La anciana, a la que, el pasado viernes, le detectaron constantes vitales mientras estaba siendo preparada por los operarios del tanatorio de Son Valentí (Palma de Mallorca), finalmente, ha fallecido. Aunque parezca una historia sacada de una película de terror, este inusual hecho nos demuestra que los sucesos más inverosímiles pueden hacerse realidad.
Aunque la octogenaria se encontraba en estado terminal y, desgraciadamente, ha terminado falleciendo, la experiencia ha debido de ser terrorífica, en el momento que la anciana se ha despertado en un lugar desconocido y rodeada de gente que le estaba preparando para algún procedimiento. No solo ha tenido que ser una experiencia impactante y traumática para la mujer, sino también para los propios trabajadores de la funeraria, acostumbrados a trabajar con cuerpos inertes.
Se dieron cuenta por el movimiento de dedos
Según confirman fuentes de la Consellería de Salut y del Ayuntamiento de Palma, el fallo del protocolo se inició durante el mediodía del viernes 6 de diciembre. Desde el Hospital Juan March de Bunyola -hospital público especializado en el cuidado de pacientes con enfermedades respiratorias, en enfermos terminales y en el acompañamiento al final de la vida-, se avisó a la Empresa Funeraria Municipal de Palma de la muerte de una mujer de avanzada edad y se informó a los familiares de la fallecida, quienes solicitaron su traslado al tanatorio de Son Valentí.
Cuando los empleados de la funeraria estaban preparando el supuesto cadáver de la mujer de más de 80 años, se percataron de que movía los dedos de la mano, por lo que requirieron la presencia inmediata de una ambulancia. El equipo móvil sanitario que llegó a las instalaciones funerarias examinó a la mujer y confirmó que mantenía todavía constantes vitales. Por tanto, la anciana regresó al mismo hospital donde fue certificada, erróneamente, como fallecida y en el que murió en la madrugada del domingo.
Error del hospital
Este infrecuente episodio ha obligado al centro médico balear a cambiar los protocolos de actuación frente a este tipo de casos, aumentando el número de pruebas para evitar que una situación similar vuelva a suceder. Aunque los profesionales sanitarios que trabajan en el Hospital Juan March de Bunyola están acostumbrados a esta clase de hechos, desde el centro sanitario indican que se trata de algo “excepcional, que no había ocurrido nunca en los 80 años de historia del hospital”.
Fuentes del centro médico y del Ib-Salut (Servicio de Salud de las Islas Baleares) han defendido la labor de sus trabajadores, alegando que la anciana no reaccionaba a los estímulos y uno de los médicos no le apreció constantes vitales, por lo que se certificó su defunción y, acto seguido, se informó a su familia.
Además, añaden que se siguió el protocolo vigente en aquel momento, se le realizaron las pruebas pertinentes y se llegó a la conclusión de que la mujer no presentaba signos compatibles con la vida.
Este clamoroso fallo del hospital habla de la importancia que conlleva realizar las pruebas que sean necesarias para confirmar la muerte de un paciente; de lo contrario, en raras veces, pueden suceder estos acontecimientos que marcarán la vida de la persona afectada.