, sino que se especifica que son de diversos sectores. Esto sugiere que el modelo fue probado en un rango amplio de industrias, desde corporaciones más grandes hasta pequeñas empresas, que son las más perjudicadas, junto a los autónomos. Cuantas más personas formen parte de una empresa más sencilla es la rotación. El informe revela que Mientras que algunas empresas adoptan un día fijo de descanso adicional, otras optan por un enfoque escalonado o rotativo para asegurar la producción o el servicio.
Esta iniciativa también ha supuesto un desafío para las compañías, especialmente durante el periodo de transición. Uno de los principales fue la necesidad de redefinir procesos y priorizar tareas para no bajar la productividad. Si bien no todas las industrias pueden adaptarse fácilmente, el estudio propone que con planificación y compromiso es posible implementar este cambio incluso en sectores que a priori pueden parecer más complicados.
Reorganización del trabajo y sin reuniones innecesarias
Las empresas que formaron parte de esta investigación tuvieron que reorganizar el trabajo y adaptarse a los nuevos tiempos para no frenar la productividad. “Las empresas generalmente se someten a un proceso de reorganización laboral en el que se reducen actividades de bajo o nulo valor, como reuniones innecesarias”, dice el texto. Antes de comenzar con la prueba se les ofrecieron seminarios para que diseñaran este proceso de reorganización que, según los datos obtenidos, logró una “mejora tanto el sentido colectivo como el individual sobre cómo los empleados desempeñan su trabajo”, optimizando tareas, logrando mayor eficiencia y limitando la improductividad.
Este fue el primer paso. Tras él, se sometieron a un ensayo de semana laboral de cuatro días de entre seis y doce meses. “Se identificaron tres factores que contribuyen significativamente a la relación entre la reducción de horas y el aumento del bienestar: mejoras en la capacidad laboral autodeclarada, reducciones en los problemas de sueño y disminución de los niveles de fatiga”, revelan los resultados.
“El punto clave es que estamos ante hallazgos reales y duraderos. Entierran la idea de moda pasajera que se quiere instalar”, asegura la investigadora principal, Juliet Schor, economista y profesora de Sociología en el Boston College, que estudia las posibilidades de conciliación y los problemas que han sufrido las mujeres en este sentido. “Las pruebas de la semana laboral de cuatro días ofrecen una oportunidad única para desarrollar un modelo estructural, un enfoque para comprender cómo se relacionan las horas de trabajo con la salud mental y la calidad de vida”, explican los autores.
Sin conclusiones sobre la productividad
Uno de los problemas de este estudio es que no saca grandes consecuencias respecto al nivel de productividad. El motivo es que las empresas que participaron en el ensayo “carecen de una productividad sólida”, por lo que de esta forma es complicado medir. En empresas que se trabaja en oficina se tiene más posibilidades de reducir las ineficiencias, mientras que en los sectores de la atención de la salud se reducen los costes por la reducción de la deserción. Y aunque no quede claro sí se produce más o menos, lo que sí que concluye el estudio es que la idea del trabajador productivo vinculado a largas horas de “intensidad y dureza” no es necesaria para conseguir el máximo rendimiento.
La idea del trabajor productivo vinculado a largas horas de “intensidad y dureza” no es encesaria para conseguir el máximo rendimiento
Otras investigaciones, en cambio, sí aseguran un aumento de productividad de hasta un 40%. Es el caso de un estudio realizado por la Universidad de Reading en Reino Unido. Las compañías lo lograron mediante una reorganización de las tareas y una clara definición de objetivos. De hecho, en sectores como la tecnología y las finanzas, donde se valora más la calidad que la cantidad del trabajo, los resultados han sido particularmente notables.
Por otro lado, ejemplos como el de Islandia, donde un programa piloto en el que participaron 2.500 trabajadores demostró que la reducción de la jornada laboral no solo mantuvo los niveles de productividad, sino que también mejoró el bienestar de los empleados. Empresas como Microsoft en Japón también han experimentado resultados similares. Tras implementar la jornada de cuatro días en 2019, reportaron un aumento del 40 % en la productividad, atribuido a reuniones más cortas y una mayor autonomía para los empleados.
El caso de Perpetual Guardian, una empresa neozelandesa que implementó una semana laboral de cuatro días, es ilustrativo. Los niveles de estrés entre los empleados disminuyeron un 7%, mientras que el compromiso laboral aumentó un 20 %. Esto sugiere que los trabajadores, al sentirse valorados y disponer de más tiempo para su vida personal, están más inclinados a rendir mejor en el tiempo que pasan en la oficina.